Día de playa

2442 Words
Me desperté con mi brazo y mi pierna sobre algo suave y firme, moví mi cabeza y luego abrí los ojos. Había llegado la mañana y con ella esta vergonzosa posición en la que me encontraba con chico. Sus enormes ojos me estaban observando. Retiré con lentitud mi mano y después mi pierna. —Lo siento, quizás anoche me moví mucho.—dije avergonzada por estar tocando su cuerpo. —Lo hiciste. —Disculpa. Estamos un poco ajustados aquí.—la cama era pequeña, pero estaba cómoda. —Era lo normal, menos mal que fuiste tú y no yo, o mi brazo y mi pierna te iban a pesar. ¿Has dormido bien? —Si, ando un poco mas acostumbrada a que nuestros cuerpos estén en la misma cama, me voy sintiendo cómoda.—había dejado de ser tan extraño dormir con un hombre, el no se movía mucho, pero yo creo que tenía frio y me limité a buscar el calor y así di con él. —Aún no te levantes, es muy temprano y es sábado, mis padres se levantan tarde.—dijo, cuando vio mis intenciones de salir de la cama. —Está bien. Tenía que decirte algo, creo que… he olvidado la práctica sobre los besos, quizás debamos besarnos un par de veces antes de salir. No quiero que choquemos los dientes. —antes era vergonzoso decirlo, pero ahora me resultaba más vergonzoso no besarlo bien. —Está bien, lo hacemos antes del desayuno, seguro que mis padres han hecho algunos planes para este fin de semana, no te aburrirás. —Está bien. —Una cosa mas, ¿sigues molesta conmigo? —No, no estaba molesta contigo, solo molesta. Ya estoy bien, no te preocupes. —Menos mal, llevaba sintiéndome angustiado unos días. Dorian me gustaba, era algo que sabía hace mucho pero habían muchas cosas que no me gustan de él. Cosas serias. Mi trabajo era algo que me importaba mucho, mucho mas que tener una relación porque esto requería mucho tiempo y no daba para compartirlo con otro, yo era consciente de eso, no me animaría a tener una relación donde el otro estaría quejándose por mi falta de tiempo invertido en los dos. No era como que tuviera miedo a una relación o al amor en sí. Dorian sabía que él me gustaba, yo sabía que yo le gustaba, pero al rechazar su propuesta para ser novios, quedaron claras muchas cosas, como el hecho de que puede gustarme una persona y no volverme loca o que también estar sin pareja es una decisión y no tiene nada de malo. Durante mucho tiempo, Dorian fue para mi el hombre ideal, no el hombre ideal a mi gusto, el hombre ideal para una mujer. Lo idealicé, debía de admitir. Luego, comenzamos hablar de cosas mas a fondo y yo siempre estaba en desacuerdo sobre ciertas opiniones que él tenía, el solo sonreía, como si yo no podría estar hablando en serio. Antes de yo tomar la editorial, recuerdo que se lo comenté y sus palabras exactas fueron: “—Es un buen trabajo, algo simple, sencillo, muy fácil. Como mujer, podrás hacerlo.” Nunca he sido de quedarme callada, ocultar lo que pienso o no expresar mi desacuerdo, pero en aquel momento guardé silencio, solo para ver hasta donde llegaba este hombre que para mí había resultado ser perfecto. Entonces, no me quedó mas que aceptarlo, pero no aceptarlo para mí; aceptar que Dorian era un estúpido y que eso no cambiaría. Poco tiempo después, mi madre comenzó a preguntarme por mis parejas, como si aquello fuera un requisito para mi vida, es decir, si tenía bien, pero creo que si no tenía, también tenia que estar bien. Hasta que comenzó mi pesadilla y mis padres querían que me casara si quería seguir estando a cargo de la editorial. Todo lo que mi mente dijo fue: ¡Dorian no! Al menos en eso estaba de acuerdo. Estaba chico, no podía ser nadie mas. Tenía que ser él. Era alguien muy paciente y calmado, jamás me levantó la voz, a pesar de todos mis berrinches, nunca hubo una mala contestación, me tenía paciencia. Pero sobre todo, era una buena persona. Comencé a observarlo y sí lo era, sus acciones lo demostraban. Fui midiéndolo poco a poco y me di cuenta de que él no aceptaría dinero, que querría algo más, de todos modos, mi cabeza testaruda quiso saber si era verdad, si el no pediría nada y así fue. Recuerdo muy bien cuando me dijo que lo tratara mejor, era lo que pedía pero yo no creía que eso era posible, que era lo único que podría querer. Ciertamente yo no lo trataba muy bien. No lo pensé dos veces al recurrir al chantaje, me daba pena él, pero le estaba dando algo importante a cambio, me esforcé en descubrir algo que el quisiese y lo encontré. Yo no podía perder lo que mas amaba solo porque mis padres exigían que me casara, no era justo. Sin embargo, su rostro ya me gustaba. Respondía al teléfono con mucha calma, me miraba de forma muy serena a pesar de que seguro hervía por dentro. Sus pensamientos casi se reflejaban en sus ojos cuando yo le hacía algo, a veces me pareció divertido pero nunca llegué a alterarlo. Era agradable, sencillo y lindo. Se estaba sintiendo muy liviano estar con él. Chico… Asher empezaba a gustarme, en cada beso, en cada mirada, en cada acto fingido que me daba, en toda esta mentira, mi corazón saltaba, llamando mi atención. Mi primer beso había sido en sus labios y la sensación después de cada uno era la misma, como si se tratara de la primera vez. Habían muchas cosas de él que me gustaban, de hecho…todo. Siempre me resultó muy lindo. ¿Le gustará alguien más? ¿Qué… pensó de mí cuando me vio desnuda? No mencionó nada de todas mis estrías, pero sin duda él había visto muchas mujeres desnudas, era muy atractivo, seguro que sus estándares eran muy elevados. De todos modos, enamorarse durante una relación falsa, no dejaba ninguna ganancia. Y en todo caso, él me detestaba. —Charlie.—me gustaba que me dijera Charlie, sonaba cálido con su voz.—Creo que escuché a alguien salir del baño, aprovecha y entra ahora. —Está bien. —me paré de la cama y tomé mis cosas en las manos, abriendo la puerta despacio y saliendo para el baño. Sus padres eran simpáticos y tenían algo de él o él de ellos. Estaban siendo agradables. Tomé una ducha y me vestí, volviendo a la habitación, el no estaba allí. Guardé mis cosas y aproveché para arreglar la cama ahora que el no estaba. Me deshice de todas las sábanas, tirándolas en el suelo junto con las almohadas y busqué entre ellas cuál era la que tenía que poner primero. Me aseguré de estirarla lo más posible para que no quedara con arrugas y rayas, Maribel me había enseñado bien después de que se lo pedí. Coloqué la de taparnos y la estiré, viendo que no quedara torcida, puse las almohadas en su lugar y todo estaba listo. Me senté en ella, sintiendo cierta alegría de haberlo hecho bien. Satisfacción. Bajé las escaleras pero chico venía subiéndolas y me llevó con él. —Prueba de besos. —me dijo al oído al ver que yo no entendía nada.—Mis ojos se abrieron del asombro y lo seguí de regreso a la habitación.—¿Quién ha hecho la cama?—preguntó. —He sido yo, ¿cómo quedó? —¿Cuando has aprendido? —¿Cómo me quedó? —¡Está genial! Te ha quedado muy bien.—con ese simple hecho, él sonreía. —Te ha quedado perfecta.—se sentó en ella y sus manos se deslizaron por la sábana.—Si te cuesta mucho, no te preocupes, yo lo hago. —Me sirve para aprender, no me molesta. —Está bien, no te esfuerces tanto. —palmeó la cama a su lado y yo me senté, él giró su torso, rozando mi mano que reposaba en la cama. Mis ojos estaban mirando a los suyos y después mi mirada se posó en sus labios, era muy sexi. Su labio inferior tenía una marca que lo dividía ligeramente en dos, aquello lo hacía sencillamente mas provocador.—¿Con lengua o sin lengua?—preguntó, pero mi distraído cerebro no captó al momento la pregunta. Me quedé en silencio. —Charlie. —¿Qué?—tuve que desviar la atención de sus labios y volver a sus ojos. —El beso, ¿cómo quieres probar? —No lo sé, imagino que con uno normal. —Normal, bien. Vamos.—se acercó con cuidado y ahora su rostro estaba muy cerca.—Recuerda, cerrar los ojos, no dejes tus labios del todo cerrados, ven con cuidado hacia los mío y—callé su boca uniendo mis labios a los suyos, dejé mi mano sobre su hombro y sus labios comenzaron el movimiento, mis ojos estaban cerrados y yo solo me limitaba a sentir, a sentir el beso, seguir su ritmo y disfrutar aquel beso “falso” que nos dábamos. —¿Me falta mas práctica?—le pregunté, tocando mis labios para no tocar mi pecho retumbante. —No lo sé.—dijo en voz baja, dejando descansar su rostro junto a mi frente, mi mano todavía estaba sobre su hombro.—Asegurémonos que el otro lo das bien. —¿El otro?—intenté ocultar la emoción, fingiendo que no sabía cuál era el otro. —Donde… tu lengua y la mía… —Ah. Probemos entonces. Mi respiración se fue agitando desde que comenzó el beso. Y al sentir su lengua rozar la mía no pude evitar buscar mas contacto con él. Sus manos bajaron por mis brazos y lo abandonaron para ir a mi espalda, este beso estaba siendo mas largo que el anterior y aquí el aire no hacía falta, solo no despegar nuestras bocas y menos nuestra lengua. ¿Los besos siempre eran tan buenos? Quizás solo era así con chico, aunque eso no podía comprobarlo. —Charlie…—comenzó a decir al separarse, sujetando mi rostro.—¿puedo seguir besándote? —¿Quién mas podría si no es mi prometido? El tercer beso estaba siendo un tanto…apasionado. Mi mano se movía por su cuerpo mientras las de Asher subían de mis caderas a mi espalda y de allí no pasaban, deseaba sentir sus manos en mis senos. Lo empujé sobre la cama, cortando el beso, deslicé mis manos debajo de su camiseta y nos volvimos a besar, ahora el tocaba mi trasero, acercando mi vientre al suyo. —Chico…—dije sin aliente, con mi cuerpo muy caliente y llena de una especie de lujuria hacia este hombre que estaba debajo mío. —Se les enfriará el desayuno.—dijo su madre detrás de la puerta. Él puso su dedo sobre mis labios para que yo hiciera silencio, tenía una sonrisa traviesa y me miraba a los ojos. —Bajamos en un minuto. Estamos haciendo la cama.—respondió él. —Bien. No quiero que le cuenten a sus hijos que los hicieron en casa de su abuela.—soltó su madre entre risas y nosotros no pudimos evitar reírnos también. Chico me abrazó al escuchar que su madre se marchaba. —Buenos días, Charlie. —dijo, llenando mi cara de besos. —Buenos días, Asher. —me dio la vuelta, sujetándose a mi, ahora yo estaba debajo. —Para que seamos claros…—sus manos acariciaban mi rostro con mucho cuidado.—¿Puedo besarte? —Puedes.—respondí. Estaba claro que a los dos nos gustaban estos besos. Nos besamos varias veces antes de bajar las escaleras. Su madre había preparado un rico desayuno muy elaborado. —Charlotte, ¿también podemos llamarte Charlie?—preguntó su padre Frank. —¡Papá! —Claro, pueden llamarme Charlie.—lo miraba a él y sentía sus labios sobre los míos. —Por cierto, tenemos planeado ir a la playa, espero que se apunten también. —Claro que si, a Charlie le encanta la playa.—apreté su mano, mirándolo disimuladamente. No tenía nada en contra de la playa pero los bañadores no eran lo mío, creo que nunca había tenido uno.—Pero no iremos a la playa. —el entendió mi indirecta.—No vinimos preparados y esta tarde haremos algo. Vayan ustedes, le quiero mostrar el pueblo a Charlie. —Es una pena, Charlie la playa de aquí es muy linda.—insistía su madre. —No pasa nada, nos vamos nosotros y los dejamos hacer sus cosas. Asher, no te olvides de llevarla a aquel lugar, puedes tomar mi camioneta porque no creo que su coche entre hasta allá. —Si, papá. Al caer la tarde la llevaré. Mamá, ¿nos harías un par de bocadillos? —Si, después del almuerzo los preparo. A eso de las diez de la mañana, sus padres se fueron a la playa y Asher y yo comenzamos a caminar por el pequeño pueblo. Mientras me mostraba lugares, me iba contando historias de cada sitio. Nos detuvimos frente a una vieja escuela y allí, a través de lo que él narraba, pude sentir lo bien que le fue en la escuela, sin malas experiencias y muchos amigos. Después de eso, llegamos a un pequeño campo de béisbol que se notaba que todavía lo usaban. —Me gustaba mucho el béisbol. Lo amaba, mi deporte favorito. Eché muchas horas del día aquí hasta mi adolescencia. Pero luego todo esto te queda pequeño y las cosas que tanto te gustaban ves como van quedando atrás y frente a ti ya no sabes lo que hay, empieza la vida adulta y todo se llena de incertidumbre y cada cosa va cambiando con rapidez. Es lo que hay, es lo que toca.—dijo con cierta melancolía en la voz, seguimos caminando a paso lento mientras el me abrazaba. El pueblo era pequeño pero solo anduvimos los alrededores de su casa, saludamos a varias personas que él conocía y volvimos de regreso. —Tus padres aún no llegan. —Es día de playa, pasan el día en la playa. No sabía que no te gustara la playa. —Tampoco te lo dije. Dime de ese lugar al que vas a llevarme, ¿dónde es? —Es una sorpresa, saldremos cuando empiece a anochecer. Mientras pasaban las horas, íbamos haciendo otras cosas y charlando de forma amena.
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