CAPÍTULO IV—Despues fue la Marquesa de Paddington— continuó diciendo la señorita Whitcham—. Era bonita y se veía muy elegante en las partidas de caza. Dejó aquí sus caballos guardados un invierno completo. Todos nos encariñamos con ella y, desde luego, ella, literalmente, reverenciaba el suelo que el Duque pisaba. Marisa había deseado, cuando llegó al Castillo , averiguar todo lo posible acerca de los amores del Duque, pero ahora, por alguna razón que no acertaba a explicarse, sentía una curiosa aversión de continuar hurgando en su pasado. Le parecía nauseabundo estar escuchando a la señorita Whitcham relatar los pasados amores del Duque y no pudo menos que preguntarse cómo aquella mujer tan chismosa había logrado conservar su actual puesto. No cabía la menor duda que la secretaria conv