~ 1 años después ~
Nada había cambiado en esa tétrica sala blanca, ni siquiera la Doctora Jhonson había cambiado en nada físicamente, sin embargo, su personalidad dura y cuestionante, ya hacía unos meses que se había opacado por una morena alegra y muy carismática que en éstos momentos se suprimía por una algo melancólica.
— No quisiera que te fueses Lu, realmente eres de gran ayuda aquí, no entiendo realmente cómo le haces para integrarte con todos tan fácilmente — negó con una sonrisa triste en sus labios.
Mientras la Doctora Zara Jhonson casi lloraba de la tristeza porque me iría, mis padres a mi lado sonreían enormemente porque al fin me habían dado de alta para poder salir de aquél sitio.
— prometo visitarles todo el tiempo — murmuré tratando de calmarle con una sonrisa y ésta asintió.
Mis padres por su parte estaba ansiosos, y a pesar de que había soñado irme de éste lugar hace ya tiempo, ver cómo la Doctora Jhonson charlaba con mis padres para firmar mi retiro, solo me hacía pensar en una sola persona.
— ¿Puedo despedirme de los demás internos? — pregunté interrumpiendo la conversación que los tres adultos tenían.
La esbelta morena rápidamente asintió y antes de que pudiese abrir la boca, mis cuerpo ya se encontraba abriendo la puerta en busca de un rubio de ojos verdes.
Sabía perfectamente dónde estaba, sabía que se mantendría en aquél gran lugar lleno de libros que se había convertido en nuestro lugar para conversar, sin embargo, mis ojos se apagaron cuando al entrar en éste, no había ningún rastro de él ni indicios de que hubiese ido en todo el día.
— ¿No se supone que te habías ido ya? — se escuchó a mis espaldas una voz que ya se me hacía bastante familiar, proveniente de la puerta.
— ¿Creiste que me iría sin despedirme? — sonreí girando a verle.
Sinceramente, comparándolo con el flaco chico que había visto la primera vez, se veía mucho más saludable y con color en su rostro. Pero aquél gran progreso que había tenido en todo el año fue tirado en la borda al ver que su rostro nuevamente estaba ojeroso y en sus labios una fina línea se formaba demostrando su descontento.
— Hubiese sido mejor que simplemente te fueras. — cortó aún más mi alegría con su dura voz y sus ojos sin siquiera dignarse a verme.
— Rony — murmuré y sus brillantes ojos al fin giraron a verme mientras su mandíbula era apretada tan fuertemente que incluso temía que llegase a romperse un diente. — por favor, no quiero discutir contigo justo cuando..
— estás apunto de irte. — continuó a mis palabras. Claramente estaba molesto, pero más que notarse molesto, la tristeza acumulada rápidamente se hacía más grande cada que pronunciaba alguna palabra. — lo sé, — asintió con ironía — debería sentirme feliz porque le han creído a la gran actriz — alardeó en voz alta haciendo que mis músculos se tenzaran al recordar que en aquél lugar habían cámaras que debido a su tono de voz, podían escucharle.
— No sé de qué hablas — mentí tratando de defenderme.
Bufó — finge con ellos todo lo que quieras Luci, a mí no me puedes engañar. — negó — toda ésta nueva versión de tí, es una maldita mentira — escupió mirándome de arriba a abajo como si desconociera mi figura. — Al final, terminaste doblegandote ante ellos solo para ser “normal” — murmuró enfatizando con desprecio la última palabra. — es lo que siempre hacías, fingir, fingir que te importaba de la misma manera en que fingias que estabas mejorando.
— nunca fingí que me importaras — contradije rápidamente.
— dijiste que nos iríamos juntos de aquí, solo me usaste — negó dolido.
— Rony, por favor — suplique comenzando a desesperarme. — sí me importas, tú más que nadie lo sab..
— cállate, ¿Quieres? — pidió con molestia interrumpiendome mientras sus ojos se tornaba de un rojo carmesí coibidos de soltar alguna lágrima. — No necesitas seguir mintiendo, ya no hace falta, igual te irás y lloraras viviendo con el rencor de lo que Daniel te hizo... — retó haciendo que mi corazón latiese más fuerte, pero justo cuando creí que seguiría hablando todo aquel plan que había construido para poder irme de allí, sus ojos viajaron levemente a una esquina de la sala en donde una cámara negra con una pequeña lucesita destellando rojo colgaba desde lo alto; y sus rosados labios fueron apretados como si al hacer aquello reprimiera todo lo que tuviese para decir. — espero que te vaya bien, Luci. — Se limitó a decir cortando por completo sus duras palabras. — lo lamento, solo estoy celoso de que tú pudieses mejorar y salir de aquí. — se contradijo a todo lo que antes había dicho.
Roniel, estaba molesto pero aquél gesto me había demostrado que a pesar de la molestia, no dejaría que me quedara, y, creo que fue éso la gota que derramó el vaso haciendo que lágrimas salieran de mis ojos irritandolos.
Mi cuerpo no tardó nada en acercarse a él, y más que darle un abrazo de despedida, se sentía como uno lleno de culpas.
— lo siento — susurré conteniendo un sollozo mientras mis manos se aferraban a su inmóvil cuerpo, aún así, solo bastaron esas dos escasa palabras para que aquél rubio correspondiera al abrazo.
— Prométeme que vendrás, — murmuró — prométeme que no vas a olvidarte de mí.
— Nunca podría olvidarte — negué separándome un poco para verle a sus ojos cristalizados y sus facciones duras tratando de disimular el dolor pésimamente. — tú prométeme que no llenaras tú cabeza de estúpidas ideas.
Bufó y una escasa sonrisa irónica apareció en sus labios — Dejar de hacerlo es tan probable como que tu dejes de creer que Daniel vive. — negó — No sé fingir algo que no siento Luci — susurró — no sé fingir como tú — volvió a negar mientras una lágrima al fin salía de sus vidriosos ojos y ésta ni logró llegar hasta el final de su mejilla cuando su mano rápida y bruscamente evitó que cayera para luego desviar su mirada a otra parte sin un punto fijo.
— sé que saldrás de aquí, Rony — murmuré — y cuando lo hagas, no tendrás que fingir más — negué y sus ojos dolidos volvieron a fijarse en los míos — puedes aguantar un tiempos más — alenté y éste luego de unos eternos segundos en silencio, ligeramente asintió.
— Cuidate, Luci. — murmuró separándose por completo y adentrándose al gran salón dejándome parada bajo aquél gran marco de puertas dobles.
— Cuídate, Rony.
Nunca me han gustado las despedidas, pero prefería aquello que acumular todo y al final no verle.
Mis ojos dejaron de ver su ancha espalda y en vista de que éste no voltearia a verme, me marché de allí con el corazón hecho un nudo.
Era una mentirosa, una completa farsa que prefería mentir para salir de aquí, aún cuando dejaba a atrás a aquellos que me necesitaban.
En todo el tiempo que estuve aquí, había fingido que las pastillas y las charlas funcionaban para dejarme cuerda, mientras que por las tardes aún lloraba en los brazos de Roniel por recordar todo lo referente a los Dussán.
En cierto modo, ambos nos apoyabamos. Juntos lograbamos desahogarnos y soltar nuestros problemas. Roniel, había comenzado a comer mejor y sonreía más de lo que solía hacerlo y técnicamente, me habría aprovechado de aquél avance para tomar mérito y ser felicitada por la doctora Jhonson, que al ver que era lo suficientemente estable como para aconsejar a un interno que también tenía la idea de acabar con su vida, sumó puntos a que me dieran de alta más rápidamente.
Y ahora, Roniel lo sabía, él sabía que me había aprovechado de aquello pero no dijo nada. Roniel no pretendía arruinar mis planes de supuestamente haber mejorado, cuando claramente estaba incluso más obsesionada con los Dussán que antes.
A mí no me había costado nada mentir y fingir que ese pasado estaba borrado, al igual que doblegarme y reconocer aquella historia de que Daniel solo estuvo en mi imaginación.
Sinceramente odiaba la retorcida persona en la que me había convertido, pero ya no había vuelta atrás.
Roniel era mi único método de escape y a pesar de que detestaba haber revelado mi ayuda con Rony a la doctora, era la única manera de irme. Aún cuando lo estaría abandonando a él.
— ¿Qué quieres hacer primero? — preguntó con entusiasmo mi madre en el asiento de el copiloto mientras que mi padre manejaba y de vez en cuando me veía por el espejo del retrovisor.
Llorar, quizás..
Mis hombros fueron encogidos al realmente no saber qué hacer.
¿Qué puede hacer una chica con 20 años con su carrera universitaria arruinada y con amigos que la miran con culpabilidad?
— Todas tus cosas aún está en la casa compartida con Elisa — volvió a hablar mi madre en busca de que le contestara — ella sabía que saldrías muy pronto y dejó todas tus cosas allá para cuando volvieras, no tocó nada.
— Ya no tiene sentido que me quede allí — comenté — no voy a seguir estudiando para ser abogada — negué y sus labios dejaron aquella sonrisa plasmada en ellos, en el olvido.
— ¿Por qué? Solo pasó un año, eres inteligente, tú puedes recuperar rápido todo. — trató de alentarme.
— Una abogada con antecedentes, no sería muy ético. — respondí aún cuando claramente sabía que mi amor por aquella profesión había caído a la borda al ver la injusticia que me envolvía — ¿Quién confiaría su caso en una persona que estuvo implicada en un asesinato y fue diagnosticada por delirio y alucinaciones? — volví a preguntar dejándola sin palabras. — Exacto, nadie. — respondí por ella. — solo... — murmuré fijando mi vista en la ventana trasera de el auto — Quizás vaya donde mi abuela y me de trabajo en uno de sus restaurantes.
— No seas tan drástica, Luci — reclamó mi madre girando los ojos. — No irás con tu abuela Adelaida ni porque me parta un rayo.
Mi madre era de esas hijas que se había marchado de casa desde muy temprana edad. Una hija incorregible e independiente que no se dejaba llevar por la fortuna ni por una buena vida, y sumando lo rencorosa que podía llegar a ser. Una simple pelea con mi abuela Adelaida, hizo que ambas se tratasen como si no fuesen familia. Aunque Adelaida solía tratarme como a una hija, mi madre solía odiar cuando me trataba con ella, y más cuando opinaba ir a visitarle a Chicago.
— ¿Por qué? — cuestioné — tiene una larga línea de restaurantes, no creo que sea molestia brindarme un trabajo de mesera — añadí y mi madre rápidamente vió a mi padre, que no se atrevía a interferir, completamente molesta.
— Adelaida no es quien tú crees. — trató de contradecir — Vieja quisquillosa y manipuladora. — murmuró con rencor por lo bajo — No voy a permitir que te vayas con ella.
— ¿Por qué? — volví a preguntar — dudo que me pase algo trabajando para mi abuela.
— Eso crees pero sí va a pasar. — afirmó cruzandose de brazos. — Seguro que si vas, no dejará que trabajes de mesera, te comprará ropas y muchos lujos, y cuando te tenga en la palma de su mano te va a manipular para que hagas todo lo que ella te pida, controlará con quién te relacionas, qué haces, y para cuando me percate tendré una hija creyéndose superior a los demás. — comentó tan fluidamente que cualquiera se daría cuenta que aquello le había pasado a ella — No quiero que vivas éso, Luci — negó — y más ahora que éstas..
— ¿Loca? — continué algo incrédula.
— iba a decir “sensible” — corrigió — Ahora que estás algo sensible, no quiero que te relaciones con personas tóxicas como tú abuela.
— y te quejas de que ella controlaba con quién te relacionabas. — murmuré por lo bajo pero aún así los rojos labios de mi madre se abrieron en un círculo al extrañamente haberme escuchado.
— ¡Michelle! ¡¿No le dirás nada a tu hija?! — retó ante el silencio de mi padre.
— Margareth, estoy manejando.
Bufó — la excusa perfecta para no opinar y quedar como el bueno, ¿No?
Suspiró — Luci, tienes 20 años, ya eres más que mayor de edad — comentó confundiendo a mi madre y llamando mi atención — haz lo que quieras hacer y lo que tú corazón desee. — dijo mientras sus labios se curvaban en una ligera sonrisa complaciente — somos tus padres, y cualquier decisión que tomes para salir adelante, te estaremos apoyando — afirmó — tu madre estará molesta pero igual va a apoyarte.
— claro que no, no estaré apoyándote si te vas con tu abuela — contradijo mi madre rápidamente.
— Sí va a apoyarte — trató de calmar mi padre y mi madre volvió a negar.
— ¡No!, No lo haré — dictó — si te vas con esa vieja pícara también serás mi enemiga, Luci, hablo en serio.
— ¿Si me voy me atenderias las llamadas por las tardes? — pregunté conteniendo mi diversión por verle así.
— sí te atenderé pero estaré molesta. — respondió y aquellas palabras fueron lo suficientemente graciosas como para hacer que, junto con mi padre reprimiera una risa. — Michelle, se supone que debes apoyarme. — regañó pero éste siguió con la burla en sus labios.
Mi vida, nuevamente comenzaba a limitarse en todo. Y aunque deseaba nuevamente ver a mis amigos, estudiar y visitar a Rony cada domingo. Gran parte de mi sabía que quedarme aquí sería una enorme tortura para mí, la farsa de no estudiar más solo era para no ir a aquella universidad, y la farsa de irme era porque no podía soportar un segundo más en éste lugar sin tener la necesidad de buscar a los Dussán.
Mi plan ya estaba armado, me iría, me iría de Wisconsin a Chicago y pasaría un tiempo allá hasta poder sentirme estable conmigo misma.
Aunque muy en el fondo, mi conciencia no paraba de repetir que solo me acercaría a Adelaida por un único y retorcido motivo.
Mi abuela sí creería mis supuestos delirios y, se que haría lo que sea para limpiar mi nombre así como toda su vida intentó corregir a mi madre y obligarla a casarse con alguien muy adinerado en vez de mi padre. Yo no tenía más nada que perder pero sí podía ganarme una fuerte alianza y una gran fuente para impulsar mi búsqueda y mi venganza.
Todo estaba meticulosamente planeado y en éstos momentos sentía que nada podía salir mal.. o almenos éso creía.