— No toqué nada en tu habitación — volvió a hablar rápidamente Elisa siguiéndome al subir las escaleras de aquella casa compartida que ambas teníamos — todo debe estar donde tú lo dejaste, ni siquiera entré a limpiar, todo está...
— como yo lo dejé, lo sé, ya me lo dijiste— interrumpí algo divertida por su desesperación.
Creí que iba a reprocharme, sin embargo, sus largos brazos me detuvieron en frente de mi habitación y me rodearon fuertemente mientras que de sus ojos lágrimas salían a pesar de traer consigo una sonrisa.
— Al fin estás aquí — murmuró — fue el año más largo de toda mi vida — confesó y mi corazón se estrujó al instante — no es lo mismo verte una vez a la semana por 10 cortos minutos.
— lo sé — confirmé evitando igualmente soltar lágrimas tratando de buscar la manera de decirle que igual me iría.
Mis padres sabían que me iría y aunque mi madre estaba enfadada,ella misma llamó a mi abuela para avisarle de mi decisión, y luego de una larga discusión entre ellas y mi abuela diciéndole que ella cuidaría de mí mejor que como ella lo hacía, mi madre a pesar de estar completamente roja de la rabia, no se interpuso en mi camino, solo me hizo prometerle que la llamaría y que no me dejaría manipular por su madre. Una advertencia tonta al ella también haber querido hacerlo diciendo que no me hablaría si me iba.
— pero ya tendremos todo el tiempo de el mundo para hablar — soltó emocionada separándose de el abrazo mientras limpiaba con felicidad sus lágrimas — tengo que contarte absolutamente todo de lo que te perdiste y enseñarte nuevos restaurantes que abrieron y..
— Elisa — murmuré callandola y ésta me miró expectante esperando a que hablara.
Estaba en una incómoda situación en donde tienes que decirle a un pequeño niño que no le llevarás a ese lugar tan deseado para él el cual llevaban planeando ir desde hace días. Por si la referencia no era clara, yo era esa madre entregándole a su hija un pote de helado con sopa de contenido.
— ¿Por qué pones esa cara? — preguntó preocupada por lo bajo la morena, analizando mi rostro apenado — Luci, ¿Qué sucede?.
— Voy a irme a Chicago. — me limité a decir trayendo la sorpresa y confusión de la pelinegra.
— ¿Qué? — preguntó aturdida — no — negó — tú.. tú acabaste de llegar, no puedes irte — volvió a negar.
— voy a irme por un tiempo a Chicago con mi abuela Adelaida, todo está planeado. — traté de explicar pero aún así su rostro seguía igual de consternado.
Negó nuevamente — ¿tú madre no la odia? — preguntó confundida — ¿Cuándo.. cuándo lo decidiste? ¿Por qué quieres irte? ¿Por qué quieres dejarme? — preguntaba desesperada comenzando a temblar y sus ojos cristalizarse nuevamente solo que ésta vez ninguna pisca de alegría había en ellos — tu.. u — balbuceó — tú me odias por lo ocurrido, por eso quieres irte..
— no, no Elisa — negué rápidamente — no te odio, ésta decisión fue tomada muy rápido, no es por tí — traté de calmarle pero ésta siguió sollozando. — yo — tartamudee tratando de visualizar mis palabras — solo necesito algo de tiempo para organizarme.
— puedes tomar el tiempo aquí, no dejándome.
Detestaba éstas charlas y odiosamente, en un solo medio día ya llevaba 3 de lo mismos.
— vendré los fines de semana, lo juro — prometí tal y como había echo con mis padres, y aunque debía hacerlo por ellos, mis pensamientos también eran dirigidos a aquél rubio que había conocido y que igualmente juré visitarle, no debía olvidar hacerlo.
— no es justo — reclamó la morena y mis labios fueron mordidos para no contradecirle.
¿Injusticia? Injusticia era ser encerrada en un psiquiátrico por pensar que estabas loca, injusticia era lo que le había hecho a Rony para poder irme, injusticia era tener que vivir toda tu vida simulando ser tu hermano por obligación de tu padre, tal y como había vivido Hugo.
Cada quien vivía una injusticia y aparentemente todos los que resultaban dañados eran porque se relacionaban conmigo.
Yo era la mala suerte en mi vida.
— Por favor Elisa, — murmuré suplicante — estaré a unas cuantas horas de distancia y cuando nos veamos no serán por minutos — traté de convencerle.
— ¿Qué pasará con tus estudios? — preguntó ignorando a lo que decía y mis labios no pudieron evitar soltar un suspiro mientras al fin me adentraba a mi habitación seguida de la morena la cual le echó un vistazo a ésta una vez que el bombillo fue encendido.
Todo estaba tal y como lo había dejado, ciertamente. Mi cama incluso estaba ligeramente desordenada y mi ropa y cuadernos tan acomodados como siempre solía dejarles, lo extraño fue ver las cortinas de mi habitación algo arrugadas, y mi nariz se arrugó un poco al ver el polvo que se había formado en todo éste tiempo.
— Trabajaré para mi abuela. — respondí a su pregunta acercándome al maletero de la habitación en busca de mis maletas rosada con flores que había usado al venir a acá.
Igualmente no planeaba llevarme todo completamente, pretendía llevar lo necesario y dejar algunas cosas que pudiese usar para cuando viniese.
— Ésto es una locura — confesó — te estás precipitando Luci.
Elisa se le veía preocupada, tan preocupada como todas las veces que me veía desde lo ocurrido.
Conmigo, la morena había dejado de ser aquella extrovertida y fiestera chica, para a su vez suplantarla una chica preocupada y nerviosa. Y sinceramente, comenzaba a extrañar su comportamiento de antes.
Una vez aquellas dos grandes maletas fueron colocadas en el suelo, rápidamente me apresuré en subir una a la cama y abrirla bajo la atenta mirada de mi amiga.
No iba a cambiar mis planes por su preocupación, y aunque sonara egoísta, ésta vez planeaba hacer todo por mi cuenta sin que nadie interfiriese.
— Sé lo que hago.
— Quisiera entenderlo. — negó — Tú madre siempre ha hablado cosas malas sobre la señora Adelaida, ¿Por qué irte con ella? — preguntó confundida — de seguro cuando vuelvas ni siquiera querrás hablarme o tratarme o...
— ¿Por qué tienen esas ideas tan cerradas de mi? — cuestioné confundida cortando sus palabras — El dinero no ciega a todas las personas, no dejaré de tratarles por ello — negué igualmente mientras me dirigía a mi closet en busca de ropa para llevarme. — además, solo será un corto tiempo Elisa, igual vendré.
— te estás llevando las dos maletas — indicó — eso no parece ser un corto tiempo — negó y contuve las ganas de sacar una tercera maleta para mis cosas importantes.
— creeme que así será — traté de calmarle y mi mirada se posó en aquél cargador usado encima de mi pequeño escritorio a un lado de la cama.
Mi móvil había desaparecido, aquél artefacto que había quedado por última vez en manos de Daniel, había desaparecido de toda la escena mágicamente perdiendose incluso su rastro, y ver aquél cargador recién hacía que recordara cuan dependiente podía ser con ese dispositivo.
Era impresionante como en todo ese tiempo internada, aquél dispositivo del cual no podía estar alejada, estuvo todo éste tiempo extraviado, y en toda mi estadía allí nunca sentí la necesidad de usar mi celular.
Allá tenía todo lo que realmente necesitaba, un cajetín para hablar eventualmente con mis padre, tenía televisor y creo que mi mayor estabilidad fue haberme topado con Roniel. De no haber sido por él, estaba segura que me volvería loca. Y aunque en algún momento llegué a verlo lindo y como mi mayor salvación, aquello quedó suprimido al no querer perder a la única persona con quien trataba en ése lugar.
Más que una simple hermandad, ambos nos habíamos vuelto tan apegados y cariñosos que algunas personas, al igual que la doctora Jhonson, creían que ambos teníamos algo, además de habernos cachado un par de veces entrado por las noches a nuestras habitaciones juntos y ellos mal interpretaran siempre la situación.
Amaba a Rony, y aunque entre nosotros vagas miradas llegaban a cruzarse, sabía y sentía que aquél amor era un gran amor como el que llegarías a sentir por un hermano. Mi deseo de salir era más grande que el quedarme con él, y fue aquella la razón que me hizo darme cuenta lo despreciable y egoísta que era.
Y justo que apenas llevaba una hora sin verlo, ya lo extrañaba.
— Tengo que venir a visitar a Rony — murmuré inconcientemente sin despegar mi mirada de el cable, sin embargo el llamado de una confundida morena hizo que volviese rápidamente a la realidad.
— ¡Hola! — alargó sus palabras mientras su mano era movida en frente de mi rostro — ¿Quién es Rony?
— Roniel Jackson. — repetí — yo.. yo — balbucee como si aquella pregunta me hubiese dejado acorralada. Un gran gallo escapó de mis labios al intentar hablar y sabía que no habían sido por completo culpa de los nervios cuando mis ojos comenzaron a arder y mi cuerpo giró dándole la espalda a la morena en busca de que no viese mi rostro vulnerable. Carraspee — les hablé de él hace mucho — solté con simpleza tratando de controlar mis emociones mientes simulaba rebuscar entre mi ropa.
— mmm — murmuró tratando de recordar — ¿El chico con depresión? — preguntó dudosa y yo rápidamente asentí. — Creí que solo habían hablado una vez y ya, nunca nos contaste alguna otra cosa de él o que siguieran hablando.
— tampoco era como que si tuviese mucho tiempo para hablarles — expliqué — además prefería saber más de las cosas que a ustedes les pasaba que contar lo que me pasaba a mí.
Mentí.
Sinceramente, aquello que había convivido con Roniel lo habíamos hecho tan privado, a pesar de ser una cosa de niños, que había decido no contarle nada ni a mis padres y sabía que en cierta parte, temía que mis padres o Elisa me impidieran igualmente juntarme con él.
Roniel había perdido a todos sus seres queridos y aquellos que antes le visitaban con el tiempo habían dejado de hacerlo, solo una llamada ocasional para saber si seguía vivo, así que todos nuestros temas de conversación solo se basaban en una linda tarde hablando de nosotros, de algún programa de televisión o una hermosa tarde en donde yo me dormía en su regazo bajo la lectura de un libro acompañado por la suave y ronca voz de el ojos verdes.
Estar con él era realmente fascinante, era como si nada más afuera de aquél sitio existiera, solo que por la noche, cuando él no estaba presente, yo ideaba mi plan para, torturosamente, abandonarle.
— Entonces, hiciste un amigo allá — rectificó y yo asentí prefiriendo no contradecir a aquella escasa descripción que le había dado. — y ese tal Rony..
— Elisa, sé que tienes muchas cosas que preguntar pero, necesito terminar mis maletas para irme mañana temprano — traté de excusarme para evadir a sus preguntas, y luego de cerciorarme de que ningún rastro de lágrima había en mis ojos, giré a verle con una ligera y muy internamente forzada sonrisa — si quieres puedes ayudarme — pedí burlona sabiendo la respuesta de la morena.
Ésta danzó su mirada entre las grandes maletas y la ropa, y una mueca de flojera apareció en su rostro tal y como me lo imaginaba.
Elisa podía cambiar en todo lo que quisiera pero una cosa era segura, su flojera por todo no se iba ni con el regaño más fuerte de su madre.
— Si.. — asintió lenta y arrastradamente viéndome con algo de súplica.
— No tienes que hacerlo — negué divertida y ésta suspiró aliviada.
— ¡Qué bien! — exclamó con una amplia sonrisa que al instante apagó por una avergonzada— digo.. yo.. de verdad te ayudaría pero.. tú debes decidir qué ropa te gustaría llevar a Chicago. — trató de justificarse trayendo mi risa.
— claro — afirmé con sarcasmo y mis ojos giraron divertidos poniéndose en blanco.
— ¡En serio! — trató de convencer — bueno, quizás sí me da un poquito de flojera pero... — murmuró — ¿Sabes qué? — preguntó repentinamente cortando abruptamente sus palabras sin dejarme responder — iré a pedir comida — exclamó como si acabase de ocurrirle una gran idea — si te irás mañana, voy a llamar a todos para que vengan, te haré una despedida improvisada — habló apresuradamente confundiendome — ya verás, te va a encantar, llamaré a todos y — repitió y unos pequeños aplausitos eufóricos se hicieron presentes — te va a encantar. Tú tardardate lo que quieras mientras yo organizo todo, estoy segura que todos estarán emocionados de verte — comentó con alegría y al instante ésta se esfumó — y ya te vas... — murmuró. Estaba apunto de opinar para una vez más animarle, sin embargo, sus ojos brillaron intensamente como si una gran idea le hubiera pasado por su mente y sin dejarme opinar nada al respecto, extrañamente sonrió enormemente y se dirigió a la puerta para salir rápidamente — ¡Tardate todo lo que quieras! — logró escucharse a lo lejos una vez que la puerta fue cerrada y una confusa risa, que se escuchó como un resoplido, escapó de mis labios.
Ni siquiera me veía en la necesidad de bajar a averiguar qué tenía planeado, y, con un vestido perfectamente doblado en manos y sin ningún sonido a mi alrededor, mis ojos se cerraron contemplado aquel pequeño segundo de paz interrumpido por la muy lejana voz de Elisa.
Mi cuerpo programado se movía de un lado a otro guardando todo lo que iba a necesitar y para cuando pude darme cuenta, solo me faltaba llenar la tercera y última, más pequeña que todas.
Mis ojos viajaron, si saber a dónde dirigirme, por toda la habitación.
Había guardado todo lo realmente importante y al ver la pequeña maleta a media capacidad aún, me hizo considerar la idea de no llevarla y distribuirlo en las dos grandes.
Mi cuerpo indeciso se acercó a aquella mesita con dos gavetas a un costado de mi cama y, al ver más de cerca el cargador, el sarcasmo de llevarlo cruzó por mi mente.
Mis manos se dirigieron a aquellos cajones perfectamente cerrados y polvoriento, y al abrir la primera gaveta ésta estaba llena de joyas incompletas y cosas que no solía usar y dejaba allí para no ir a guardarlas, incluso, un viejo envoltorio de una chupeta estaba allí depositado.
De el mismo modo en que mis manos abrieron aquella gaveta, rápidamente fue cerrada y se dirigieron a la última para igualmente abrirla. Fué allí que mis ojos se abrieron ligeramente sorprendidos al ver que aquella caja de el “plan B” que me había entregado Hugo, aún estaba guardada allí.
Pude sentir rápidamente como mis mejillas comenzaban a tener color y al igual que el ardor en éstas, mis ojos parpadearon forzadamente evitando que éstos igualmente ardieran.
Mis dedos y mi rostro conmocionado tomaron la caja entre el montón de cosas y la examinaron más de cerca puesto que ésta, a diferencia de como había recordado dejarla, estaba completamente aplastada y sin nada adentro, la factura no estaba ni aquel plástico que resguardaba la pastilla.
Mis ojos confundidos se dirigieron nuevamente a aquella gaveta y extrañamente un pequeño sobre blanco completamente sellado se reveló ante mí.
Mis manos dudosas y confundidas se acercaron a aquél pequeño sobre, dejando en su sitio el resto de la caja y al darle la vuelta a éste, una hermosa letra corrida era lo único que adornaba la espalda de el misterioso empaque.
“para Luci Kambel” leí lo único que mostraba por fuera aquél sobre.
Mi ceño fruncido miraban la letra intentando identificarla con alguna conocida pero mi confusión aumento al no recordar a nadie con una letra tan limpia o si quiera parecida, incluso, aquella letra era tan prolija que podía confundirse con una letra impresa de internet, sin embargo negaba a aquello al ver la hundidura del el bolígrafo en las letras.
Mis ojos nuevamente viajaron a la gaveta para cerrarla y una vez mi cuerpo se dispuso a sentarse en la cama para abrir el sobre, unos fuertes sonidos provenientes de abajo lograron distraerme, seguido de los apresurados pasos de Elisa la cual no dudó en abrir a mis espaldas sin preguntar asomando solamente si cabeza.
— ¡Lu! ¿Qué haces ahí sentada? ¡Arréglate! — pidió emocionada volviendo a irse igual de rápido que como llegó.
Una pequeña sonrisa se asomó en mis labios aún cuando ya no habían rastro de la morena y, siguiendo a sus órdenes, rápidamente me dirigí a la pequeña maleta e introduje el sobre para luego de cerrarla, acomodarla a un lado de las demás.
No había tardado nada en desvestirme y, después de mucho tiempo, mi cuerpo se detuvo en frente de aquél gran espejo pudiendo divisar mi desnudes.
Estaba mucho más delgada que antes, sinceramente, estaba en el punto exacto de delgadez en donde si rebajaba 5 kilos más, me haría pasar por anoréxica.
Para mí suerte, había adelgazado lo necesario para hacer que mi abdomen se viese ligeramente marcado a pesar de que mi ejercicio en el psiquiátrico no era constante y aunque mis senos no se veían tan pronunciados, estaban lo suficientemente grandes para lucir con mi cuerpo.
Mis caderas se veían algo más grandes y, a diferencia de el resto de mis atributos, mis glúteos habían aumentado un poco más.
El sonido de la música me despertó de mi narcisismo al instante y luego de echarle una última mirada a mi cuerpo, rápidamente dirigí al baño tomando un gran paño rojo que allí estaba.
Sinceramente, no quería una fiesta, mucho menos que éste día se viese rodeado de más personas de las que tenía que despedirme, pero aún así, mi corazón comenzó a latir algo emocionado y melancólico por ver a todos reunidos nuevamente.
Quería ver a Luis, quería ver a Jhonny, quería ver a Lukas, quería verlos a todos y simplemente el echo de que vinieran me ponía realmente ansiosa.
La última vez que los había visto había sido una semana después de que me internaran en aquél psiquiátrico. El resto de los días, las visitas se veían limitadas a dos familias, mis padres, por lo que tenía que resignarme a hablar con ellos y distribuir mi tiempo en una corta llamada de 10 minutos.
Los extrañaba, realmente los extrañaba, y pensar que me iría mañana a Chicago solo hacía que otro nuevo odio en mí y mí egoísmo, se desbloqueara.