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614 Words
Actualidad. Luego de un rato llorando en su habitación, se levantó, seguir así no iba a solucionar nada. Sabía que tenían que irse, o sería peor. Maldición, en ese momento se acordaba de la palabras de ese hombre, le había dejado en claro que se pondría en pie, que su compañía estaría en problemas, pero ella no creía que eso iba a pasar, y ahora todo esto. Él tenía algo que ver, definitivamente lo hizo de nuevo. Pronto se puso a empacar, se arregló y se esforzó en demostrar que todo estaba bien, incluso cuando se desmoronaba por dentro, su vida era un completo infierno ahora, no quería estar en una situación así, pero ¿qué podía hacer? En cuanto su madre la vio, la abrazó con fuerza, y Daniela no quería soltarla. —Mamá... —Daniela, esto es algo que se escapa de nuestras manos. Ya sabes que será complicado, esto es algo terrible. Pero tú padre me dijo que buscaría la manera, no lo sé, tal vez ya está pensando en algo. No podía quedarse tranquila sabiendo eso. Todavía no estaba segura de que las cosas iban a tener una solución, claramente eso podría no pasar, y era una cuestión que la tenía inmersa. —Papá es un idiota, eh, ¿por qué todo sale mal? —El manejo no fue el adecuado. —Así que Marcus tenía razón... —¿Eh? —se separó de su hija y la miró a los ojos, ella suspiró hondo. —Marcus me advirtió de esto, supongo que algo sabía. No lo sé, pero tengo el presentimiento de que ese idiota tiene algo que ver con todo esto, lo siento aquí, mamá —apuntó. Rosa sabía algo más, pero sí se lo decía en ese momento, entonces su hija no querría irse, todo sería peor. Por eso decidió guardar silencio, así evitarse una situación así. ... Durante todo el vuelo, Daniela estuvo pensativa, preocupada muchísimo por el futuro. Perderlo todo solo estuvo en una pesadilla y ahora pasaba a la realidad, se sentía muy mal y triste. No encontraba qué podría hacer su padre, ¿pedir ayuda o mendigar? Maldición, no pensaba las cosas, por su culpa estaba ocurriendo todo eso. Y su inquietud era que no podía hacer nada, incluso si no quería estar de brazos cruzados. Cuando llegaron a los Estados Unidos, Daniela pensó en ir primeramente a la compañía pero su madre la convenció de ir a casa. Se dió cuenta de que su progenitora también estaba actuando un poco extraño. Parecía que algo le estaba ocultado, no le quería decir. O quizá solo era ella pensando eso. Se llevó la sorpresa de ver un lujoso deportivo n***o, uno que no era de ellos, así que llegó a la conclusión de que su padre no estaría solo. Se giró y miró a su madre. —¿Papá está con alguien? —le soltó y Rosa asintió sin decir otra palabra. Daniela tuvo esa corazonada al entrar, y no se equivocó. Pero la estupefacción estaba en ella de solo ver a Marcus Kingman y su padre en la sala. —¿Es eso lo que quieres, Marcus, a mi hija Daniela? —Es justo eso, y esta pesadilla, en la que no tengo absolutamente nada que ver, habrá terminado para ustedes los Jones. Solo denme a Daniela como esposa. Daniela abrió los ojos como platos y se presentó en la sala, indignada con lo que pasaba. Ganas de soltar improperios no faltaban, pero se contuvo otra vez. —¿De qué demonios están hablando? —soltó. La sonrisa de Marcus era soberbia, aires de un ganador. Daniela saboreaba el amargo de la derrota.
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