Intentando disimular la conmoción que su corazón sentía, Franco con pasos agigantados salió a la terraza, echó un vistazo por todo lado, ella no estaba. «Susan» gritó en su mente sintiendo una opresión en el pecho, que no lo dejaba respirar, bajó corriendo las escaleras de piedra esperando alcanzarla, y encontrarla. «¿A dónde podía haber ido? ¡Al aeropuerto! ¿Escaparía de su lado?», las dudas acribillaban su mente, miró a invitados en el jardín, y él los ignoraba, entonces como pudo y con la respiración agitada, llegó hacia donde estaba el personal de seguridad de la hacienda. —¿Han visto salir a Susan? —No, señor, solo los autos de los invitados. Franco frunció el ceño. «¿Y si en uno de sus autos ella se había marchado o peor aún si la raptaron?» El rostro se le desencajó, la m