La chica se levantó temprano en la mañana y repitió su rutina usual, tomó sus medicamentos, llamó a su pequeña y conversó durante varios minutos con la dueña de su corazón que además había nacido para comediante, no se podía imaginar como una niña podía lograr hacer tanta locura en el kínder Guarden. Se despidió después de aparcar en su plaza y sonrió al escuchar cuándo la quería su princesita; ¨hasta el infinito y más allá¨, luego mil paseos por la vía láctica y tal vez eso sería insuficiente.
Cuando colgó se dio cuenta de que aún sonreía, quería saber si la vía láctica era tan grande como la vía láctea, rio ante las ocurrencias de Isa y caminó hacia el elevador con una sonrisa en el rostro y el corazón en pedazos al mismo tiempo, solo su hija tenía aquel efecto en ella. Se encontró con Fabiola quien insistió en que fuera a su oficina con ella uno minutos antes de que fuera con su jefe. La mujer acompañó a su amiga para un poco de chismorreo romántico; Fabiola estaba envuelta en una complicada y clandestina relación con su primo, le gustaba mucho ese romance porque no era posible que terminara bien, no solo se trataba de Fabiola, sino, también de Jack, una persona cuál quería y de la cual se preocupaba la joven tenía algo demasiado claro, Jack Foster estaba hecho a medida para Valentina Pieth, independientemente de lo mucho que discutieran, terminaran o se avergonzaran, siempre volvían, sin embargo, ahí estaba Fabiola describiéndoselos como más enamorada que nunca.
—Un consejo, Jack de una forma rara ama a Valentina y ella le perdonaría cualquier cosa. Así que es muy probable que regresen. Trata de no enamorarte más.
—¿Cómo sabes que es Jack y no algún otro abogado? —Analía se puso en pie y tomo su vaso de café antes de darle una mirada de suficiencia a su amiga.
—Es lo suficientemente rico como para volarte fuera de la ciudad en su propio helicóptero, es joven para follar durante todo un fin de semana seguido y trabaja en Altazar y Foster, sin ser James y Jack padre.
Nathaniel ingresó a su oficina en silencio, observó hacia el techo, luego fue a husmear en el espacio de su compañera/ asistente/ mujer con la que quería fornicar. Estaba convencido de que después de hoy en la noche, no sería simplemente su asistente, sería algo más.
La culpabilidad de no haber insistido la noche anterior en su departamento, de darle alguna razón para entender que le desea o pelear por lo que él siente hacia ella no paraba de rondar en su cabeza, le parecía increíble lo cobarde que era y que se estuviera comportando como un adolescente temeroso e inmaduro.
Su amigo Logan le había gritado en la cara que era un maldito imbécil si le dejaba ir cuando para todos era notable que tenían algo más que una simple relación jefe y empleada, además lo único que le detenía básicamente era eso y no querer hacer incómodas la cosas en el trabajo… pese a que parecía que ambos estaban listos para hacerlo.
¡Al menos no estaba acosando a una empleada!
Nathaniel apoyó su espalda en el respaldo y estiró sus piernas las cuales chocaron con una bolsa, la tomó y revisó el contenido, no tardó en sentir un hormigueo en el cuerpo al imaginar aquellas prendas cubriendo la piel oscura de la mujer, sintió la textura del encaje blanco que formaba la lencería que al parecer su asistente había dejado.
Fabiola y Analía bebieron un poco de café y comieron galletas que la madre de Fabiola había preparado para ambas, las mujeres rieron con respecto a la obsesión de la madre de Fabiola en preparar comida para ellas, como si no comieran suficiente o si fuesen niñas chiquitas, Analía no recordaba haber tenido una relación con alguien tan sincera y cercana y le encantaba que esa persona fuera Fabiola, durante los días que pasó en casa no dudó en llamar, visitar o simplemente pasar a dejar comida. Definitivamente no quería que su amiga saliera lastimada por culpa de su primo el cual no sabía como ser feliz con su novia de siempre.
— ¿Cómo vas con el jefe?
—No somos nada y lo sabes.
— ¿Por qué? —preguntó. — ¿Tienes miedo a que te despida?
No era ese su miedo. Definitivamente no era el tipo de hombre que follar para seguidamente, firmar un documento de despido, Nathaniel es totalmente honorable. Le gustaba jugar sucio, pero no se arrastraría, por más que su cuerpo vibrara, sus piernas temblaran, o su sangre se acumulaba en sus puntos sensibles, simplemente aquello no importaba cuando aquel hombre no estaba ante sus pies, antes de ello, no estaba dispuesta a ilusionarse con el amor, probablemente era una fantasía.
Analía se había desilusionado con el amor y no dejaría que un hombre frívolo y calculador como Nathaniel destruyese lo poco que quedaba vivo dentro de ella. Entregarse de una forma romántica a su jefe el cual es obvio que lo único que le interesa es el trabajo, por ende ella sería su liberación s****l y nada más, ese tipo de relación acabaría por completo con ella cuando lo dieran por finalizado.
La mujer se puso en pie y tomó una última galleta, su amiga le dio el frasco y ella agradeció. Eran sus favoritas, las dos rieron y se despidieron.
Antes de que Ana se acercara a la puerta con la intención de ir a soportar a su jefe Fabiola recordó lo que le tenía que decir:
—Oye, dejé las cosas bajo tu escritorio para que él no las viese, no vaya a excitarse y ponerse de mal humor.
—¡Por Dios! —Dijo y rodó sus ojos.
Nathaniel estaba bastante entretenido, con las velas, la crema que la joven había comprado, tenía una trascripción bastante extensa y sus usos eran bastante pecaminosos
¡Quién lo diría!
No era perfecta solo en lo laboral, sino en lo s****l, escuchó la voz de Hilda y la carcajada de Analía, el joven se apresuró en meter aquellos productos en la bolsa, se fue directo al baño a ocultarse para evitar que le cacharan “con las manos en lo que no le importaba”, estaba seguro de que Analía se molestaría tanto que creería un nuevo dicho contra la población de jefes fisgones, salió y se encontró con una asombrada Analía.
—Buen día —Dijo Nathaniel.
—Buen día —Respondió la chica con una ceja levantada, se acercó a ver el contenido en su bolsa. —Se les olvidó acomodar mis cosas de manera agradable y doblarlas, extraño. —Nathaniel, se encogió de hombros y caminó a su escritorio para comenzar a trabajar en el caso que tenían entre manos, los dos se miraron a los ojos, y ella ocultó la bolsa debajo de su escritorio para dedicarse a lo suyo.
La joven se mantuvo bebiendo agua, para disimular el nerviosismo que sentía al estar cerca de aquel hombre que le había avergonzado, no sabía que más pensar, solo quedaban los reproches, porque la esperanza estaba muerta para ella.
Es que solo se podía preguntar si tenía un problema cerebral y emocional ¿Por qué siempre se hacía lo mismo? Elegía a un hombre desinteresado, distante, frío, un completo cavernícola y entonces por primera vez pensó en desistir.
Esa podría ser la diferencia con sus otras relaciones, esta vez ella podía elegir dejarle ir antes de estar lastimada, rota y arruinada, quizá, era momento de dejarlo ir y ya.
Analía era consciente de que llevaba seis meses negando sentir cosas hacia él, justificando sus sentimientos como una combinación entre respeto y fascinación laboral, pero en realidad, lo que sentía por ese hombre era deseo; justo ahora quería sus mansos sobre sus pechos, estrujándolos, pellizcándolos, quería sus labios a lo largo de su cuello y mejillas, quería que repartiera tantos besos como fuesen necesarios hasta llegar a su boca, la cual quería saborear su lengua mientras rozaba sus labios con bastante fuerza contra los de ellas, moría por experimentar cada una de esas sensaciones.
La mujer decidió ir al baño a refrescarse de aquellos pecaminosos pensamientos, preguntó a su jefe si necesitaba algo y este negó con la cabeza, poco después cuando volvió encontró bastante pensativo a Nathaniel quien parecía estar dormido mirando la pantalla.
El joven se debatía como hacer la pregunta, veía la hora cada tanto tiempo, no quería dejarle ir a almorzar sin hacer la pregunta, no quería arriesgar que un tipo amable, seguro y divertido se acercase en el almuerzo, le hiciese reír hasta que lágrimas salieran de sus ojos cargados de diversión, y acordaran algo para la noche, no quería que aquello pasara pero no estaba convencido tampoco de que ella quisiese aceptar la propuesta que él tenía para ella.
No se daría por vencido ¿O sí? Así de cobarde era ahora, no podía creer que aparte de un patán, dejaría a un intento de comediante convencer a su chica. Nathaniel, solo tú conoces al comediante, estás desvariando, —Se regañó a sí mismo, para volver a los pensamientos normales que la gente tenía. — pero simplemente, necesitaba decirlo.
Desesperado se echó hacia atrás con fuerza y pesadez, golpeó su cabeza de tal manera que sonó y rebotó, Analía alzó la mirada y la dirigió hacia su jefe quien se había lastimado, pero no llevó una mano a su cabeza ni nada solo le miraba a ella.
— ¿Estás bien? —preguntó notablemente preocupada.
—No. —respondió sincero, mientras se despertaba un fuerte dolor al joven. — Solo, iré por hielo.
—No, yo lo hago. —Dijo la joven y primero se acercó a revisar la cabeza de su jefe, notó un poco de sangre bajar y fue por papel para que el chorro no bajase mucho y provocara un desastre.
Analía le dijo a Hilda que pusiera atención a Nathaniel por el golpe en la cabeza mientras ella volvía con agua, hielo y alguna pastilla, no quería parecer dramática pero en aquel hoyo cabía un lápiz o quizá dos. La joven volvió a su oficina y vio a Nathaniel con la cabeza sobre el escritorio, soltó un grito ahogado y corrió hacia él, el sonido de los tacones anunciaron que ella estaba ahí por lo que alzó la cabeza y le vio venir asustada hacia él.
—¿Estás bien?
—Sí.
— ¿Cómo me llamo?
—Perfecta —Respondió con una sonrisa de medio lado, completamente triunfante y seguro de sí mismo.
Analía por su lado le rodó los ojos y dio una vuelta para ver s había disminuido la cantidad de sangre.
—Creo que he de llamar a un médico. Estás sangrando mucho y es muy grande. —Nathaniel, negó con la cabeza pero ya ella estaba llamando a un médico y poniendo hielo en las áreas cercanas a la herida.
Acomodo con ayuda de unos compañeros a Nathaniel en el sillón y en menos de quince minutos el mejor amigo del joven ingresaba a la oficina con un maletín. Miró serio a su amigo y a su preocupada asistente. Logan le dio un golpe en la frente a Nate y el otro respondió con un golpe con la rodilla, los dos rieron y el médico se puso unos guantes para revisar la herida, colocó su mano sobre el lugar en el que lo tenía Analía y se situó al lado de Logan.
—Hiciste bien en pegarle por acoso. —Bromeó y los otros dos rodaron sus ojos. —Son almas gemelas, acaban de hacer el mismo gesto. —Terminó de colocarse los guantes y acercarse a la cabeza de su amigo, miró el hueco y negó con la cabeza.
—Has roto la piel y se ve una fisura en el cráneo, imbécil. Hay que cocerte.
—Soy alérgico a la anestesia, informó.
—Te coserán despierto, no puedes andar la cabeza así.
—Ve a almorzar y yo voy contigo. —Dijo a Logan quien le ayudó a levantarse. Era curioso que no se hubiese desmayado con un agujero y una leve fisura en su cráneo, se veía su cabello hundido dentro.
—Voy con ustedes. —Dijo Analía.
—¡No!—contestó firmemente Nathaniel.
—Pero…
—No te quiero ahí Analía. No insistas.
Analía apresuró su paso y azotó la puerta al salir, el elevador se cerró justo cuando entró y tomó un taxi para irse lejos de ahí. El abuelo de Logan se encargó del joven, le quería demasiado, le conocía desde niño, pero estaba convencido de que el joven era de roble o algo un poco más sintético porque no presentaba ningún síntoma más que el notorio hundimiento, las placas estaban normales, así que el neurocirujano se dedicó a suturar y le dejó en observación. Nathaniel no paraba de pensar en lo que había hecho, le había gritado como un estúpido a la mujer de la cual no podía dejar de pensar y la misma que se preocupaba por él.
¡Quizá todo estaba perdido!