¡POV DE EMILIA!
Duermo profundamente cuando escucho el grito de no sé quién, que me despierta. Esos dos son tan idénticos que incluso la voz es difícil de diferenciar. Tengo intenciones de ir a esa habitación y evitar que esos dos se saquen los ojos, pero cuando escucho la voz de papá me detengo. Camino hasta el vestidor y me coloco una bata gruesa porque a pesar de que el sol está resplandeciente hace un frío tenaz. Me asomo al balcón y contemplo el resplandeciente cielo azul, de pronto escucho su nombre y mi corazón se exalta, le veo caminar hasta el llamado de uno de los vigilantes, se para delante y saca un cenicero para encender el tabaco de su amigo y por consiguiente el suyo. Al dar la primera inhalada se voltea y concentra su mirada en mi balcón, al hacer contacto con la mía, me pierdo en el azul de sus ojos. Joder, ese hombre me prende, es tan llamativo que no puedo evitar observarlo cómo lo estoy haciendo ahora, y él no disimula que le gusta mi mirada en lo absoluto.
Un grito de mi padre me trae de vuelta, entro a la habitación y voy hacia la de Fabi, al parecer es ahí donde se está suscitando la discusión. Quien sabrá que pasó anoche entre esos dos, yo sabía que esa salida no iba a salir bien, pues ambos le gustan la bebida y si se emborracharon lo más probable que terminaron dándose de madrazos. Por esa razón no fui, por el mismo motivo decidí irme a otro lugar, y también porque no quiero estar vigilada por todos, quería pasar una noche sensacional y eso solo pasaría sin mís dos hermanos.
—¡Nada! ¿Me crees estúpido? —, los mira, furioso, esa mirada era lo único que me aterraba de papá. El viejo no tenia la necesidad de gritar, solo con mirarnos de esa forma nos ponía a temblar. Estoy por salir cuando su voz me detiene —Emilia, ¿puedes decirme que fue lo que pasó anoche entre estos dos? —, estoy de espaldas a él, muerdo mi labio al no saber que responder puesto que yo no estuve anoche en el mismo lugar que esos dos. Me giro y le regalo una sonrisa.
—No… no lo sé, yo los vi bien, estaban compartiendo y ya luego dejé de observarlos, pues había ido a bailar no a estar de niñera—, Fabi e Iker mueven la cabeza en negación a lo que están escuchando, saben que estoy mintiendo ya que jamás llegué a la discoteca porque… suspiro profundo. Porque me fui a bailar con mi guardaespaldas, caray, que solo de remembrar sus manos tocando mis caderas se me despeluca el cuerpo. Soltando un suspiro me sumerjo en el recuerdo.
«—Vamos a esta dirección—, coloqué en la pantalla táctil la dirección, volví a recostar mi cuerpo en el asiento y esperé a que su gruesa voz se escuchara.
—¿Puedo saber que vamos hacer ahí?
—Bailar—, digo al mirarlo, él sigue con la mirada concentrada al frente, le veo mojar sus labios y suspirar.
—Pero sus hermanos y primos le esperan en la otra discoteca—, me recosté con la espalda en la puerta y concentré mi mirada por completo en su grandioso cuerpo sentado frente al volante. Mordí mi labio mientras recorría la mirada por sus brazos musculosos, no tan extravagante, pero bajo esa camisa se notaban firmes. Le vi sonreír de medio lado y seguido sigiló —Puede dejar de observarme de esa forma, señorita. Me está haciendo sentir incómodo.
—¿¡Incómodo!? ¿¡Te sientes incómodo con mi mirada!? —, quito mis zapatillas y subo las piernas en el asiento, lentamente voy acercando mis pies a sus piernas atléticas, al rozarla me mira con sus intensos ojos azules, solo fue un segundo, pero dejó descolocado mi corazón. Volvió a sonreír y negó con la cabeza —¿No te pongo nervioso? Por eso niegas—, sonrió entre dientes y suspiró.
—Sabe que si. Acabo de decírtelo—, volvió a mirarme, pero está vez duró un poco más —¿Quiere que se lo vuelva a repetir? —, Inquirió al tomar mi pie y colocarlo sobre su erección. En el momento que mi talón rozó su dureza quise retirarlo, pero él lo asentó más provocando que una corriente suba por mi pierna y haga palpitar mi clítoris —Me pone nervioso, señorita Emilia—, dijo mirándome fijamente, ya había parqueado el auto y sacado su cinturón de seguridad. Su mano fue subiendo por sobre la tela de mi pantalón, a pesar de que no había el contacto de su mano y mi piel, podía sentir mi cuerpo entero erguirse. Pasé gruesa saliva al momento que su mano llegó a mi muslo, incluso salté en el mismo asiento cuando Eduany se fue inclinando hacia mí, y sin quitar su mano de en medio de mis muslos se detuvo cerca de mi rostro, su aire chocaba con el mío y respirábamos del mismo —Me pregunto si a su novio no le molesta que le permita este acercamiento a su guardaespaldas—, lo dijo sin desconectar el contacto visual y subiendo su mano un poco más.
Mordí mi labio y soltando gruesos suspiros respondí —Ya no tengo novio—, sus labios formaron una línea curva y su mano salió de entre mis muslos, subió trazando líneas por en medio de mis senos hasta llegar a mis labios, con su pulgar trazó líneas sobre mi labio inferior.
—Nuevamente terminaron—, su aliento olía a menta, y ese perfume que usaba me hicieron elevar el estómago —¿Hasta cuándo? —, preguntó casi rozando mis labios.
—Esta vez será para siempre—, el sonrió y se retiró. Solté el aire que había retenido.
—¿Cuántas veces ha dicho eso señorita? Creo que en una semana ya estará nuevamente con ese patán—, lo dijo con una expresión más seria.
—¿Quieres apostar? —, le extendí la mano solo apuntando mi dedo meñique.
—¿Y que apostamos? —, sus azules ojos brillaban con la luz de los autos que pasaban —¿Qué quiere apostar señorita, Emilia Lanús?
—No sé, proponlo tú—, sonrió con más amplitud, seguido me miró serio.
—Yo puedo proponer muchas cosas ¿Está dispuesta a realizarlas?
—Por supuesto—, Eduany volvió acercarse dejándome acorralada en ese pequeño espacio, uno de sus brazos se sostuvo del parabrisas, el otro reposaba sobre la cabecera del asiento, sus azules ojos me miraban con intensidad —Si no vuelve en una semana con él—, bajó su mirada a mis labios y quizás hasta mi pecho, luego la subió y volvió a conectarla con la mía —Irá conmigo de viaje a un lugar mágico donde conocerá y experimentará muchas cosas—, lamió su labio inferior.
—¿Tú me enseñarás esas cosas, Eduany Özdemir?
—Obvio. Claro, eso sí quiere que sea su maestro.
—Hecho—, uní mi dedo índice con el suyo y sentí una descarga eléctrica alrededor de mi cuerpo, mis bragas se mojaron más de lo que ya estaban.
—Entonces no se diga más, vamos a celebrar esa soltería.
Salimos del auto y nos adentramos a una de las discotecas más pequeñas de la ciudad, una de segunda clase donde se baila con el alma y se goza de verdad. Caminamos hasta el centro de la pista donde los cuerpos se movían de un lado a otro, Eduany se colocó tras de mí, sus manos se posaron en mis caderas y con fuerzas me apegó a él, su aliento caía por mi cuello, sus manos fueron subiendo por mi curvada cintura, se detuvieron al nivel de mis senos, seguido las deslizó hacia mi vientre el cual parecía estar en una montaña rusa. Giré mi rostro y me encontré con el suyo, me sonrió y acercó sus labios para dejar un beso en mi frente, cerré los ojos y suspiré profundo».
—¡Emilia! —, dice papá y salto al escuchar su voz.
—¿Me decías? —, papá frunce el ceño.
—¿En qué piensas, niña?
“Si supieras en quién, seguro lo despedirías”
Librarme de esos tres fue difícil, pero ya estoy en mi habitación preparándome para nadar un rato en la piscina. Acomodo mis gafas de sol, me coloco la bata de baño y bajo descalza hasta la alberca, a unos cuantos metros de este lugar hay una garita dónde supongo debe estar él, Eduany Özdemir observándome con sus intensos ojos azules.
Estoy tranquila tomando el sol cuando Fabi se acerca, se que es él, porque desde un tiempo para acá ha empezado a usar un peinado diferente.
—Me vas a decir ahora mismo donde estuviste anoche—, retiro las gafas y le miro.
—¿¡Perdón!? No veo porque tendría que darte extencias de donde voy o estoy, ni mis padres me cuestionan aquello. Soy una mujer adulta chiquito, nací primero que tú, así que no me hostigues.
—Quien lo dice, ¿tú? —, se recuesta en la otra camilla de piscina y sigila —Soy el mayor de todos.
—Aja, si, por eso fue que tus pulmones dejaron de funcionar. Eres el último, ya acéptalo—, rueda los ojos y sonrió dichosa —¿Qué le hiciste a Iker anoche?
—Nada, ya sabes cómo es, hace las cagadas y luego busca culpables.
—Estás hablando de mí—, ruge mi otro hermano que viene llegando con una toalla en mano, la lanza en la cara de Fabi, seguido se lanza al agua abrazando sus piernas, al hacer contacto con el agua nos invaden con esta.
—¡Es tan odioso! —, refuta Fabi al quitar de sus brazos el agua.
—Pero lo amamos, ¿cierto? —, sonríe y me vasta para saber que el cariño de Fabi hacia Iker no ha logrado ser opacado por el resentimiento...