Era cierto que, todas las noches, bajaba a la biblioteca, después de cenar con la señorita Whitcham. Pero la enorme variedad de libros que había aparecido ante sus ojos resultó tan interesante y tan tentadora, que, en vez de llevar a cabo las investigaciones que necesitaba, se dejó cautivar por las recientes ediciones de libros de los que había oído hablar, pero que no había tenido oportunidad de leer. Se acercó al estudio del Duque, donde sabía que él se sentaba habitualmente. Entró con la cabeza alta, aunque diciéndose que, por el bien de Aline y de ella misma, no debía comportarse con arrogancia. El estudio daba hacia el lago y el sol se ocultaba ya, más allá de los pinos, enviando reflejos dorados a la habitación. Ella permaneció de pie en el umbral de la puerta. Su cabello se veí