ALESSANDRA CONTRA LOS HOMBRES.
—Alessandra, mírame. Todo va a estar bien, te lo prometo —mis ojos están perdidos en el jardín, un hermoso jardín, imponente y lleno de flores. Parece un sueño, desde donde estoy alcanzo a divisar las personas ir y venir. Los organizadores, los invitados, el cielo se pone algo gris y aunque lo intento no puedo evitar que mis ojos se cristalicen.
—¿Acaso crees que algo puede salir aún peor que esto? —le pregunto a mi madre, que esta a mis espaldas intentando consolarme.
—Hija, tu padre esta hablando con Marcelo, es posible que este confundido, que tenga miedo, son los nervios y es algo normal.
—¿Normal? ¿Me crees tan tonta? La boda debió pasar hace dos horas mamá. Hace dos horas debí haber pasado a ser una soltera codiciada a la esposa de Marcelo Leone. ¿Y tu crees que son nervios de ese cobarde?
—Hija, esta abrumado, pero todo estará bien.
—No mamá, nada está bien. Voy a ser la burla de todo Italia, pasaré de ser la soltera más codiciada a la mujer que plantaron en el altar. Y todos querrán reírse de mi. Hablaran sobre mi hermoso, costoso y exclusivo vestido, desperdiciado por supuesto. Hablaran sobre el menú preparado por el mejor chef de este país y que no llegaron aprobar, del champan, de la música, de la elegante, exquisita y delicada decoración. Hablaran de todo lo que pudo ser y no fue.
—Eso no importa.
—¡Si importa madre! —me exalto y me levanto de la silla, ya estoy molesta. Nunca me han gustado las consideraciones y aunque tengo mi corazón roto en mil pedazos, no voy a permitir que sientan lastima de mi—. Importa porque no soy cualquier mujer en este país y el bastardo de Marcelo lo sabía perfectamente, no le basto con revolcarse con un burdel completo hace dos noches, también necesitaba humillarme de esta manera.
—¿De que hablas?
—Su despedida de soltero, hace dos noches, se fue con sus amigos y allá se revolcó con todas las mujeres de ese lugar. Y lo deje pasar, porque era su despedida de soltero, lo deje pasar porque soy una imbécil. Pero por mi cabeza nunca paso que su amor por esa estúpida asistente fuese más fuerte.
—¿Qué asistente? ¿De qué hablas? —mi madre esta en shock y yo ya tengo una botella en mi mano, doy un sorbo largo y respiro.
—Soy hija de un Ferrara, ¿acaso creíste que no iba a estar pendiente de lo que hacía mi prometido? Antes de salir conmigo tuvo una relación con una practicante de la empresa de su padre, durante los dos años de noviazgo se alejo, pero hace pocos meses retomaron y pensé que era algo pasajero pero es obvio que no.
—¿Tú lo estabas investigando?
—Cada m*****o segundo, mamá —le digo sonriendo y quitándome el velo de la cabeza.
—Hija, si sabías eso ¿por qué seguiste?
—Hoy no lo sé.
Salgo de esa habitación, camino por los pasillos con los ojos sobre mi, todos me miran. Los pocos invitados que aún quedan, deseoso por saber el desenlace, el personal contratado y algunos familiares, eso incluye a mis dos hermanos y mi hermana mayor.
—Alessandra, vámonos —Bianca me detiene y me mira con dolor.
—No tengo porque irme, no soy yo la que hizo mal. No soy la cobarde que dio su palabra para luego huir.
Abro la puerta de la habitación en la que está Marcelo junto a mi padre y su padre.
—¡Salgan! —le digo agitada, pero con la mirada en alto.
—Hija.
—No, el y yo tenemos que hablar.
—Déjennos por favor —pide Marcelo, con la voz tan temblorosa que no puedo creer que yo tuviera sentimientos por alguien tan cobarde como él.
Veo salir a nuestros padres y cierro la puerta con seguro.
—Alessandra, lo siento tanto. Pero...
—¡NO! aquí la única que tiene derecho a hablar soy yo, tu mi querido, te vas a quedar callado y me vas a escuchar muy bien, porque lo voy a decir una sola vez.
Veo que se pone algo pálido y da dos pasos hacía atrás, solo verlo a los ojos me produce nauseas, me da impotencia y me siento estúpida y ridícula por considerar que un hombre de ese nivel era un candidato para estar a mi lado.
—Te vas a ir con tu asistente, te vas a ir del país, te vas a ir a trabajar en uno de los patéticos negocios de tu padre lejos de aquí. Porque no soy yo la que debe huir, la que debe esconderse y tampoco debo sentir vergüenza por tu culpa. Me humillaste y no solo a mi, a mi familia y a mi apellido. Tenías la oportunidad perfecta Marcelo, para hacer que tus negocios crecieran, pero lo arruinaste y con eso me arruinaste a mi —me acerco aún más—, porque aunque me cueste aceptarlo, te amo y te amo con todo lo que se que se puede amar. Sin embargo, me traicionaste, me heriste y me humillaste y no voy a dejar que te salgas con la tuya.
—No tengo porque irme, Alessandra.
—Si tienes. Porque si te quedas, no solo te voy a arruinar a ti, voy a arruinar a tu noviecita y a tu familia y a tus hijos y a los hijos de tus hijos, hasta el día que me muera.
—¡Eres despreciable! —me grita con algo de exaltación.
—¿Despreciable, yo? No me hagas reír Marcelo, fuiste tu el que hizo todo esto, fuiste tu el que provoco esto, no yo. Ahora vas a pagar las consecuencias de tus actos. Tienes dos horas para irte del país con esa mujer, porque no me temblara la mano para arruinarlos y de paso a tu familia. Sabes que solo tengo que levantar el teléfono.
No espero a que me diga nada, solamente salgo del lugar y camino hasta los parqueaderos, se que estoy siendo fotografiada y que mañana seré la comidilla de toda la prensa, pero no me interesa.
Me subo al primer auto que veo, uno n***o. Cierro la puerta y le ordeno al chofer que me lleve lejos del lugar, pero el hombre no se mueve.
—¿Qué sucede contigo? ¿acaso eres sordo?
—Señorita es que yo...
—¡¿Qué?! —pregunto molesta, porque solo quiero irme de ese m*****o lugar.
—Es mi chofer, no suyo —una voz masculina justo al lado del conductor me hace parpadear y darme cuenta que no estaba sola en el auto, limpio mis lagrimas y respiro profundamente, no creí que la vida podía seguir humillándome más.
—Lo siento, no me di cuenta que... no fue mi intención. Con permiso.
Pero antes de que pueda bajarme o abrir la puerta, su voz vuelve a sonar dentro del auto.
—Arranca, tenemos que sacarla de aquí.
El auto se mueve y no tengo idea en que dirección o a que lugar me llevan, pero estoy tan sumida en mi llanto, en mi pena, en mi dolor que no me importa. La velocidad comienza a disminuir y entramos por un parqueadero subterráneo.
La puerta del auto se abre y la mano del hombre que estaba adelante se extiende para ayudarme a bajar del vehículo.
—Es uno de mis hoteles, esta todo listo para que pase el tiempo que necesite. Lamento lo que le sucedió y lo que afectara su apellido y a su familia. Pero la próxima vez busque a un hombre que este a su altura señorita.
Unas mujeres me abordan y colocan sobre mis hombros una cobija, me preguntan mi nombre y les contesto.
Lo busco y mis ojos negros se fijan en su ojos cafés, es d*******e, es imponente y atractivo, masculino y mayor que yo.
—La próxima vez seré yo contra los hombres, gracias por su ayuda.
Le doy la espalda y me voy con las mujeres que me están atendiendo, no tengo idea de quién era ese hombre, pero agradezco que me haya dejado irme a un lugar donde nadie sepa que estoy, un lugar en el que podré lamer y curar mis heridas en soledad.