Saqué mi laptop y estaba a punto de abrir los archivos, cuando el líder me arrebató el aparato. –Creí que querías la información. –No pretendí que la voz me saliera con tanta firmeza, pero no pude evitarlo.
-¡Cálmate! –Respondió al instante con intolerancia; apuntándome con el arma, como si fuera una extensión de su brazo. –Yo voy a sacar la información. –Levanté el rostro con indignación e ira. ¡Maldito bastardo! Toda la información, no sólo de mi actual empleo, sino de toda mi carrera profesional estaba en ese equipo. Se sentó en una de las sillas del despacho, mientras el otro sujeto me observaba. Vi cómo el líder manipuló mi laptop por un par de minutos, para que terminara cerrando el equipo y poniéndose de pie con él en mano. -¡Bien! Me llevaré esto. –Levantó el aparato con su extremidad izquierda.
-¿Te lo vas a llevar? –Cuestioné, dejándole ver mis sentimientos.
Su expresión corporal me dejó percibir su amenazante actitud -¿Piensas evitarlo? –
-No -Con mi respuesta le demostré mi subyugación, de nuevo mi raciocinio apareció, no podía cometer una estupidez. Eso no eran negocios, yo no podía dialogar.
Los tres nos encaminamos al pasillo, donde habíamos dejado a sus compinches con mi esposa, y a partir de ese momento, todo se volvió caótico, enigmático y contradictorio para mí.
Séfora, estaba parada a un lado de la escalera, con los brazos cruzados sobre su pecho, con notoria incomodidad, porque el mal nacido que estaba frente a ella, la estaba desvistiendo con la vista mientras jugueteaba con el cuchillo entre sus manos. El otro sujeto, estaba a un par de pasos al otro lado de ella; no obstante, también la recorría con la mirada.
-Señores, ahora que ya tienen lo que desean, los invito a retirarse de mi hogar. –Intenté hablar con amabilidad, mientras caminaba hacia la salida, pasando a los tres de largo, para abrir la puerta y que se largaran de una vez por todas. El líder soltó una carcajada, que sentí detrás de mí. Al menos, me estaba siguiendo.
-Eres lo suficientemente inteligente, para saber que no debes llamar a la policía. -¡Cabrón! Me giré para encararlo, noté al líder detrás de mí. Atrás de él, al que parecía ser su sombra, el que nos acompañó a la oficina, que traía un cuchillo en mano y que noté el nerviosismo en su tono de voz. Casi a la par del hombre sombra, el tercero, abajo de la escalera con una mirada descarada e insolente. A pocos pasos, prácticamente a un lado de él, Séfora, al pie de la escalera, angustiada; podía asegurar que estaba suplicando porque todo terminara. Al final, el último y cuarto malhechor, totalmente con la guardia baja.
-¡No! –Grité, porque Junior se lanzó al cuarto hombre. Saliendo de la nada, lo desestabilizó y ambos cayeron al piso, forcejeando por el cuchillo.
-¡Qué chingados! –Gritó el líder.
Y sin poder detenerlo, porque fue al siguiente segundo, el sujeto que estaba a un lado de Séfora, levantó su arma, apuntó y disparó.
El grito desgarrador de Séfora hizo eco en toda la casa, incluso más que el sonido de la detonación. La sangre comenzó a fluir por el piso, ambos cuerpos estaban sin movimiento, produciendo la incertidumbre de quién había sido herido, o si ambos estaban muertos.
Segundos que parecieron interminables en ese silencio asfixiante.
-¡Eres un pendejo! –El líder gritó.
Séfora se lanzó hacia los cuerpos, estrujando y llamando a Junior, que no se movía en lo absoluto y yo, me abalancé sobre el mal parido que disparó. La adrenalina, producto de la furia, sentido de supervivencia y protección, me hicieron llegar a gran velocidad. Apenas si alcancé a manotear, desviando el arma, que soltó otro disparo en su intento de evitarme; no obstante, había sido certero con mis golpes.
-¡Quítatele de encima o te voy a disparar! –Seguramente el líder me estaba hablando a mí, pero ya le había dado dos puñetazos en el rostro al sujeto que estaba debajo de mí.
-¡Quítamelo! ¡Quítamelo! –Gritó desesperada mi víctima.
Un tercer disparo se escuchó. Sentí en mi pierna un golpe, seguramente el metal estaba mordiendo mi carne, perforándome el hueso. Por un momento me detuvo, pero retomé mi ataque, no permitiría que el desgraciado se fuera así nada más.
-¡Qué lo sueltes! –Otro disparo y uno más. Que los sentí en mi costado, y el otro en mi omóplato. Nada me detendría, o al menos eso creí, porque estaba estrangulando al infeliz, viendo cómo luchaba por aspirar aire, con los ojos enrojecidos, suplicando con su mirada de terror.
Una mano, que tenía un tatuaje en el dorso, me tomó de la muñeca. –Suéltalo –La voz fue temblorosa. –Tu hija está en las escaleras viéndote –Alcé la vista, en efecto, ahí estaba Sara. Las lágrimas escurrían por su rostro, sólo así aflojé mi agarre y en ese momento recibí un golpe en la cabeza, que me tiró al suelo. Mi víctima, al ser liberada, empezó a toser.
-¡No! ¡Por favor! – Aturdido y casi perdiendo el conocimiento, escuché la súplica de mi hija en la distancia. Las ideas acerca de lo que podría ocurrir, se atravesaron a gran velocidad, pero brevemente.
-¡No lo hagas! –Otra súplica con el tono tembloroso y la estrepitosa detonación, seguida de un golpe en seco que no comprendí. -¿Qué has hecho? –Una pregunta casi como un susurro.
-¡Ya cállate el pinche hocico! ¡Revisa si Justin está vivo! –La voz del líder se escuchó exasperada. -¡Levántate pendejo! –Borrosamente, vi cómo pateó con ligereza a mi antigua víctima.
A los pocos segundos, sentí un impacto en mi estómago. -¡Eres un maldito perdedor! –Una carcajada histérica retumbó en las paredes. Entonces volví a sentir otro impacto en mi estómago.
-¡Justin está vivo! –Informó la voz temblorosa.
-¡Ya déjalo! –El líder hablaba de mí. -¡Ayúdale con Justin y vámonos! –
En la lejanía, con todo dándome vueltas, entregándome de a poco a la inconsciencia, se escuchaban los pasos; y con el sonido de las sirenas, terminé de perderme.