8. Román (Parte 2)

1504 Words
-¿Dónde están? –Pregunté con emoción. -Vino a hacer unas entregas en una propiedad abandonada en la Avenida 87 –Reveló con prontitud. -Envíame la ubicación y voy para allá –Tendría que ver cómo lo iba a capturar. -Mi fuente dice, que estará aquí hasta que anochezca, así que llega en dos horas –Me estaba ayudando un poco más de lo solicitado. -De acuerdo –Y aceptaría esa ayuda, especialmente porque él era el experto. Estaba un poco desesperado. Veía cada segundo avanzar con una lentitud martirizante. Finalmente, llegó la hora. Arribé al lugar, para encontrarme con el detective, que estaba a una distancia por mucho precautoria. -¡Ahí está! –Me extendió los binoculares, donde se veía un hombre recargado en su auto, tal como lo había descrito Justin. Claramente estaba esperando a alguien. -¡Bien! Si quieres que te pague individualmente, te veo en el bar. O, si puedes esperar hasta que me entregues a Ronald, te p**o ambos. –Le di las opciones, para darme la vuelta y planear lo que haría. -¡Espera! –Su llamado me detuvo. -Lo mejor será que uses esto. –Se acercó, extendiéndome un arma de electrochoque. Levanté la vista con emoción, tomándola. –Cuando se vaya la persona que está esperando, se quedará observando hasta que el auto abandoné la propiedad, para asegurarse de que realmente ya no hay nadie que pueda atacarlo. Ese será el momento en que te acercarás. –Me dio un plan, los pormenores y un arma. -De acuerdo –En definitiva, haberlo contratado había sido un acierto. Comencé a caminar hacia mi destino, viendo cómo el detective se subía a su auto. Lo más seguro es que ya no quería ser partícipe del acto. Una falacia a mi parecer, porque ya era testigo. Y aunque él no sabía con certeza la suerte de mis víctimas, la sospecha de su final debía ser segura en su mente. Esperé con paciencia en las sombras. La noche, una vez más sería mi protección, un silencioso espectador y fiel cómplice de mis perfidias. Observé el trayecto del comprador, desde que bajó de su auto, el intercambió del dinero por la droga, hasta que regresó a su vehículo para desaparecer por donde había llegado. Como si nada hubiera acontecido. Para ese momento, ya me había arrastrado hasta la parte de enfrente del medio de transporte, que usaba mi próxima víctima. Román, caminaba con despreocupación, contando el dinero que le habían dado. Antes de que abriera la puerta, rodé por el piso, para quedar frente a él. -¡Qué mierda! –El tono fue de susto, sumándose al pequeño brinco que dio hacia atrás. No le permití reaccionar más, disparé el arma. Los cables salieron volando a una velocidad impresionante, adhiriéndose a su cuerpo y conduciendo la electricidad con eficacia. El cuerpo cayó, retorciéndose e inmovilizándolo. Tenía que actuar con rapidez, por lo que lo eché a la maletera de su auto tan rápido como pude. Coloqué los cinchos plásticos en sus manos y en sus pies. Lo amordacé y me dirigí a la dirección que me había dado “Red”. Todo parecía indicar que estaban esperando por mí. Desde el recibimiento en la entrada de la propiedad, hasta su asistencia en cada una de mi acciones. Abrí el maletero, Ronald estaba despierto, removiéndose con brusquedad y haciendo ruido con su boca, en un absurdo intento de gritar; pero eso, no le sirvió de nada. Entre tres personas, me ayudaron a sacarlo y transportarlo a la habitación que ya tenían preparada, incluso lo fijaron a la mesa que me pareció de torturas. En lo que ellos se ocupaban de mi víctima, y con sus alaridos de fondo; yo me paseé por la habitación, descubriendo que tenía razón: había toda clase de instrumentos para atormentar, no solo física, sino mentalmente también. -Si hay algo que necesite, no dude en acercarse a la puerta para solicitarlo, habrá alguien a su disposición. –Me hizo saber uno de los hombres que habían cargado a Román. Me giré para observar el escenario que habían preparado para mí. –Gracias –Respondí, y observé cómo los tres empleados salieron en completo silencio. Eliminé la distancia que me separaba de Román, colocándome en su campo de visión, removí la mordaza. -¡Hola! –Saludé con animosidad. Me sonrió. –Así que es verdad – -¡Vaya! Sabes quién soy. Eso lo hace más fácil, sabes qué es lo que quiero. –Ya tenía el último nombre, sólo quería otro motivo para hacerlo sufrir. -¡No te voy a decir ni madres! –Respondió embravecido. -Él que va a sufrir, eres tú. –Me encogí de hombros, para caminar hacia la mesa y elegir el arma que usaría. -¡Déjate de mamadas! –Habló con fastidio. -¡Acéptalo! ¡Tú hijito arruinó todo! –La última frase me congeló. -¡Ya estábamos por irnos, pero no, quiso hacerse el héroe lanzándosele a Justin! ¡Por poco y él también se muere! –La ira se adueñó de mi cuerpo. -¡Cállate! –Grité frustrado, indignado ante su atrevimiento. -¡¿Qué?! ¡¿No te gusta?! ¡Te voy a decir otra verdad! ¡Fuiste tú quien mató a su amada esposa! –Lo interrumpí. -¡No es cierto! –Agarré lo primero que alcancé, sin siquiera ver todas las opciones -¡Cállate! – -¡Eres un pendejo! –Soltó una carcajada -¡En el momento que forcejaste conmigo, la bala le dio a ella en la cabeza! ¡Todo fue la culpa de tú hijo y tuya! – El asco y la repulsión me llegaron junto al auto-juicio, que fue severo. Román tenía razón. Mis manos también estaban manchadas de sangre inocente. Pero en ese instante, era su turno. El machete, cayó directo en su pie derecho. No tuvo la dicha de cortar el hueso, fue hasta el segundo golpe que se desprendió. Una vez más, el placer recorrió mi sistema. Los gritos agónicos llegaron a mis oídos, y por mis pupilas entraba la imagen del líquido borboteando. Pero ese no sería su final. Yo quería más. Me acerqué hasta su oído. -Escúchame. –Hablé con la calma que me había brindado su dolor. –Tú y yo sabemos quién fue el que jaló el gatillo, y por eso vas a morir… -Sería mi turno de burlarme. -¡Bastardo! ¡Hazlo ya de una puta vez! –Lo hice explotar en furia. -Eso va a depender de la velocidad con la que me des la información que requiero. –Continué con la burla, riéndome en su cara. -¡Púdrete! –Me escupió. Y comencé a carcajearme cínicamente. Me acerqué hasta el muñón de su pierna, coloqué un torniquete, y me apresuré a cubrir la herida para evitar que siguiera sangrando. -¿Qué estás haciendo? –Preguntó finalmente angustiado. -¿Qué parece? Curándote. Ya te lo dije, voy a mantenerte vivo, hasta que me digas lo que quiero saber. Tú sabes cuánto aguantas. –Me encogí de hombros con despreocupación, y pedí un botiquín, para poder darle primeros auxilios a esa herida. Admito que me sorprendió. Aguantó como todo un campeón dos días. Para ese momento, ya no tenía una oreja, ni los dedos de la mano derecha, carecía también de la mano izquierda, y ese día, amenazaba con quitarle el pie izquierdo. Su rostro pálido por la pérdida de sangre, los ojos hundidos, el jadeo en su respiración, me hablaba de que ya no iba a aguantar mucho. De cualquier forma, me sentía satisfecho con el resultado. -Está bien… Te diré… Su nombre… -¡Al fin! No pude evitar sonreír ante la victoria. -Ronald… Lo vas a encontrar… en el Club… -Concordó con la información que me había dado Justin. -Descríbelo –Lo presioné. -Sabrás quién es… cuando preguntes por él… está asociado con el dueño del Club –Eso era diferente. ¿Por qué? –Estará esperándote… -En su intento de toser, la sangre brotó por su boca, haciendo que escupiera. Entonces, presté mayor atención a lo que diría. –La madre de Kamil llamó… porque no llegó a dormir… y escuchamos rumores acerca de ti… - -¿Qué rumores? –Lo interrumpí, porque eso último era de cuidado. -Él creyó haberte visto… en el bar que frecuentaba… al final, resultó ser cierto. –La revelación me produjo desconcierto, porque cuando capturé a Kamil, él no lucía estar preparado -Ahora, cumple tu palabra… -Apenas si podía hablar. Me acerqué con machete en mano, sus ojos envueltos en temor me observaron una última vez. Hundí de apoco la hoja afilada en la carne, produciendo un corte transversal, que me produjo la liberación que estaba comenzando a conocer y disfrutar. El sonido de su garganta ahogándose, la pérdida de sangre y del brillo en su mirada, me aseguraron que la vida lo había abandonado.
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