Magnus.
¿La vida podría ser más bella? A mis veintiséis años estoy graduado de la universidad con un título honorario, he sido el mejor de toda mi maldita clase y a pesar de tener un trabajo que ya espera por mí me he decidido a tomar un año sabático del que ya solo me quedan seis meses antes de asumir mi rol como heredero de la compañía Dupont.
Como mi hermana gemela ha decidido que va a quedarse con los negocios de Montana, todo por el grandioso Hunter según ella, a mí me ha tocado hacerme cargo de los negocios de papá los cuales por suerte, van de maravilla.
Me estiro en mi gran cama, mis pies sienten el calor humano y sonrío cuando volteo y veo que se trata de June, la universitaria con la que he estado durmiendo los últimos dos años.
Sus tetas están al aire ya que duerme plácidamente enredada en mis sábanas. La noche anterior fue una completa locura porque a pesar de que la fiesta estuvo grandiosa, todo terminó de la mejor manera cuando cogimos como si no nos hubiéramos visto en meses cuando en realidad solo han pasado unos cuantos días.
Claramente no es mi novia, de ninguna manera. Me acostumbré demasiado a las cosas pasajeras porque sé bien que en mi prospecto de familia no entra el tener algo seguro, solo pienso en mí mismo y me cuesta demasiado ser afectuoso con los demás y ella lo acepta. Estamos bien como hasta ahora, ella viviendo en su casa y viniendo solo cuando quiero coger. Es la chica perfecta.
Para cualquier hombre es difícil encontrar una mujer dispuesta a aceptar reglas pero June no es una de ellas. Ella adora nuestra relación, adora tener su vida libre de mí y ser capaz de estar con otras personas mientras yo haga lo mismo así que estamos bien. No necesito más que esto para vivir, al menos por ahora.
Soltando un suspiro me pongo de pie. Busco a tientas mi ropa interior entre todo lo que quedó tirado de anoche y salgo caminando hacia la cocina donde las empleadas se están encargando de poner todo en orden luego de la fiesta de anoche.
—Buenos días Blue—saludo a mi empleada mientras tomo asiento en la barra de la cocina. Al poco tiempo me da un brebaje especial para mi resaca la cual sabe como la mierda pero me recupera al instante, unas píldoras para mi jaqueca y me entrega mi móvil el cual daba por perdido hasta hace unas horas atrás. —¿Novedades?
—Su hermana llamó, dice que ha intentado comunicarse con usted durante horas y no ha tenido respuestas. Quiere saber si va a ir a cenar por el aniversario de sus padres, estarán en la casa de Montana el fin de semana, la cena será el domingo, ya sabe como es su madre—menciona mientras me tiende mi desayuno. —Su padre también llamó para preguntar lo mismo y dijo que por favor se vistiera decente esta vez así a su madre no le da un infarto al verlo.
Ruedo los ojos soltando un suspiro.
—¿Algo más?
—Tiene una nota de voz en el contestador y sus invitados se robaron un jarrón anoche. Los de seguridad de la entrada pudieron recuperarlo.
Asiento.
—Bien, gracias hermosa.
Intento mantenerme sereno para poder concentrarme en poder continuar con vida cuando el sonido de la aspiradora me deja totalmente enloquecido. Efectivamente no se puede ni siquiera descansar aquí, no soy capaz de poder siquiera respirar tranquilo por lo que voy hacia la sala privada donde enciendo la televisión mientras desayuno notando que hace dos días buscan respuestas sobre una joven madre y su hija quienes se encuentran en grave estado en un hospital de otro Estado.
No quiero ver cosas que me rompan el corazón por lo que la apago cuando veo que mi otra empleada entra casi corriendo a mi lugar.
—¿Qué pasa, Juana? Parece que viste al mismo demonio—gruño.
Su torpedad me ha hecho derramar mi café sobre mi pierna la cual de seguro va a dejar una marca sumamente rojiza.
—Casi—susurra ella—Desde abajo acaban de confirmar que su madre está subiendo.
De inmediato subo la mirada para encontrar alguna especie de broma en sus ojos pero no veo nada lo cual me deja aún más apaniqueado. De inmediato, luego de verificar que de hecho no se trata de ninguna broma, voy directo hacia mi habitación donde sacudo rápidamente a June para que despierte.
Con el ceño fruncido ella me observa, claramente con sueño.
—¡Tienes que irte!
—No, un poco más, tengo sueño.
Vuelve a cerrar los ojos, intenta voltearse pero la sacudo de nuevo.
—¡Mi madre está subiendo! —mis palabras surten efecto pues se pone de inmediato de pie. Está claramente despierta, intenta por todos los medios ponerse su ropa rápido pero cuando la puerta se abre y los tacones resuenan sobre el mármol sé perfectamente que está mi madre detrás de mí.
Suelto un suspiro. Me enderezo, June se cubre con su vestido, tiene los tacones en las manos junto a su bolso y pertenencias. Se preguntarán por qué no quiere tener contacto con mi madre y la realidad es que ninguna de las dos se cae del todo bien. Ambas tienen puntos de vista diferentes y mamá no cree que sea una buena compañía para mí ni para mi posición dado que tengo mucha persecución mediática.
June es la clase de mujer de una noche y ya, por eso es que funcionamos tanto tiempo pero mi madre no termina de aceptarlo.
—Márchate que tengo que hablar con mi hijo—menciona sin gracia alguna—Ahora.
Suelto un suspiro. June apenas se coloca los tacones, no se despide de mí mientras sale por la sala hasta la puerta principal la cual resuena por todo lo alto cuando se va. Es ahora que estando a solas me volteo hacia mi madre, haciéndole en silencio la misma pregunta que le hago desde hace tiempo.
—¿Podrías al menos tratarla bien?
Se encoge de hombros tomando el café que mi empelada le sirve. En silencio le pide a las demás que nos dejen a solas ya que de a poco comienzan a salir del panorama.
—No la traté mal, ya sabes que no me gusta tratarla en absoluto.
Niego con mi cabeza.
—Está bien—digo con un suspiro acercándome para terminar mi desayuno. Ya que está aquí supongo que no se irá a ningún lado. —¿Vinieron por trabajo?
Asiente.
—Teníamos asuntos pendientes en la empresa que tu padre está arreglando en estos momentos pero quise venir a verte porque supe, por el equipo de seguridad, que fuiste robado anoche.
Ruedo los ojos.
—No es así, solo quisieron sacar algunas cosas de la casa.
Deja su taza sobre el plato.
—¿Te das cuenta de lo peligroso que es este estilo de vida que estás llevando? Magnus, quizás no lo entiendas pero corres riesgo de un robo mucho más grave o incluso de algo peor, un secuestro.
Vuelvo a rodar los ojos.
—Mamá, el que la fiesta se haya descontrolado no significa que siempre será así. Prometo tener más cuidado.
Da un suspiro.
—No necesito que seas cuidadoso, necesito que madures, que tomes su lugar al frente y que seas responsable. Tu hermana ya tomó su lugar, cariño.
—Lo sé, la dulce y buena de mi hermanita ya hizo todo bien, entiendo.
Mamá me toma del brazo.
—Sabes que no es lo que quise decir.
Asiento.
—Está bien, al fin y al cabo me quedan pocos meses antes de regresar pero prometo que haré mi mejor esfuerzo.
Sé bien que mis padres esperan poder irse de vacaciones. Ahora que mis hermanos menores han ingresado a la universidad es claro que quieren tener privacidad, tiempo a solas, en pareja, sin embargo lo único que los frena de subirse a un crucero es que papá tiene que estar al frente de la empresa porque yo no he querido tomar mi lugar.
Suelto un suspiro. Mamá decide que va a quedarse a almorzar, mis empleadas regresan a sus labores y estoy a punto de salir a entrenar un rato cuando tocan el timbre de mi casa.
Aquí no viene nadie, mis hermanos estudian lejos de la ciudad, casi la mayoría ha decidido salir de Nueva York en busca de más oportunidades y no es tiempo de vacaciones así que frunzo el ceño mientras me acerco.
Observo por la mirilla notando que hay dos personas fuera de casa.
—Mamá—le llamo.
—¿Si, cariño?
—¿Invitaste a alguien? Porque hay dos adultos frente a mi puerta.
Confundida se acerca hasta mí, observa por la mirilla y me mira. No son necesarias las palabras entre nosotros en lo que abro la puerta porque solo con su mirada supe que no tenía idea de quiénes se trataba.
Me encuentro entonces con dos personas mayores, más o menos, quizás un poco más de años que mis propios padres.
—¿Puedo ayudarlos? —pregunto.
La señora me mira con mala cara.
—¿Eres Magnus Dupont?
Asiento.
—¿Quiénes son ustedes?
—Somos los padres de Casey Andrews.
Frunzo el ceño más todavía.
—¿Quién?
La mujer, que al parecer no quiere estar aquí mucho menos cerca de mí, me mira mientras se ríe aunque es una risa amarga, de esas que solo las personas infelices consigo misma dan.
—Esto es increíble.
—Si no van a decirme nada será mejor que salgan de mi edificio que por cierto es privado. ¿Cómo hicieron para subir sin autorización?
La mujer está a punto de responder cuando el hombre la detiene con su mano.
—No quisiéramos molestarlo pero nos vimos en la obligación de venir hasta aquí dado que nosotros no queremos involucrarnos.
—Sigo sin entender.
—Casey iba a la universidad con usted, es ella—saca una fotografía de su bolsillo, una que está doblada y apenas veo el rostro de la mujer que han estado mencionando, recuerdo de inmediato a Cas.
Fuimos buenos amigos, más que eso, durante varias semanas. Después un día desapareció de la universidad sin decir nada, sus amigos no sabían dónde estaba y la olvidé. Con el pasar del tiempo dejé de preguntar, no volvió jamás a la uni y todos creímos que la había abandonado.
—La recuerdo—admito en un susurro tomando la fotografía en mis manos—¿Dónde está?
Levanto la mirada para enfrentarme a sus padres quienes se miran entre sí, entonces veo que dos oficiales vienen por el pasillo lo cual es mucho más sospechoso porque aquí jamás viene la policía.
—¿Es usted el señor Magnus Dupont?
—Sí, soy yo. ¿Qué se les ofrece?
—Los oficiales te darán la información que te falta para comprender por qué vinimos a verte—menciona el hombre dejándome aún más confundido mientras la mujer me mira con desprecio. —Espero que ambas se pongan bien.
Toma a la mujer, quien supongo es su esposa, y salen de mi pasillo dejándome con miles de preguntas sin respuesta. Volteo a ver a mi madre quien está igual que yo y mientras me preparo, luego de unos minutos, ya que los policías dicen que tienen que llevarme a un lugar, mi madre les pregunta si estoy metido en problemas pero le aseguran que no es así.
De igual manera, mamá viene conmigo cuando bajamos hasta el estacionamiento donde tengo que subir en la patrulla. Sé que llama a mi padre para contarle lo que pasó porque la veo hablando apresurada mientras va hacia su coche.
Nadie quiere decirme nada, ninguna persona aquí quiere hablar conmigo porque pregunto pero no obtengo respuesta alguna. Prefiero guardar silencio, a sabiendas de que jamás voy a tener una respuesta de su parte solo espero a llegar a la estación de policías pero en vez, veo que se sumergen en la entrada de emergencias de un hospital.
Estamos a más de sesenta minutos de mi casa, hemos salido del centro de la ciudad adentrándonos en una parte poco concurrida, incluso podría decir que bastante pueblerina del lugar donde crecí.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —pregunto aunque continúan guardando silencio. Suelto un suspiro, salgo del coche y me piden que los siga mientras se adentran en lo que parece ser una escasa sala de urgencias.
El hospital es pequeño, sería más bien un centro médico, con pocos especialistas y pocas máquinas. Nada que ver con los hospitales que conocí durante mi vida.
Aquí apenas y hay médicos dando vueltas.
Los policías van hasta la estación de enfermeras, hablan con una quien me mira luego hasta que les da el visto bueno al parecer ya que vienen hacia mí pidiéndome que los siga.
Caminamos por un pasillo, luego por otro y finalmente nos detenemos frente a una habitación. Sin entender nada me acerco al ventanal que me piden que observe, por las habitaciones anteriores me pude dar cuenta que estamos en la unidad de cuidados intensivos porque todos los pacientes están en estado crítico así que cuando me acerco y miro, comprendo por qué conocí a los padres de Cas apenas hace unas horas atrás ya que es ella, algo irreconocible, pero es ella la mujer que está en una camilla con respirador y bastante golpeada. Tiene un collarín, está sedada por lo que alcanzo a oír.
—¿Quién es ella? —pregunta mi madre tras de mí pues no le prohibieron que viniera ya que se presentó como mi abogada.
—Es... una chica con la que estuve por poco tiempo.
Mi voz sale débil, mi cerebro de inmediato me recuerda el sonido de su risa y la verdad es que no entiendo por qué tengo tan arraigado ese recuerdo, por qué es tan vívido después de tantos años pasados.
—Señor, ¿Reconoce usted a esta mujer? —pregunta uno de los oficiales.
Asiento.
—Sí, es Casey Andrews. La conocí en la universidad, era... amiga de mis amigos.
—Bien, ¿Tuvo alguna clase de relación sentimental con esa mujer?
Vuelvo asentir.
—Fuimos cercanos durante un tiempo pero no la veo desde hace años. No entiendo la verdad que estoy haciendo aquí.
La enfermera se acerca a mí.
—Señor, lo llamaron porque la paciente lo solicitó cuando fueron los rescatistas al lugar del accidente—dice, dejándome sorprendido. —Cuando la encontraron apenas podía hablar, susurró su nombre y nos dijo qué relación tenían ustedes. Pensamos que era su novio hasta que sus padres vinieron y como no quieren hacerse cargo de nada, decidieron que era mejor llamarlo para que usted tomara las decisiones sobre la salud de ambas.
Sacudo la cabeza.
—¿Ambas? ¿Tuvo el accidente con su hermana?
Ella niega.
—No, tuvo el accidente con su hija.
—¿Hija?
—Su hija, señor Dupont. La paciente solicitó que lo llamaran porque dijo que usted era el padre de su bebé.