Susan apretó los labios, intentando no soltar una carcajada, pero la expresión llena de seriedad de Franco, era todo un poema. —Digamos que conmigo no es tan amargado, solo un poquito —bromeó divertida. Giovanni soltó una sonora risotada. —Tú me caes bien, ¿quieres conocer la propiedad? —indagó, arqueó una de sus cejas. —Ella no puede…—Franco rebatió, pero Susan como siempre rebatió. —Por supuesto que puedo ir, no tengo nada que hacer, vamos. —Miró a Giovanni—, muero por conocer la casa. —¿Y no necesitas el permiso de Franco? —inquirió el joven, observó a su hermano, sonriente. Susan soltó una sonora carcajada. —No sé cómo funcionen las cosas aquí en su país, pero en el mío las mujeres no le pedimos permiso al novio, así que vamos. —¡Susan! —vociferó Franco apretando los p