Llegué a mi casa alrededor de las dos de la madrugada, no había podido dejar de leer el libro de Patricia y esta no estaba dispuesta a enviármelo por correo, así que quedamos para seguir al día siguiente con la lectura, nuevamente en la misma cafetería, tenia que ser en la noche porque a esa hora ella y Chris terminaban de trabajar.
Era un buen libro, entendías la esencia que tenía desde un par de líneas, te atrapaba y solo tenías ganas de terminarlo. Así me encontraba hora. Quizás si podría mostrárselo a Charlie luego de que lo terminara, aunque no era nada seguro. Todo tenía un proceso y los libros que ella me daba a leer de romance, ya ella misma los había calificado. No eran al azar. ¿Cómo podría darle introducción al libro de Patricia sin haber pasado ninguno de los requisitos principales y solo haber sido llevado por mi? Aquello no era un juego, estaban muchas pautas a seguir, pero no solo eso, los diferentes departamentos que no se podían saltar y la parte mas importante, saber si no era plagio, una obra robada o cosas por ese estilo.
—Te he llamado dos veces, chico. ¿Qué pasa? ¿Estás preocupado?—estaba frente a mi escritorio y yo ni me había nada cuenta.
—Anoche conocí a alguien.—le dije.
—No te enamores.—dijo de forma brusca, tal cual era ella.—Nuestro año de matrimonio ni ha comenzado, podría parecerte eterno y a ella por igual. Ya eso lo hemos acordado.
—No se trata de eso.—aclaré.—Anoche un amigo me presentó a una compañera de trabajo, ¿podemos hablar dentro?—señalé la oficina. Ahora los demás siempre estaban atentos a cada conversación de nosotros dos.
—Pasa.
—Me presentó a su compañera de trabajo, se llama Patricia y es escritora.—retomé la conversación al estar dentro.
—¡Qué casualidad!—frunció el ceño, yendo a sentarse a su trono. Esta mañana llevaba el cabello suelto, recogido detrás de su oreja en el lado derecho, exhibiendo unos lindos aretes largos que brillaban mucho. Como siempre, le gustaba usar vestidos, mostrar sus piernas, escote. La tela y ella como que no se llevaban bien, amaba las cosas cortas para vestir. Y su forma de caminar, era parecida a la de un animal salvaje y peligroso, siempre que avanzaba hacia mi, la sentía como si un lince se deslizara de manera magistral en mi dirección, con cautela y midiendo cada paso, siendo firme y letal.
Mi mente la veía de muchas maneras, quizás era yo el que estaba un poco saturado de libros.
—¿Puedo continuar?—ella se cruzó de brazos. Sabía que no era casualidad, Chris me la presentó justo por eso.—Estuve anoche leyendo su libro, no me dejó tener una copia, solo puedo leerlo frente a ella, es muy precavida. El libro… es muy bueno.
—No eres un experto, chico.—era de esperarse que ella diría eso.
—Es romance, es…lo que leo. Puedo decirte que es bueno. ¿Sabes cuántos libros me has dado a leer estos últimos meses? Todos y cada uno de ellos de romance.
—Si.—respondió.
—¿Qué? ¿Sabes la cantidad de libros que me has dado a leer?—era increíble, espeluznante.
—Obvio. Estos meses, desde que te asigné eso, has leído cuarenta y siete libros.
—¡¿Qué?! ¿Tantos?
—Esa es la cantidad. No es para tanto.
—Pues mira, he leído muchos. Te puedo decir que este es bueno, terminé tarde, hasta que ya ella se tuvo que ir a su casa. Es buena, está terminado.
—Chico, si su libro es bueno, ¿por qué tiene que volar escalones accediendo a ti directamente? Podría simplemente hacer las cosas como todos los demás, dale el contacto y que inicie las comunicaciones, no veo porqué tengamos que darle un trato especial, y no solo nosotros, si es tan bueno, podrá ir a cualquier lugar.
—Ella… no quiere un trato especial, ni de mi, ni de ti.—intenté aclarar, era algo que Patricia también había dejado en claro.
—¿Seguro? Parece todo lo contrario. Debió de pedirte el contacto, no intentar hacerlo a través de ti.—ella estaba usando la información que le daba para hacer quedar mal a Patricia. ¿Tenía que ser siempre la villana?
—Veo que estas malinterpretando las cosas.—dije incómodo, poniéndome de pie. No creía que esas fueran las intenciones de Patricia. Me dio su libro a leer y era muy bueno, pero ella tenía miedo de que se lo pudieran robar. Era muy precavida. —Quizás si ha pensado hacer las cosas como ya mencionas, pero no es fácil confiar en los demás, imagino que eso le pasa a ella, no se fía de las editoriales.No quiere que le haga el favor, su libro es bueno. El favor sería para nosotros.
—Quiero ver a tus padres otra vez, esta vez junto a ti. Vayamos este viernes a su casa y quedémonos el fin de semana.
—¿Por qué cambias de tema de forma tan drástica?
—No me interesa la historia de esa tal Patricia, a menos que realice el debido proceso. Está claro que la acabas de conocer y la defiendes como si la conocieras de toda la vida, lo que yo digo no está errado, pero te empeñarás en llevarme la contraria y paso. Yo tengo la razón.—sentenció de manera firme.
Quizás había sido un error comentárselo tan pronto.
—Está bien.—Ahora estaba el tema de ver a mis padres, pero quedarnos allí podría ser mucho, para mi, no para ellos.—Podemos pasar el sábado, todo el día y partir en la noche, regresar a casa. No me parece bien que quieras pasar todo el fin de semana, podría ser mucho para ambos.
—Vayamos este viernes a su casa y quedémonos el fin de semana.—había repetido, en desacuerdo con mi sugerencia.
—Escucha, Charlie.—volví a tomar asiento.—Esto podría ser peligroso, no sabes nada de mi, no tenemos una historia del todo elaborada. Mis padres no serán como los tuyos, querrán indagar, eso te lo aseguro. —solté un suspiro, preocupado. —Podría salir mal. Mi mamá te hará un montón de preguntas que no se llenarán con mentiras.
—Tengo que conocer a mis suegros, mamá me está presionando para conocerlos. Entiéndeme. Además, ya la historia está elaborada, que no la conozcas es otra cosa.
—Cuéntamela.—Empezaba a no ser tan raro que nos tuteáramos, solo faltaba que ella cambiara ese carácter, o la forma de dirigirse a mi, era muy agresiva y tajante.
—Tienes casi ocho meses de trabajar aquí.— y se supone que solo iba a durar un año, en lo que aparece mi trabajo ideal, o hasta que ella decida hacerme la cita para mi trabajo ideal, todavía ese tema no salía a relucir otra vez.—Llevamos cinco meses saliendo, en ese tiempo, como papá quería que yo me casara, lo viste claro, decidiste que nos casáramos, haciéndome una linda propuesta de matrimonio, de la cual ambos obtenemos un beneficio pero no debemos mencionarlo. Esa es la parte de cara a mis padres. En cuanto a los tuyos, mismo tiempo de relación, pero este matrimonio sucederá porque nos amamos, ¿queda claro? Mi amado novio.—me guiñó un ojo y sonrió.
—Está bien, pero no sabes nada de mi.
—Por esa razón, vendrás esta noche a dormir a mi casa, y el resto de los días hasta el viernes cuando viajemos hasta donde tus padres, ¿está bien? Organiza una maleta o algo con tus cosas, de paso las dejas en mi casa, para cuando mis padres vayan de visita. Estaremos viviendo allí esta semana y volvemos al trabajo juntos, al igual que en la salida. He cancelado todo lo que tenía para pasar tiempo de calidad con mi novio.
No sabía qué decir, si preferir que se quedara en mi casa o aterrarme porque yo iría a la de ella.
¡¡Tierra, trágame!! De esa manera mi existencia sería más fácil.
—Esta noche no puedo, he quedado con Patricia.
—Cancélale. Esto tiene prioridad, su libro no se moverá de allí.
—Como…ordene, capitán.—de todos modos, en casa de mis padres tendríamos que dormir en mi diminuta habitación, no tenía un sofá allí y no podría bajar al del salón, lo mejor sería ya dormir con ella de una buena vez. Sin rodeos.—Me gustan mucho los vegetales, amo a los niños, cualquier canción que la letra sea buena y cuente una historia, no me gusta la lluvia pero si el olor que deja, me encanta el olor del café, pero siempre que intento tomarlo me parece muy amargo. No tengo comida favorita ni un color de preferencia, mi pelo me gusta tal como está, no aplastado como me lo quieres imponer tú. Le he tomado cariño a los libros de romance gracias a los cuarenta y siete libros que me has dado a leer, solo leía libros de leyes, mi padre fue el que me dijo que estudiara esa carrera, mi madre quería que fuera doctor, no tengo hermanos y no soy rico. No esperes una mansión. Mi cama es pequeña y no pretendo dormir en el suelo. Si vienes a dormir a casa de mis padres conmigo, créeme, tendré que darte muchos besos, abrazarte con constancia y estar pegado a ti mientras miro tus lindos ojos, admirando tu belleza y presumiendo de tus cualidades frente a mis padres, porque así soy en mis relaciones amorosas y ellos lo saben, debería de serlo más, ahora que encontré con quién casarme y compartir mi vida. ¿Estás segura que estás preparada para todo un fin de semana en casa de mis padres?—le di mucha información mía y de paso intentaba hacer que se arrepintiera, que se asustara un poco.
—Ya conozco la casa de tus padres, ¿se te olvida? A ver…—levanté la mirada hacia ella y escribía con rapidez.—Listo. Tengo todo eso anotado. Muy bien. Los besos no me importan, también se fingir, creo saber hacerlo mejor que tu, en cuanto a compartir cama, por eso empezamos desde hoy. Jamás he compartido una cama con nadie así que podría resultar incómodo para mí al principio, me iré acostumbrando.
—Espera… ¿Estabas escribiendo lo que yo decía?
—Tomando nota. Desde luego, aunque hablas muy rápido, pude hacer unos cuantos garabatos y algunas cosas de las que mencionaste, ya las sabía.
—Que absurdo.—dije, salí de su oficina.
No iba haber manera en la que ella se arrepintiera de su decisión y cancelara el fin de semana con mis padres.
Llamé a Chris para que le dijera a Patricia que no podría verla hoy ni el resto de la semana. Tendría que dormir con la tirana en su casa, con ella, en la misma cama.
A la hora de la salida, Charlie me llevó hasta mi casa y allí yo hice una pequeña maleta, que sería también la que llevaría a casa de mis padres.
No tenía la más mínima idea de donde ella vivía, pero no imaginé que sería tan cerca del trabajo. Mínimo a unos quince minutos en coche, cerca del centro de la ciudad. Llegamos a un lujoso edificio que tenía pinta de un hotel, el simple aparcamiento subterráneo ya era asombroso y luego en el ascensor parecía que cabía un elefante de lo amplio que era. Fuimos hasta el último piso, los pasillos tenían lindas alfombras y a pesar de la hora todavía entraba la luz del día, de lo bien pensado que estaba todo. Pasé mi mano por la pared, sintiendo la suave textura en mi mano. Ella abrió la puerta de su casa y pude sentir el olor de su perfume nada mas entrar. Todo olía a ella.
—Por favor, quítate los zapatos. Suelo andar descalza por mi casa.—hice lo que ella dijo, quedándome en calcetines. Estábamos en el recibidor, tenía varios percheros, un espejo y un envase para los paraguas.—Eres bienvenido. Déjame mostrarte la casa para que te sientas cómodo durante estos días.
Era una casa muy acogedora, con un espacio adecuado para ella, no era demasiado grande pero sí tenia una linda decoración, además de una amplia biblioteca.
—Esta será nuestra habitación.—acabábamos de entrar.
—Puedes acomodar tus cosas en ese armario, te he hecho espacio porque algunas cosas se quedarán aquí. Te dejo solo para que te acomodes.
Lo primero que hice una vez que ella cerró la puerta de la habitación, fue arrojarme en la cama.
¡Era muy cómoda!
Saqué mis ropas y las acomodé en el armario, después fui al baño, entendiendo porqué ella se quejaba del mío. Esto era una maravilla.
Lo raro de todo era… que mi corazón actuaba de forma nerviosa en mi pecho. Dormiríamos aquí hasta el viernes y luego lo mismo en casa de mis padres. Esto se iba poniendo cada vez mas serio, no se si ella también lograba darse cuenta.