Capítulo 10. Stavros quiere comprar flores para la pelirroja

1174 Words
Quien estaba al otro lado de la llamada distorsionaba su voz, protegiendo su identidad. ―Me enteré de que se perdió una carga de quinientos mil dólares. ¿Qué sucedió? ―inquirió el misterioso interlocutor. Stavros, apretando los dientes con ira reprimida, respondió: ―Solucionaré el problema, no te preocupes. Enviaré otro cargamento con… “las servilletas” ―¿Te das cuenta de que eso afectará tus finanzas, verdad? Sabes muy bien cuánto nos cuesta la materia prima, y más aún convertirla en... servilletas solubles para nuestra distinguida clientela―advirtió el misterioso interlocutor. Stavros, luchando contra su propia frustración, replicó con determinación: ―Lo sé. Asumiré toda la responsabilidad. De cualquier forma, trabajaré arduamente para llevar nuestra compañía hacia nuevas alturas y así recuperar la pérdida de los quinientos mil dólares en tan solo un día. He informado a nuestra clientela V.I.P sobre el retraso y Petra se está encargando de producir más material. ―Excelente ―respondió la voz misteriosa desde el otro lado de la línea. La llamada finalizó bruscamente, dejando a Stavros con frustración palpable. Buscando desahogo, se dirigió nuevamente hacia la ventana para fumar y contemplar el paisaje, apretando su mandíbula como una muestra de sus ganas de librarse de esta carga de quinientos mil dólares. Mientras exhalaba el humo denso del cigarrillo, susurro para sí mismo: ―Debo ser el más grande, para deshacerme de este "Oso". Necesito matarlo. Después de unos minutos, la puerta se abrió de par en par y entró Hermes, su asistente de confianza que venía con una sonrisa deslumbrante en su rostro, trayendo consigo noticias prometedoras para su jefe. ―Señor, ¿puedo pasar? ―preguntó Hermes, presintiendo el estado de ánimo tenso de Stavros. El magnate lo miró con detenimiento de reojos durante unos segundos y, mirando de nuevo hacia el imponente paisaje, despectivamente respondió: ―Ya estás aquí, idiota ―dando una larga calada a su impecable cigarrillo. Hermes se acercó aún más al magnate, emocionado por compartir las buenas nuevas que traía consigo. ―Tengo noticias sobre la pelirroja salada―susurró Hermes intrigantemente. Stavros levantó una de sus cejas, disimulando el interés pero no ocultando su curiosidad, respondió con voz aparentemente indiferente: ―Ajá. Hermes, conocedor de Stavros y sus expectativas, sabía que aquel breve "Aja" involucraba que Stavros deseaba una narración detallada de los hechos y que le importaba. Con una sonrisa cómplice, decidido a satisfacer su gusto por los chismes, comenzó a relatar: ―Bien, déjeme contarle, señor, que el marido de esa mujer, Archibald Lancaster, la engaña, ¡y ni más ni menos que con su propia hermana! Y como que la quieren ver muerta porque pude ver claramente en sus rostros la frustración desbordante cuando descubrieron que la mujer había sobrevivido. » Y después los seguí sigilosamente y aprovechando mi oído privilegiado, pude escuchar sus murmullos llenos de resentimiento, deseando ardientemente que ella muriera pronto. ¡Imagínese! Porque ha logrado sobrevivir durante tanto tiempo, especulan que tal vez esté enferma, al borde de la muerte. La verdad que, tanto Archibald como su hermana podrían llegar a ser capaces de asesinar a esa pobre mujer. Si que esta bien salada, como le dije jeje. El moreno, mientras soltaba el humo de su cigarrillo y contemplaba el paisaje, agregó: ―La cosa es que, ella sabe que su marido le es infiel con su propia hermana. Una doble traición, proveniente de quienes deberían ser los más cercanos y queridos. Tu pareja y tu familia. ―Así es, señor―asintió Hermes, consciente de que su jefe tenía algo en mente al observar su expresión pensativa y cómo comenzaba a chasquear sutilmente los dedos. Stavros entrecerró sus ojos mientras seguía mirando el paisaje y entonces dijo: ―Una persona dolida puede llegar a hacer cualquier cosa con tal de vengarse. Hermes, emocionado, no pudo contenerse y lanzó: ―Si señor. ―Bueno…―confirmó Stavros, con su mente ya enfocada en algo importante―esa mujer puede ser de utilidad, solo debo... hablar con ella. Hermes, con malicia y brillo en los ojos, comentó: ―¿Y qué tiene pensado hacer con ella, señor? ―Primero debo conocerla y conversar con ella. Tengo un plan en mente, relacionado con la empresa. Estoy seguro de que, como tiene resentimiento hacia su marido, ella buscará vengarse. Me acercaré a ella bajo el pretexto de negocios. Mi objetivo es que Ares Company se convierta en la más grande a nivel mundial. Quiero ser... ―Stavros detuvo sus palabras un instante, permitiendo que la emoción impregnara cada sílaba―un verdadero dios empresarial, siguiendo los pasos de los magníficos dioses griegos. Hermes, contagiado de esa ambición desbordante, no pudo evitar exclamar: ―¡Así es señor! Stavros, miró hacia el paisaje e hizo un intento de sonrisa en su rostro que nunca sonreía. Luego, Hermes, conocedor de los gustos de Stavros y su falta de sensibilidad romántica, se aventuró a sugerir: ―Bien entonces, tal vez podríamos considerar la idea de regalarle unas hermosas flores, señor. A la pelirroja. Stavros, inicialmente sorprendido por la propuesta, respondió con una leve mueca de duda frunciendo el ceño: ―¿Flores para que? ni... que fuera mi pareja. ―Lo se, señor, pero las flores son buenas para... cuando se está en el hospital. Cuando un paciente está recluido, se le regalan flores como: lirios o tulipanes, por ejemplo. Recuerdo que a mi madre le encantaban las flores y siempre las apreciaba, que en paz descanse. Stavros asintió, dejando entrever su interés: ―Entiendo…tal vez no sería una mala idea después de todo―carraspeó su garganta―Entonces… compra las mejores flores…para la pelirroja. Y no es por ella, es porque… no quiero verme barato. Hermes, resuelto a satisfacer las expectativas de su jefe, respondió con diligencia: ―No se preocupe, señor. Me ocuparé personalmente de encargar las flores, asegurándome de que sean de la más alta calidad. Podrá confiar en que estarán a la altura de su reputación y prestigio. Stavros, agradecido en silencio por el compromiso de Hermes, suspiró mientras reflexionaba sobre la situación y comenzó a dar unos pasos con su cigarrillo en la mano: ―Está bien... debo reconocer que es importante causar una buena impresión, especialmente cuando se trata del nombre de mi empresa. No puedo permitir que mi reputación se vea mancillada. No creas que es por ella, por cierto. No… me envuelvo con mujeres comunes y mucho menos casadas. Pon...que las flores tengan algo... bien llamativo. Hermes, complacido por haber dejado una buena impresión con su sugerencia, se dispuso a llevar a cabo la tarea asignada: ―No se preocupe, señor. Puedo asegurarle que las flores serán un testimonio visual de su excelencia y éxito empresarial. Y sí―hizo una sonrisa traviesa―Sé que no es por ella. Nota de la autora Lily: Bueno, ya el moreno quiere acercarse a Jennifer, ¿Como será ese encuentro? Lo sabrás en los otros capitulos. Deja tu comentario, me encanta leerlas. Sigueme en Sueñovela o Dreame
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