Lloré, lloré hasta que ya no salió una lágrima más, hasta que se me hincharon los ojos y me dolía la cabeza, aún seguía doliendo, mi padre me había golpeado, aún no podía creerlo, sus palabras siempre habían dolido, estaban presentes en cada momento de mi vida como un fantasma que me recordaba el fracaso y la decepción que era para él, fue así desde niña, él me obligaría a contraer matrimonio con Hassan, me llevaría del cabello si pudiera con tal de deshacerse de mí, era una carga, su dolor de cabeza, su enfermedad.
Yo respetaba mi cultura y tradiciones, creía en ella, amaba a mi familia, daría la vida por ellos, pero había nacido con este defecto, nunca iba a ser como ellos y si Hassan era el hombre impecable que ellos decían, le estaban dando una mercancía dañada, porque eso era yo; mi padre tardó años en corregirme de esa manera, no creo que Hassan tenga la misma paciencia, me aterre al pensar que tipo de vida me perseguirá a su lado y la vergüenza que sería para su familia al ver el tipo de esposa que soy, luego pensé en mi familia y lo que sucedería si fracasaba en mi matrimonio, no podía permitirlo, no podía decepcionar más a papá en este lugar.
Fui al baño, me limpie el rostro y me cambié la ropa, tome una bolsa y metí toda la ropa que pude, pensé rápido en las cosas que iba a necesitar, me lleve mis joyas y algunas cosas de valor, seguro me darían algo por eso, ajustaría con el poco dinero que tengo.
Dí un salto cuando escuché la puerta de mi habitación abrirse, Kaashika entró, ví su rostro palidecer cuando vio la bolsa en mis manos.
–¿Qué estás haciendo, Prahla?
–Me voy, soy una enfermedad aquí –respondí decidida.
Ella se acercó, tomó mi mano para detenerme.
–No lo hagas, podemos resolverlo, pero no te vayas, por favor.
–Si no lo hago, papá me obligará a casarme con Hassan.
–Hassan es bueno, Prahla –intentó insistir –. No conseguirás a alguien mejor, papá tiene razón.
–Yo no lo conozco, casi no hablamos, no sé si me gusta o yo a él.
–¿Casi ni hablaron? –cuestionó ella –. Quiere decir que si lo hiciste, hablaste con ese médico.
–Solo fue un saludo –confesé.
–Prahla, ese hombre es atractivo y tiene buena familia, dale una oportunidad, no puede ser tan malo.
–No lo amo –aseguré.
–Sé que crees en el amor, pero a veces es mejor ver otras cualidades, tal vez lo llegues a querer –señaló con una sonrisa.
–Pero él a mi no –mencioné – Él no va a querer a una mujer como yo, soy distraída y no puedo hacer un simple Rokka sin decepcionar a alguien.
Volví a mi maleta y seguí guardando lo que necesitaba.
–Prahla, por favor, piénsalo bien.
–Ya lo hice, lo siento, Kaashika, pero está no es mi vida, no voy a seguir aquí.
–¿Y a dónde irás? –dudó ella.
–Aún no lo sé, primero tengo que salir sin que me vean o mi papá es capaz de encerrarme en este dormitorio para siempre.
Observé de reojo las manos de Kaashika, las apretaba con fuerza, se mordió el labio y se dio al vuelta para salir del dormitorio, tuve miedo que fuera a decirle a papá lo que estaba haciendo, fui más rápida, cerré mi maleta, sujete mi cabello, revisé que llevará todo, escribí una nota rápida y corta, solo diciendo que me iba y les agradecí por todo, dejé mi teléfono porque podían buscarme o llamarme, no quería tener ninguna relación con ellos, cuando iba a salir la puerta se abrió otra vez y Kaashika entró.
–Es lo que tengo –extendió su mano y me dio algo de dinero y algunas joyas.
–Kaashika, no tienes que darme nada.
–Si, tengo –me interrumpió –. Eres mi hermanita y tengo que apoyarte.
–Gracias Kaashika.
–Ve a Estados Unidos –mencionó –. Este es el número de teléfono de una amiga que conocí cuando papá me llevó en el viaje –indicó –. Ella es buena, seguramente te ayuda.
–Gracias hermanita. –La abracé para despedirme.
–Y no olvides llamarme para saber que llegaste bien, por favor, siempre llámame.
–Lo haré, lo haré, no le digas a papá donde estoy, por favor, solo a ti te llamaré –le pedí.
–No lo haré, pero quiero saber que estás bien.
–Si, te hablaré cuando llegue.
La abracé por última vez y salí despacio y en silencio de la casa mientras todos dormían, como una ladrona, pero no estaba robando nada, los estaba librando de mí, les iba a dar un alivio, tal vez al principio habría algo de arrepentimiento, pero luego sentirán paz al saber que ya no tienen que lidiar conmigo, cuando salí de la ciudad sabía que ya no había vuelta atrás, ahora estaría por mi cuenta y tendría que hacer lo que sea para vivir.