—No me puedo bajar así —sus labios estaban sobre los míos, no tengo idea de lo que hice para liberarme de allí y poder hablar. —Si, tienes razón —se alejo de mi y el vacío fue frío, miro en varias direcciones y tomo su camisa blanca. —Eso no va a cubrir mucho —le dije mientras me enderezaba nuevamente en la silla. —Alessandra ¿Qué estamos haciendo? —me pregunto casi molesto. —Es obvio ¿no? —le conteste aún más molesta. —¡Maldita sea! tienes un ascensor privado que va directo a tu casa y estamos aquí pensando en como no ser descubiertos. Entonces lanzo sobre mi la camisa y me la puso, luego ajusto sus pantalones y se bajo, me tomo de la mano y enredo su saco en mis piernas, me levanto por el aire y caí sobre su hombro como un costal de papas. Subimos tan rápido como el ascensor s