CAPÍTULO IIIEl Duque de Milverley salió malhumorado al andén de la estación de St. Paneras. Había viajado, desde el Castillo de Dunrobin, en Escocia, en el tren privado del Príncipe de Gales. Durante el trayecto, los lacayos reales habían servido la cena y, por la mañana, despertaron a los invitados con los periódicos del nuevo día, que recogieron en Crewe. El Duque había jugado al bridge con los caballeros que lo acompañaban hasta la madrugada y ello hubiera explicado que ahora no se sintiera en su mejor forma, de no haber tenido un motivo más importante de preocupación. La partida de caza del Duque de Sutherland, en el Castillo de Dunrobin, había incluido al Príncipe de Gales, quien llegó procedente de Balmoral. Su esposa, la Princesa Alejandra, y las dos jóvenes princesitas, Victoria