Stavros sosteniendo a Jennifer, en ese momento sintió una mezcla de emociones cuando Jennifer le propinó la bofetada y lo vomitó. Por un lado, su naturaleza fría y desalmada lo tentaba a soltar a la mujer y dejarla caer al suelo con violencia, pero había algo más, algo que despertó una atracción inmediata dentro de él. Jennifer cumplía con todas las características que a él le gustaban en las mujeres, especialmente su cabello pelirrojo, algo que siempre había sido su debilidad. En cuestión de segundos, Stavros la examinó minuciosamente, desde su rostro expresivo hasta su figura seductora, y una voz en su cabeza murmuró, apretando los dientes:
«No la dejaré caer... Hay cámaras y... es una de esas pelirrojas con pezones de color blanco o…rosado claro, justo como a mí me gustan»
En ese instante, el doctor a cargo junto con la enfermera tomó a Jennifer, quien aún mareada y confusa, no comprendía del todo lo que estaba sucediendo, y envió a otra enfermera a administrarle una dosis un poco más alta de sedantes. Jennifer, con los ojos cerrados pero con su voz llena de resentimiento, exclamaba:
―¡Los odio a los dos, los odio! ―murmuró mientras sentía cómo la somnolencia volvía a invadirla.
El doctor observando a la pelirroja, enseguida le dijo a la enfermera:
―Debemos suministrarle una dosis más alta señorita Jones, necesitamos mantenerla sedada para su propio bienestar.
―¡Sí, doctor!―respondió la enfermera, preparando todo lo necesario para realizar la administración.
Minutos más tarde...
En la habitación del hospital, Jennifer yacía sedada y en un profundo sueño, mientras Stavros no despegaba la mirada de su rostro tranquilo. Hermes, con cuidado, sostenía la costosa gabardina oscura que ahora estaba manchada con el vómito de Jennifer, tratando de evitar cualquier contacto directo con aquella sustancia desagradable. Mientras tanto, Stavros, sorprendentemente cautivado por el rostro de la mujer y por todo lo que esa situación desencadenaba en él, prestaba máxima atención a las palabras del médico, examinando cada detalle con ojos calculadores.
Para Hermes, esto era algo inusual, ya que su jefe rara vez mostraba interés por una persona, y menos aún por una mujer. Sin embargo, aquel imponente moreno había hecho una excepción en esta ocasión, fascinado por la atrayente belleza de Jennifer, una mujer que despertaba en él una inquietante atracción según sus gustos. El médico, frunciendo el ceño, compartió la información relevante con ellos.
―La paciente estará en observación durante varios días y ahora sabemos quién es. Gracias a una fotografía que envié a varios hospitales, se ha confirmado que su nombre es Jennifer Lancaster. ¿La conocen, supongo?
Al escuchar el apellido Lancaster, tanto Stavros como Hermes alzaron las cejas, sorprendidos por la coincidencia y la posible conexión con la famosa familia empresarial.
―Lancaster ―murmuró Stavros en un tono bajo y pensativo, recordando que ese apellido pertenecía a la empresa competencia de la suya, una compañía que siempre estaba en su camino para convertirse en el número uno en el mercado. ―Entonces... esta mujer debe estar relacionada con ellos, ¿no?
El médico, con una ceja levantada, preguntó con curiosidad.
―Eh... ¿Conocen a la señorita, entonces?
Hermes, portando sus característicos lentes oscuros, respondió con rapidez y sagacidad.
―¡Claro que sí, doctor! Y, supongo que ya habrán notificado a sus familiares de nuevo, por lo que no tenemos que asumir los gastos jeje. Estaba dispuesto a hacerlo, en caso de que tardaran ―agregó, mintiendo para ocultar sus verdaderas intenciones.
El médico asintió, agradecido por su disposición.
―Sí, estábamos preocupados porque nadie llegaba, pero gracias por estar aquí y colaborar.
El silencio fue roto por la pregunta de Stavros, quien no podía evitar indagar más sobre el pasado de Jennifer.
―Así que... ¿ella perdió a su hijo, no es así? ¿Ese fue el motivo del accidente? ―inquirió, su voz revelando cierto interés.
―Sí, señor, es una tragedia. Desafortunadamente, el accidente fue fatal para el feto. La señora Jennifer debe guardar reposo absoluto para su recuperación física y emocional. El conductor del otro vehículo ya ha sido llevado a la comisaría y se han presentado cargos en su contra, según nos informaron los paramédicos ―explicó el médico con preocupación en su rostro.
Stavros frunció el ceño, sus pensamientos percutían en su mente buscando alguna forma de vengarse.
―Mmmm, esta bien.
Nota de la autora Lily Andrews
Uy, ¿será que Stavros ya le echó un ojo a Jennifer? pues parece que si, despertó su fetiche. Si te está gustando agrega la novela a tu biblioteca de Dreame o Sueñovela. Ahora veamos que sucedió en el siguiente episodio.