Franco inspiró profundo, cerró sus ojos, sí, de nuevo estaba listo para besarla, pero ella le suplicó que no lo hiciera, no supo sus motivos, asintió, la soltó. Susan agradeció que lo hiciera, ya bastante tenía con ser el objeto de su diversión, como para convertirse también en el objeto de su desahogo, ella llamó a la azafata, y pidió un whisky para él, prefirió dejarlo solo, y ella se fue a sentar frente a la pantalla del televisor. Unos treinta minutos más tarde las risas de Susan se escuchaban en todo el jet, miraba una película de comedia. —¿Qué miras? —indagó Franco, y plantó su vista en la pantalla. —Mi abuelo es un peligro —contestó ella—, me fascina la actuación de Robert de Niro. —Giró su rostro y observó a Franco—, te recomiendo: Pasante de moda, deberías aprender. —Lade