Alessandra, era fuerte lo sabía, pero verla tan vulnerable me recordó que a pesar de su caparazón, uno muy parecido al mío, era una persona. Tenía sentimientos y estaba pasando por un momento no muy agradable. Tal vez debía ser más comprensivo con su situación o sus sentimientos, pero cada vez que intente mover la boca para decirle algo, me recordaba que lo nuestro no era real, que si la había sacado de ese bar, sólo había sido porque mi tío me lo había pedido y porque era perjudicial para nuestro anuncio que sería en menos de tres días. —Envía un ramo de flores a la oficina de la señorita Alessandra Ferrara. —No. —¿Por qué? Eres extremadamente odiosa. —No le gustan las flores. —¿Cómo lo sabes? —Has interactuado con ella, más que yo y no te has dado cuenta —mi asistente me mira c