Minutos antes…
«Ring…ring…» Sonaba el telefono
El sonido del teléfono resonó en la oficina de Archie, interrumpiendo el caos de papeles esparcidos por su escritorio. Mientras estaba envuelto en un apasionado beso con Jade, sabía que debía contestar la llamada. Aunque una importante reunión lo esperaba, Archie era conocido por su falta de disciplina, especialmente cuando Jade estaba cerca. Pero eso no le importaba, ya que creía que su abuelo, el señor Patrick Lancaster de ochenta años, y los demás ejecutivos, siempre estaban al rescate para solventar cualquier asunto urgente. Para él, ser presidente de una gran corporación era solo un título que siempre anheló para las apariencias, más no, una responsabilidad que debía asumir personalmente.
Después de separarse de los labios de Jade, Archie dijo:
―Amor, tengo que responder la llamada y creo que deberías marcharte pronto, tengo una importante reunión―Mirando con picardía su reloj, añadió―Bueno, supongo que empezó hace unos 30 minutos, jajaja.
Jade rodeó sus brazos alrededor del cuello de Archie y respondió sin entusiasmo:
―Está bien, aquel idiota ya nos interrumpió antes y ahora el teléfono.
Archie intentó tranquilizarla siendo con ella muy condescendiente en todo al contrario de Jennifer:
―No te preocupes, nos veremos esta noche. Le diré a Jennifer que tengo un viaje de negocios exprés, jajaja.
Sin perder tiempo, Archie respondió la llamada y del otro lado del auricular escuchó la voz temblorosa de William, el mayordomo de su mansión.
Llamada telefónica:
―Más te vale que sea urgente, William. ¿Qué ha sucedido?
En voz baja, el mayordomo respondió:
―¡Señor, nos han informado que la señora ha sufrido un accidente!
Las cejas de Archie se elevaron y rápidamente preguntó:
― ¿Un... accidente?
El mayordomo le proporcionó los detalles de manera apresurada, mientras Archie luchaba por ocultar su alegría disfrazada de preocupación. Una sutil sonrisa de satisfacción apenas se dibujó en sus labios al escuchar la noticia. Mientras tanto, Jade, al otro lado, lo observaba con ojos abiertos de par en par, intentando descifrar qué estaba sucediendo. Con un gesto de silencio, Archie le indicó que no dijera nada.
―¡Está bien, iré para allá!―respondió Archie con una sonrisa, y luego colgó el teléfono.
Después, se acercó nuevamente a Jade y la abrazó por la cintura.
―¡Amor, Jennifer ha tenido un accidente!―reveló con entusiamo.
Jade, sorprendida por la noticia, preguntó con incredulidad:
―¿Qué? ¿Está muerta? ¿Al fin?
Archie respondió con alegría dibujando aún esa sonrisa maliciosa que siempre tenía en su rostro:
―No lo sé, pero está en observación. Espero que sí.
Jade, con una sonrisa irónica en su rostro, comentó:
―He leído que los aneurismas pueden ser mortales si ocurre una caída u otro tipo de accidente. Parece que su destino ya estaba escrito de todas formas.
Archie la estrechó más fuerte contra él y, con una sonrisa traviesa, dijo:
―Oh, ¿será posible que pronto tengamos un funeral?
Jade, jugando con él, respondió:
―Tal vez, cariño jajaja.
En ese momento, Archie reveló su plan:
―Su muerte me reportará una suma de doscientos millones. Mi padre la quería mucho y bueno la incluyó en el seguro familiar, así que recibiré una gran parte de esa cantidad. Te daré la mitad, como lo he tenido presente siempre desde que dijo que se iba a morir.
Jade bromeó con su respuesta:
―Quiero ciento cincuenta. Después de todo, soy su hermana. Y si te niegas... no tendrás el privilegio de acostarte conmigo, jaja.
Archie cautivado por la radiante belleza de Jade, quien era una pelirroja deslumbrante que se destacaba por su figura voluptuosa y curvilínea, a diferencia de su hermana mayor quien era más delgada. Sus ojos color café, heredados de su madre, le conferían un encanto cautivador y enigmático.
―Mi preciosa y traviesa bebé, te daré todo lo que desees. Estos cuatro años a tu lado me han llenado de una felicidad infinita―susurró Archie, mientras contemplaba extasiado a Jade.
―Mmmm, ya que es motivo de celebración...―Le arregla un poco la corbata―quiero que me compres una cartera Birkin. La amarilla de piel de cocodrilo―demandó Jade, con un gesto de impaciencia con sus pies, sin importarle el caso de su hermana.
―¡Pero te compré una ayer!―respondió Archie, sorprendido por la petición.
Jade puso mala cara y Archie quien siempre satisfacía los caprichos de su cuñada y amante le contestó con voz suave:
―Está bien, te la compraré, pero solo para celebrar el accidente de Jennifer. ¿De acuerdo?
Jade saltó de alegría y rodeó a Archie con sus brazos con entusiasmo.
―¡Sí! Entonces vamos primero por la cartera y luego al hospital. Total, Jennifer está en observación, o tal vez ya esté muerta―dijo Jade, con una sonrisa malévola en los labios.
Archie, dejando a un lado cualquier atisbo de remordimiento, salió del edificio acompañado de Jade, diciendo que su esposa estaba gravemente herida para justificar su ausencia en una reunión importante. Mientras todos se mostraban preocupados, la pareja se regocijaba en su plan perverso. Antes de dirigirse al hospital, hicieron una parada en una lujosa boutique de moda para adquirir el codiciado bolso de piel de cocodrilo amarillo, cuyo precio exorbitante rondaba los cincuenta mil dólares.
―¿Cómo me queda, cariño?―preguntó Jade, admirando su reflejo en un espejo.
―Eres simplemente divina, como siempre―respondió Archie, complacido con la elección de Jade.
―Bueno, me lo llevaré puesto para ver a mi hermanita inconsciente. Me apena, pero de todas formas, ¿ya iba a morir, no es así? ―añadió Jade, esbozando una sonrisa maliciosa.
Luego de su visita a la tienda, la pareja llegó al hospital con los corazones latiendo aceleradamente, anhelando recibir noticias desalentadoras en lugar de buenas. Mientras se dirigían a la recepción para preguntar por Jennifer, fueron interrumpidos por el chofer que había llevado a Virginia.
―¡Señor Archibald, señorita Jade, por fin han llegado! La señora Jennifer tuvo un accidente, pero ya despertó, según me informó Virginia―anunció el chofer con entusiasmo.
Los ojos de Jade y Archie se abrieron desmesuradamente, dejando ver una mezcla de sorpresa y enfado.
―¿Có-como que... mi hermana... despertó? ―murmuró Jade, con ira contenida.
Archie, tratando de ocultar su frustración, respondió rápidamente:
―¿No me dijeron que... tuvo un accidente grave? Eso es lo que... William me informó.
El chofer frunció levemente el ceño al notar el descontento evidente en la expresión de ambos. El enojo y la frustración que se reflejaban en sus miradas no podían disimularse. Sin embargo, desconocían que un espía observaba la escena desde la sala de espera, saboreando su café. Era Hermes, el leal sirviente de Stavros, quien había sido instruido por el moreno para permanecer en el hospital y vigilar si Jennifer se complicaba.
―Ve de nuevo al hospital, quedate allá, yo me quedaré en la junta. Vigila... si la pelirroja no se complicó, lo hago solo por el código no porque me interese―Fue lo que le dijo Stavros al entrar a su corporación.
Entonces, Hermes estando en el hospital, de nuevo observaba a la pareja con detenimiento, deleitándose con un sorbo de café y un bocado de dona pensó:
«Entonces...resulta que este flacucho es Archibald Lancaster. Pensé que sería más alto, y es feo, como que lo digitalizan en las revistas y el internet»