—A mí me parece que debe ser muy divertido verlos llegar— dijo Marisa—. ¿No te parece que los carruajes de muchas personas se parecen a ellas? Algunos son elegantes y ostentosos como sus dueños, otros, sólo calesas viejas y desvencijadas, como ocurre con los caballos muy lentos, que casi siempre pertenecen a hombres viejos que usan sombreros aplastados y fuman pipas de arcilla.
Aline se echó a reír.
—Algunas personas— murmuró la niña—, parecen caballos.. . tienen cara de caballo.
—Con frecuencia he pensado lo mismo— dijo Marisa.
Habían cruzado el corredor para entonces y Marisa vio que dos de sus baúles de tapa redonda se encontraban ya en su habitación. Faltaban aún dos más, pues su tía Kitty había sido en extremo generosa.
Una doncella de agradable rostro se encontraba levantando la
