Había una vez una princesa que vivía en un reino muy lejano, pero poseía una de las riquezas más grandes de su nación, era hermosa y delicada, tanto como una flor, vivaz y divertida, cariñosa y sensitiva. Ella deseaba con todas sus fuerzas amar al hombre correcto y hacerlo tan feliz como pudiese... Así quería imaginar a Alessandra pero no podía, contrario a eso, tenía a una mujer sobre mi cama, con el pelo revuelto y controlándome a su gusto. Mis manos estaban inmovilizadas, mi mente estaba con pensamientos tan corruptos como insanos y Alessandra estaba sobre mi cabalgando con sus senos rebotando sensualmente, quería zafarme y tocarlos, chuparlos, besarlos, pero también me estaba conteniendo porque la sensación de no tener el control me estaba gustando más de lo que podía admitir. Levan