Analía regresó al cabo de una hora a su oficina, siguió redactando lo necesario para obtener el resumen de información que su jefe le había pedido, también respondió las preguntas en su lista de hipótesis, escuchó que tocaban la puerta y vio dos tazas de café ingresar, los mismos eran sostenidos por diez dedos con uñas impecables.
—Pasa, Fabiola.
—Gracias.—dijo y se sentó en la salita de la amplia oficina del jefe, su amiga le pidió que se pusiera en pie, no quería más problemas con el energúmeno del jefe.
—¿Es cierto que le diste tan duro que pegó la cabeza contra la pared y quedó sangrando?
—No.
—¿Discutieron y le cacheteaste sin darte cuenta de que estaba muy cerca de la pared o fue un puñetazo?
—Ninguna es verdad. —Se puso en pie notablemente molesta y caminó hacia la puerta—. Espero descanses, es mi hora de ir a casa, no esperaré a Nathaniel.
—Era un chiste.
—Tú y tus amigas se acuestan con su jefe por diversión, yo no le veo lo divertido y no lo hago. —Alzó la voz más de lo necesario, aquello incomodó a la pelirroja quien se acercó a su oído y musitó.
—Aún. —Con un evidente tono de burla—. Mis amigas y yo nos reunimos en un bar, cerca de acá, es miércoles de esposas. La reunión inicia a las nueve, la invitación queda abierta en el bar de siempre. —Le guiñó un ojo y caminó hacia el elevador.
Analía hizo lo mismo y caminó a su casa con la duda de cómo seguía su jefe, pero no estaba en humor de ser rechazada dos veces en un día, y en el caso de que lo estuviese, tampoco estaría de acuerdo con compartir con un hombre que no se dignaba a respetarla y tratarla como una igual.
La joven se cambió a su ropa de Yoga y puso un poco de incienso en la sala de su casa, después de practicar se dio cuenta de que estaba más relajada y tranquila, le puso un mensaje Nathaniel. Él no respondió y se sintió estúpida y fue a bañarse antes de acostarse en su cama y apagar el teléfono.
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No es que se pueda vivir bien cuando se siente uno incómodo con todas las decisiones en su vida, desde abandonar a su familia, la seguridad y el amor que le daban por un hombre a estar básicamente convirtiéndose en la amante de un hombre que no le respetaba y todo… ¿por qué un poco de placer, sexo o simplemente la idea de ser feliz?
Es que ser el secreto de alguien no iba a resultar menos doloroso que estar siendo golpeada constantemente por un hombre al que en algún momento le dijo te amo.
Su tío le había escuchado llorar al teléfono y después de decirle que él le amaba y le importaba todo lo que pasara en su vida, hasta el punto de conseguirle papeles falsos y meterle en un programa de protección policial, incluso hubiese hecho más de haber podido.
—¿Cómo amaneció el amor de mi vida? Estás enferma, mamá se siente triste. Sabes que te amo. Te adoro pequeña, nos veremos pronto.
Analía guardó su teléfono y lo metió en su cartera antes de dirigirse a su oficina, Nathaniel estaba ahí sentado conversando con una rubia, blanca, delgada de ojos celestes, el tipo normal de Nate. Le había visto en r************* , en eventos, incluso en la oficina con ese tipo de mujer, de las que son casi perfectas socialmente, y se dio cuenta de que no tenía ninguna oportunidad con él, eso le hizo sentirse más tonta que nunca.
—Buen día —dijo y recibió la misma respuesta solo de la mujer—. ¿Desean algo de beber o comer? —preguntó.
—Yo un café, y tráele uno a él también —respondió y ella asintió para ir por la bebida. Hilda no estaba en su espacio por lo que no podía preguntar quién era la mujer que acompañaba a su jefe, tampoco podía fisgonear si sabía que Nathaniel le vigilaba desde la puerta de la oficina mientras halaba furibundo con la mujer.
Analía dejó ambos cafés en las manos de cada uno y sus dedos se rozaron con los de Nathaniel. El joven de ojos color miel se veía completamente distraído esa mañana, pero ella no dudó en dejarle a solas son su acompañante.
Oprimió el botón que convertía su oficina en un espacio aislado y se metió dentro para poder comenzar con sus tareas del día. Analía se dedicó a trabajar eficientemente, y no vio a Nathaniel en ningún momento, la joven miró su reloj y volvió a oprimir el botón que separaba ambas oficinas.
Logró ver el celaje y estaba completamente oscuro, en el momento en el cual llegó no salió siquiera para ir al baño, y faltaban al menos 30 minutos para que fuera su hora de salida.
La mujer fue por una taza de café y cuando regresó vio a su jefe con un enorme ramillete de flores, un lazo blanco las unía, no un grupo de rosas, eran flores de todos los colores y tipos, se veía graciosa, y lo acomodaron de manera estética.
Claveles, tulipanes, rosas, gardenias, floresillas salvajes lirios, calas, gerberas.
¡Lo que le me faltaba!, se dijo a sí misma Ana, aquel hombre llevaba aquellas rosas a su cita y quería su opinión.
—¿Va a un funeral? —preguntó sin importar que las flores tenían colores alegres.
Amarillo, rojo, naranja, coral, rosado, blancas, combinados…
Nathaniel le miró completamente nervioso, y fue entonces cuando su plan se vino abajo. Haber pasado un jodido día con la intrigosa de su hermana y cuidar de sus sobrinos durante tres horas había sido un maldito error.
En la mañana decidió asesorarse por una mujer, sus conversaciones con Logan no eran muy claras y Mía, su mujer, era un fraude, pensaba como hombre, con el pene parado o el clítoris hinchado en su caso.
La cosa es que necesitaba a una dama, y su hermana era la mujer perfecta número uno, estaba casada, tenía dos hijos, un cachorro, dirigía un negocio y un hogar, eso al menos era lo que creía que su hermana hacía.
Mariela era maravillosa, pero lo mejor era que llevaba diez años sin hablar con su familia y apoyaba a su hermano gemelo en todo lo que se le ocurriese, ese día ella decidió simplemente escucharle y ver al prospecto.
Después de conocer a Analía y que esta, “celosa” —según la rubia—, se encerrase en su oficina, fueron a hablar en privado y Mariela le convenció en comer algo bueno antes de pasar tiempo con sus sobrinos, los cuales creen que mantequilla de maní, con maní molido, jalea y pan integral es lo mejor del mundo, no sabía mal, pero se dio cuenta de que esa era la vida que anhelaba, como siempre y seguía sin tenerla, había escuchado que Analía no podría ser madre, sin embargo, podían adoptar o algo… lo primero, primero, invitarle a salir y que aceptase luego de haberse comportado como el imbécil que es enfrente de ella en repetidas ocasiones.
—Nathaniel, no puedes seguir siendo un gilipollas, ¿acaso tienes diez años? Esa mujer es hermosa y amable, no es una de tus baratas, apúrate y sé hombre. Estás por cumplir cuarenta.
—Lo sé.
—¿¡Lo sabes?!, no dirás que eres uno. ¿Qué pasa contigo? j***r, eres un jodido imbécil.
—Deja de maldecir.
—Me haces pecar como camionero.
La joven rodó sus ojos y caminó con su hermano tomada de la mano en dirección a la avenida más cercana, bebieron una cerveza mientras platicaban sobre sus vidas.
—¿Entonces, llamaste porque querías escuchar sobre los logros de mis hijos y mi negocio?
—No, por supuesto.
—¿Entonces… te la has tirado? —Nate miró a su hermana la cual sonreía divertidísima, él negó con la cabeza y ella rio porque lo dijese en voz alta.
Uno de los indomables tenía dificultad para llevarse a una mujer a la cama. Su hermano en especial.
—No —respondió.
La mujer rio a carcajadas, tanto que le salieron lágrimas y le dolió la garganta.
—¿Eres un jodido crío o qué?
—Estoy casado.
—Sin alianza, no hay matrimonio. —Recordó la mujer.
Nathaniel vio sus manos, y recordó lo sucedido con aquella esposa cuyos sentimientos seguía cuidando.
—Nathaniel, todos tienen aventuras, mi esposa lo hace con su secretaria, papá lo hizo por años. ¡Son patrones! Es casi inevitable que no sientas cosas, pero no puedes seguir evitándola y arrastrándola, se cansará y renunciará a ti y a su trabajo. ¿Crees que los inversores, abogados y socios no quieren una oportunidad? Debo ir a recoger a mis hijos, la amante de mi esposa no hace eso.
—Bien.
—¿Sabes? Estás cerca de los cuarenta, lo van a dejar pasar si fracasa, pero si te enamoras, no estaría mal.
—Saluda a Joyce —dijo y se puso en pie—. Miri, sabes que si cumplo cuarenta tú también lo haces.
La mujer asintió y dio un beso en la mejilla a su hermano.
—Si la dejas disponible, iré tras ella.
Mariela movió sus caderas hacia la puerta y él tiró unos billetes sobre la barra, corrió tras ella y tomó a su hermana de la mano, ésta se volteó con una sonrisa.
—¿Estás seguro de que no eres gay?
—Estoy seguro hermanita —dijo—, pero quiero invitarle a comer de la mejor manera.
—Flores.
—¿Cuáles?
—¿Cuáles son sus favoritas?
—No sé, todas las que encuentres —dijo y le llevó a la floristería más cercana, al parecer sus hijos y esposa estaban en casa esperándole, pero ella se divertía con el único m*****o de la familia que le hablaba.
Ella sonrió cuando su hermano se dio cuenta de la mentira, y le ayudó a prepararlo todo para la noche, incluso reservó una habitación de hotel y luego le envió a arruinarlo como el hombre que era.
—Por eso me gustan las v*****s, estoy enseñándole a Josh a ser cortés en la vida, y ahora al verte a ti… le enseñaré a ser un macho. ¿Puedes pasar más tiempo con él y su hermano? Necesitan una imagen masculina, ¿Sabes que mi hijo se masturba? ¿Qué le digo que en círculos o…?
—Dios mío, nunca tocaste una.
—Siempre he sido lesbiana y nunca vi porno hetero, prefería ver senos y v*****s. —Nathaniel acompañó a su hermana a casa y visitó a sus sobrinos, los cuales se veían como preadolescentes normales.
El único defecto era su madre y lo psiquiátrica que era, ella tenía varios problemas como: existir.
—¡Si tienen dudas sobre sus p***s pueden preguntarle a su tío! —Los tres miraron a la rubia de mala manera antes de bajar a la a sala de juegos.
—¿Mamá te ha traído a eso? —preguntó Josh incrédulo.
—Si te ve masturbándote es normal, imbécil —dijo Frank.
—Como si no lo hicieras. —Se burló el más pequeño y su tío decidió intervenir.
—Es normal, saben, y la porno, también las chicas, solo que no hay que hacerlo vicio, hacerlo en público o acosar chicas —comentó y continuó ganándoles con los videojuegos.
Los chicos preguntaron a su tío varias cosas y éste prometió llevarles a una salida completamente masculina.
—Tío, viniste, tengo un nuevo castillo.
—La nena más hermosa de la familia —dijo y le dio un fuerte abrazo a la niña.
Nathaniel caminó con su sobrina en busca de su hermana, la mujer quien les vio con una enorme sonrisa en el rostro y besó las mejillas de su bebé.
—¿Cómo te fue?
—Bien —dijo, le dio un beso y le entregó a la niña—. Otro día regreso a jugar, ¿sí, hermosa? —La pequeña asintió.
—¿Bien? —Nathaniel asintió—. Bueno. —Su hermana agradeció y le dio un abrazo para que finalmente se fuera.
El chofer le llevó rápidamente a la oficina, subió con las flores en una caja, salió en el momento justo porque Hilda no estaba para curiosear, sacó las flores y escuchó los pasos de Analía acercándose, le vio entrar con una taza de café, todo estaba claro en su cabeza hasta que decidió responder aquella grosería, era pocas veces que era grosera, pero cuando lo hacía… lograba el objetivo.
—¿Me acompañaría a cenar?
—¿Inversores o clientes? —preguntó notablemente nerviosa.
—Con tu jefe, mejor dicho, solo conmigo, nada de carpetas, inversores pretenciosos, clientes coquetos o tensión laboral. Solo lo que sea que tengamos.