Desperté por el ruido de la ducha, me dolía el cuello, había pasado frío porque la sábana se me cayó y para el colmo era temprano y ya ella estaba despierta. Entré a la habitación mientras ella se bañaba.
—Buenos días. —dije en voz alta. Ella no respondió. No entendía como ella podía ser tan desordenada, había una almohada en el suelo, se había quitado la camiseta, la sábana rozaba el suelo y por lo visto estaba buscando en mis cajones.
—Vamos a salir. —dijo, entreabriendo la puerta del baño.—Prepárate, chico.
Me cambié rápido mientras ella estaba en el baño, dejé todo su desorden como ella lo había dejado y la esperé de pie junto al armario.
—Buenos días.—le volví a decir cuando salió del baño.—¿Dormiste bien?
—¿Cómo crees que puedo dormir bien en una cama tan dura e incómoda? Dormí, mas no descansé, solo dormí. Tengo mucho tiempo despierta a esperas de que tú te despertaras. Debimos de salir temprano. ¿Ya estas listo? ¿Has hecho algo de desayuno? ¿Preparaste algo?—me quedé mirándola; para haber dormido mal, haber dormido poco, tenía buena cara. Ni seña de una posible resaca.—Di algo, no te quedes callado, chico.
—Lo siento, pensaba. No he preparado nada. Pero ya estoy listo.—esperé con paciencia a que ella se dignara en arreglar la cama, pero en vista de que no tenía pensado hacerlo y que solo tomaba sus cosas para irnos, me senté.
—Vamos, vamos chico.—ella estaba junto a la puerta de la habitación, esperando que yo la siguiera mientras ella me llamaba como si fuera un perro.—Chico, vamos.
—No me moveré de aquí hasta que arregles la cama en la que dormiste. Mira como la has dejado y piensas irte sin hacer la cama. ¡Que mujer mas desordenada!
—¿Estas delirando?—venía caminando hacia mi con pasos muy lentos, pero llegó.—¿Crees que voy a hacer tu cama? ¿Por quién me tomas? ¿La mucama?
¡Ay! Aquí no era mi jefa.
Me puse de pie, indudablemente quedando mas grande que ella, levantó la mirada, dando con la mía, era desafiante y me daba gusto que fuera de la oficina yo podía responderle también, aquí no había ningún nivel y ella tenía que darse cuenta cuanto antes.
—Has dormido en la cama, te corresponde arreglarla y no me moveré de aquí hasta que lo hagas. No es tan difícil, seguro que no se te caen las manos. —me crucé de brazos y permanecí inmóvil, sin vacilar, ella iba frunciendo su ceño cada vez, arrugando su cara y mordiendo sus lindos labios. Soltó un resoplido y después retrocedió unos pasos, tiró su bolso y luego comenzó a arreglar la cama, empujándome hacia un lado para que yo me quitara.
Lo lindo de todo esto, solo era que yo había ganado, lo malo del caso era que mi cama estaba echa un desastre y que Charlie no sabía arreglar una cama. Quise echarme a reír pero la verdad no tenía ni ganas de burlarme.
—¿Qué tal ha quedado?—preguntó, sonando un poco orgullosa con su hazaña.
Las almohadas seguían en el suelo y ella daba por hecho que la cama estaba lista, las sabanas de abajo estaban tan arrugadas y amontonadas, que se notaban claramente sobre las sabanas de arriba y al parecer había una prenda debajo de las sábanas‚ estaba todo torcido y lejos de estar bien.
—¿Es…la… primera vez que…arreglas la cama en la que has dormido?
—¿Lo he hecho bien?—preguntó otra vez, cargada de ilusión, no quería arruinarle eso, pero tampoco podía decirle que la cama estaba bien arreglada, ya que no lo estaba.
—Pudo haber quedado mejor, pero es como el beso, tienes que hacerlo varias veces hasta que quede bien.
—Entiendo. ¿Quieres que lo haga varias veces hasta que quede bien? Mira la cama, acuéstate en ella e intenta soñar con eso, aunque no lo lograrás, porque ¡ni en sueños vuelvo a arreglar tu cama! Ahora sal, que estás tentando tu suerte, tenemos que irnos ya.
He de decir que … lo intenté.
Pero la malvada bruja tenía sus trucos y era muy poderosa.
No sé a dónde íbamos, ella no dijo nada, aunque ya no era necesario, veía los campos de golf a cada lado nuestro mientras nos adentrábamos en la fina carretera. Seguro que por eso le dijo la mentira a su padre, ya ella tenía esto planeado.
—¿Por eso dijste que yo jugaba al golf? Te cuento que no sé ni como agarrar el palo correctamente.
—Te gusta el béisbol, será igual.—¿cómo carajos sabía que me gustaba el béisbol? Quizás por el bate al lado de mi cama.—Además, te he traído para que te enseñen. Tendrás un instructor, has llegado tarde a la cita.— se aparcó y bajó con rapidez, me apresuré a seguirla, una señorita nos esperaba en la entrada de lo que parecía el lobby del club, le dio dos llaves en sus manos y nos dirigimos a un pasillo lleno de puertas. —Aquí tenemos que cambiarnos, he ordenado muchas tallas, tus brazos son muy grandes, no se si te iba la M. En vista de que somos pareja, de hecho ya tu nombre está arreglado junto al mío en el club, no puedes tener una habitación diferente. Ponte contra la pared mientras yo me cambio y luego yo haré lo mismo.—Me fui junto a la pared y la escuchaba cambiarse. —Listo, toma la talla que mejor te quede.—llevaba una corta falda en su uniforme todo blanco con rayas grises en los bordes, también se había puesto una gorra. Se pegó a la pared pero no se dio la vuelta ni lo iba hacer.
—La próxima vez, te miro. —me quejé mientras me desnudaba. Sus ojos se movían con mis movimientos y yo le sostenía la mirada.
—No, no lo harás. Te dije que si me miras, te sacaré los ojos y no era un chiste.—terminé de vestirme bajo la lupa de sus ojos. —Luces bien, eso es bueno. El uniforme te queda perfecto. Toma eso que está en la esquina y sígueme. —Yo tenía hambre. Estaba mujer además de levantarse muy temprano, podía jugar al golf sin desayunar, pero yo no. La seguí cargando el bolso con los palos hasta que llegamos a su carrito.
—Déjame conducir.—dije casi como una súplica, viendo todo el campo, ella pondría ese carrito a volar por los aires junto conmigo.
—No.— respondió con sequedad. Se quedó mirando a la lejanía hasta localizar un punto en específico y luego se dirigió allí, mientras yo me sujetaba de donde podía, mi trasero saltaba y volvía a pegar en el asiento, una y otra vez hasta que ella se detuvo.—Buenos días, instructor. Aquí le traigo a mi NOVIO para que le enseñe algunas técnicas, él tiene lo básico. —¿Lo básico? Me haría pasar vergüenza para luego quejarse.—Por favor, lo dejo en sus manos.
Al menos el hombre parecía amable.
Ella comenzó a alejarse y yo fui tras ella, sujetando su brazo.
—¿A dónde vas? Quédate conmigo, este juego para mi es aburrido.
—¡Charlie!—un hombre dijo su nombre detrás de ella, miré por encima de su cabeza, venía hacia acá. Ella rodeó mi cintura con torpeza y levantó su cabeza, chocando muy torpemente sus labios con los mios, me dio un horrible beso con los ojos abiertos mientras su boca hacía no sé qué cosa con la mía, ni la primera vez lo hizo tan mal.
—Sonríe. ¿Ya se acerca?
—Viene detrás. ¿Quién es?
—Nadie, solo sonríe y finge que hablamos.—ella estaba nerviosa, sus mejillas se sonrojaron y no supo que hacer cuando aquel hombre se acercó.
¿Quién era él y por qué ponía tan nerviosa a Charlie?
Una cosa esa segura, él la llamaba por el mismo nombre que yo y ella había venido aquí conmigo a propósito.
¿Le gustaba ese hombre?