La cochera era un desastre, y lo más seguro era que mi aspecto no fuera el mejor. Por más que lo intenté, simplemente empeoraba el lugar, y decidí llamar al contacto que me había dado el detective. Resultó ser un tipo un tanto especial al teléfono; y cuando lo vi en persona, no fue muy diferente. Tan pronto abrí la puerta de la casa y lo detallé, me sorprendió; ya que aparentaba ser grande de edad, su cuerpo era de complexión robusta, sin lugar a duda se ejercitaba y lucía hábil. Tenía una inexpresividad en su rostro, que sumándolo a su vestimenta, me hicieron reconocer que en definitiva debía ser un profesional. “Red”, un sujeto singular. Un hombre que a simple vista pasaba desapercibido, solo porque así lo deseaba. Ya que una vez que prestabas atención, su aura misteriosa era emanada con intensidad, asegurándote un sinfín de secretos... Como todas las personas.
-Pasa. –Abrí completamente la puerta para permitirle entrar.
-¿Dónde está el área para trabajar? –Interrogó de inmediato, mientras yo detallaba el bolso de considerables dimensiones que colgaba de su brazo, una vez que pasó frente a mí.
-Sígueme –Le solicité.
Cerré la puerta, para encaminarme a la cochera con “Red” siguiéndome los pasos. Se paró bajó el dintel, analizando el escenario. -¿También me tengo que encargar del cuerpo? –Preguntó y luego se giró a verme.
-Sí. –Esperaba que eso no representara un problema.
-Costará 5 mil. –Me hizo saber el costo con prontitud.
-Hay un cuerpo más. –No respondió, simplemente me observó más de la cuenta, intrigado.
-Muéstramelo –Finalmente me pidió.
Caminé hacia la esquina donde había dejado el cuerpo cubierto de Kamil. Apunté hacia él, para que mi empleado se acercara a destaparlo ligeramente y lo observó con rapidez. -7 mil en total. -Dio el monto y se reiconrorporó a un lado de mí.
-De acuerdo –Acepté. Supuse que eso sería un servicio completo y que el precio era justo.
-En tres horas el lugar quedará listo. Ahora, si me permite. –Comprendí la indirecta, y caminé hacia la puerta. Escuchaba sus pasos detrás de mí, cuando salí completamente de la cochera, terminó por cerrar la puerta prácticamente empujándome con ella.
No presté mayor atención, lo dejaría hacer su trabajo mientras me preparaba el desayuno. Tenía que admitir que mis noches activas criminales, me daban sensaciones emocionantes, además de otorgarme cierto sosiego y un indescriptible placer.
Me tomé mi tiempo para comer, estaba envuelto aun en la apacibilidad. Cuando comencé a tomar mi café posterior al desayuno, fue que le marqué al detective.
-Un nuevo trabajo –Le hice saber de inmediato, y escuché su pesado suspiro.
-No me gusta involucrarme en situaciones complicadas; así que dime, ¿tengo que prepárame para que la policía toque a mi puerta? –Noté la molestia en su tono de voz.
-Posiblemente. –Acepté.
-¡Joder! –Respondió con preocupación.
-Te voy a pagar bien. –Me apresuré en ofrecerle dinero.
-No todo es acerca de dinero. –Lo dijo con indignación.
-Sólo finge que no me conoces. Yo no diré nada acerca de ti. –No nos conocíamos, no sabía si tenía una familia que dependía de él; y eso, también estaba a su favor.
-Seguramente alguien ya me vio contigo. ¿Recuerdas anoche? -Un evento que por supuesto recordaba.
-Lo recuerdo; pero pronto todo terminará. –Estaba a mitad de mi objetivo.
-Eso sólo es sinónimo de que todo empeorará. –Regresó al tono molesto.
-Detective, no me conoces, no te conozco, ¿qué información podrías, o yo podría dar? –Guardó silencio por un período de tiempo, había atinado en las palabras para convencerlo.
-¿Cuál es el trabajo? –Finalmente cedió.
-Hay dos tipos en el mismo club: Román y Ronald… –Me interrumpió.
-¿Ronald? ¿El dueño? –Cuestionó con asombro.
-¿Lo conoces? –Y yo también estaba sorprendido, especialmente porque el dato referente a su posición en el club, había sido diferente.
-Es un tipo extraño. Se sabe que tiene contactos en el gobierno; pero además le gustan las apuestas, por eso, les debe mucho dinero a personas no muy gratas. –Informó sin contenerse.
-Necesito saber sus horarios en el Club –Debía darme prisa. Si el tal Ronald conocía mucha gente, algo podría salir mal, y era lo que menos necesitaba.
-Si estás pensando en hacer algo como lo de Justin, al menos hazlo en la calle, cuando no haya gente alrededor –Sugirió un tanto inquieto.
-¡Para eso necesito sus horarios, y los necesito ya! –No refrené mi desesperación.
-¡Joder! –Escuché un golpe, seguramente se encontraba estresado. Pero eso, no me detendría.
-Conoces mucha gente detective. Ten la información para hoy en la noche. –Colgué de inmediato.
Ya había desaparecido a dos, no quería que sospecharan que algo estaba sucediendo. Tenía que actuar con rapidez e inteligencia.
Continué sentado en la cocina, tomando mi taza de café, planeando mi día. Por la tarde, antes de llamar al detective, limpiaría mi habitación. Y lo que eso significaba, era desprenderme de las pertenencias de Séfora; pero entre más rápido lo hiciera, para mí sería mejor. Creo que con ella el proceso era diferente. Y no me malinterpretes, amo a mis hijos, por supuesto que lo hago; no obstante, era consciente que nos abandonarían, eventualmente ellos dejarían la casa, para hacer sus propias vidas, para formar sus propias familias; y aunque eso era sinónimo de crecimiento exponencial en los miembros, al final, seguiríamos siendo Séfora y yo. Ella era mi compañera, mi amiga, mi amante, mi esposa. Yo la había elegido para pasar toda mi vida a su lado; y saber que ese objetivo, ese sueño, esa ilusión nos había sido arrancada, me hacía sentir una profunda pérdida. Ella ya no caminaría junto a mí…
Eran esos momentos, en los que alcanzaba la lucidez para pensar, los que tenía que aprovechar para hacer lo que debía hacer, dejando de lado mis sentimientos, dejando ese hueco, ese vacío que solía irse acrecentando a cada segundo, cuando los recuerdos se mezclaban con la realidad.
-Ya quedó todo listo. –“Red”, me atrajo a la realidad de la cocina.
-7 mil, ¿cierto? –Comencé a caminar hacia el despacho. –Sígueme. –Le pedí, y él simplemente dejó caer la pesada bolsa que traía en su hombro.
-¿Te vas a convertir en cliente frecuente? –Cuestionó con curiosidad e interés.
-Puede ser. –No tenía la menor idea si dos servicios más, podrían considerarme cliente frecuente. Entramos a mi despacho, y saqué del cajón el dinero.
-No deberías traerlos a tu casa. –Sugirió con seriedad.
-No tengo otro lugar en el que me sienta seguro –En realidad, no había otro sitio. Comencé a contar el efectivo frente a él.
-Tengo un lugar que es ideal para lo que quieras hacer. –Detuve mi actividad, y fijé mi vista en él con interés.
-¿Cuánto me costaría? –Incluso, él contaría con mejores instrumentos.
-8 mil, el tiempo que te tomes; además, la limpieza y deshacernos del cuerpo está incluido –No me pareció descabella la idea, ni el monto.
-Bien. Dame la dirección. –Lo vi sacar de su bolsillo una tarjeta, que me ofreció y tomé enseguida. Después, fue mi turo de extenderle el dinero, que tomó sin titubear.
–Un placer hacer negocios con usted. Quedo a sus órdenes para los futuros servicios que requiera –Me habló con seriedad y finalmente, le vi una sonrisa de satisfacción, fugaz, pero cierta.
Luego del interesante negocio, despedí a “Red”.
Me dispuse a empacar las pertenencias de Séfora, sumergido en recuerdos de lo que fue mi vida con ella, de nuestra familia, para pasar al trágico final de los tres. Repasando y martirizándome con la idea de cómo debí haber actuado, las cosas que pude haber hecho diferentes, dándole un final menos funesto, tal vez con un futuro al menos prometedor.
Las lágrimas surcaron una vez más mi rostro. Ríos se formaron en mis mejillas, en grandes caudales se deslizaban, como la clara muestra de mi infortunio, de mi pérdida. Lancé la lámpara de noche contra la pared. Necesitaba deshacerme de todos esos sentimientos negativos. Esos sentimientos que me hacían perder mi cordura. Y en ese momento, una sola cosa me proporcionaba la paz y el descanso que requería y que anhelaba en ese momento.
Llamé al detective, que ya debía tener la información de los dos bastardos.
-Tengo a Román en la mira. –Habló primero, ganándome.