Los murmullos de las personas apostadas en el bar no se hicieron esperar, las miradas de todos estaban fijas en la pareja, Susan se sintió bastante, incómoda. —Vámonos —suplicó a Franco—, estas personas conocen a mi familia, esas mujeres son unas chismosas no van a dudar en llamar a mi mamá y contarle lo ocurrido. Franco arrugó el ceño, su mirada llena de seriedad se posó en la chica. —¿Y te importa mucho lo que piensen esas viejas de ti? —cuestionó sin dejar de verla—, pensé que no le tenías miedo a nada. Susan resopló. —No me gusta ser la comidilla de la gente. Franco encogió sus hombros. —Debes aprender que hagas bien las cosas, o te equivoques, la gente siempre va a criticar, así que tranquila, sigamos disfrutando de la velada, dijiste que querías conocer más de mí —propus