El que quiere azul celeste, que le cueste…
Lo que sea que tengamos…
Analía le miró a los ojos y pensó en presionar su suerte o no, debía reconocer que ya estaba dando más de lo que él era capaz, regularmente no le daba flores a nadie, incluso su madre le resentía eso, ella era quien le pagaba las flores y se las enviaba a la mujer.
Nathaniel se acercó a ella, dejó las rosas sobre el escritorio de la mujer, Analía dejó la taza y fue a sentarse en el sofá, mientras consideraba sus opciones.
Si decía que sí apresuradamente todo quedaba en las manos de Nathaniel.
Si le decía que estaba ocupada podía perderle.
Si tomaba sus cosas y renunciaba era peor, no tendría su objetivo.
Bien, no quiere nada conmigo. No tienes que renunciar, solo…
—Hoy estoy ocupada, jefe.
—¿Ocupada? —repitió Nathaniel incrédulo.
—Sí, tengo una cita con alguien más.
—¿Un hombre?
—Sí—Confirmó su asistente.
—¿Le conozco?
—Puede, es abogado también. —La respuesta de la mujer le molestó más.
Nathaniel se le quedó mirando durante unos segundos, bastante sorprendido. Estaba casi seguro de que entre su secretaria y él había química, más de la que podía tolerar y ella estaba rechazándole con tranquilidad, como si él no tuviese ningún tipo de relevancia en su vida.
—Se me hace tarde —Comentó Analía mientras recogía su celular y su bolsa ante los incrédulos ojos de Nathaniel.
—Que disfrutes tu cita.
—Lo haré.
La joven le dio una sonrisa y caminó hacia afuera.
Nathaniel le miró salir y fue hacia su escritorio, ni siquiera se llevó las flores.
¿Le habrá parecido estúpido el regalo?
¿Cuál jodido abogado saldría con su asistente?
Analía salió del lugar y llamó a su tío, éste le invitó a salir al bar de siempre, Nathaniel lo odiaba y si llegaba ahí era la señal perfecta para demostrar que él sentía cosas similares a las que ella.
La joven mientras se maquillaba no pudo evitar preguntarse, ¿qué estaba pasando en su vida? ¿Qué haría? ¿Qué lograría?
¿Estaba realmente lista para ser la amante de su jefe?
Nathaniel nunca se lo había dicho, ni a ella ni a nadie, tampoco lo había desmentido, pero como abogada curiosa que es, buscó en internet a su jefe y hurgó en su vida: no tenía hijos, excelentes condiciones económicas, varias propiedades, negocios y edificios, una esposa, la vida de aquella mujer la dejó dentro de ese papel, no indagó en su vida porque entre menos sepas, menos infiel te sientes.
Jack llegó en su auto y fue por su sobrina, le dio un fuerte abrazo y besó ambas mejillas, Analía le devolvió los gestos con el mismo cariño y fueron juntos al bar de siempre.
Las dos se sentaron en la barra del bar privado al fondo y sacaron sus cigarrillos, se dedicaron a fumar como imbéciles antes de decir alguna palabra.
—¿Y tu pelirroja?
—Ya no salimos —confesó—. Ella sale con otro, un policía.
—¡Noooooo! Te han cambiado por un policía.
—Es el jefe de policía.
—Es una pequeña caza fortunas.
—Mira quién habla, crees que no sé qué estás aquí por alguien. —Ambos rieron y pidieron unas bebidas, él una copa de ron y ella una copa de vino blanco.
Nathaniel al cabo de una hora había recibido el informe de movimientos de su asistente y no tardó en llamar a su mejor amigo para que fueran a comer, Logan sabía que algo se tramaba y decidió acompañarle.
En cuanto la pareja de amigos ingresó al bar, divisaron a la mujer de piel oscura bailando con nada más y nada menos que Jack Foster Jr., el más infiel de todos los abogados en el área y probablemente de todo Mainvillage, el hombre le tomó de la cintura y comenzó a susurrarle en el oído, ambos hombres miraron con desprecio al ojiazul, y éste les devolvió la mirada.
—¡¿Tu jefe?!
—No.
—Logan también tiene una esposa —le dijo en el oído—. Y a ninguno le gustan los niños.
—No me casaré con ellos, solo es sexo, pero si Nate quiere lo de abajo, va a tener que moverse. —Indicó y el hombre soltó un fuerte bufido.
—A papá no le gustará.
—Le valoro y respeto, pero él no es mi padre. j***r, solo ayúdame y ya. —Jack rodó los ojos y siguió bailando con ella de manera sensual, también disfrutaba la cara de mal humor de Nathaniel.
El joven y su amigo se sentaron en la barra del lado opuesto a la pista para poder ver, ella bailaba bastante cerca del joven y en algunas vueltas rosaba su trasero más de lo debido en el área del pantalón.
—Eres increíble —dijo Logan.
—Cállate.
—Nathaniel, Jack la llevará a su cama.
—Logan, ¿por qué no te callas? Compra algo, disimula que si ella pregunta diré que me has obligado a venir aquí.
—La deseas —dijo con una enorme y burlona sonrisa.
—Sí, y la voy a tener.
Los dos vieron como la pareja salía de la pista bastante pegados tomaron la cartera de la mujer y con Jack besando su cuello y toqueteando sus nalgas salieron del lugar.
—Gracias.
—Es siempre un placer, pero se dará cuenta de que te he traído a casa.
—No, quitaré la batería de mi teléfono.
—Buenas noches, y habla con mi padre. Arreglen las cosas.
—No. —La mujer cerró la puerta y se metió a la cocina, sacó agua embotellada y fue directo a la cama.
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Al día siguiente Nathaniel estuvo inquieto, no parecía completamente concentrado en la reunión, al igual que la mayoría de socios estaban ocupados mirando a la sensual abogada que exponía la presentación. Analía acabó y la mayoría seguían más concentrados en sus piernas que en sus palabras, puesto que ese día se puso una falda y Nathaniel había decidido que ella sería quien expondría.
—Lo que la mayoría de ustedes están haciendo es acoso laboral, a ninguno le gustará ver mi denuncia, así que levanten sus miradas de mis piernas y enfóquenlas en la presentación y me refiero a lo de la pantalla, no a mis senos. —La mayoría se dedicó a mirar a los otros, pero Nathaniel fue el único pescado in fraganti, con la mirada completamente fija. Analía continuó exponiendo y moviéndose como si no les hubiese llamado ya la atención, pero Nathaniel seguía con la mirada completamente fija en sus piernas, sin ningún disimulo—. ¿Nathaniel?
—Analía, tienes que disculparnos, pero ¿cuánto pasas en el gimnasio? —preguntó uno de los hombres.
—No voy al gimnasio, practico kickboxing y creo que su entrepierna está ansiosa de comprobarlo.
—No sabes cómo. —La mujer caminó a paso apresurado hacia Nathaniel y con fuerza cerró la computadora, éste salió de su embelesamiento y miró a sus socios molesto.
Nathaniel les llamó la atención y todos le tomaron de chiste ya que era el más desconcentrado en aquella sala. El hombre siguió a su asistente hacia la oficina y ella estaba buscando entre los cajones de su escritorio.
Nathaniel cerró la puerta y las ventanas, caminó hacia ella y le cargó, la sentó sobre el escritorio y Analía se dedicó a mirarle sorprendida por su actitud, si bien se había puesto aquella falda apretada para que él le viera, también esperaba que le defendiese.