La mirada de Franco se oscureció por completo, apretó los dientes. —Susan no debe tardar —masculló. Lorenzo bufó y se retiró para ir al salón. —Esto es una locura, ¿cómo se atrevieron a abrir el salón de Gianna? —refutó Marcela la tía de Franco—, no me quiero ni imaginar cómo está mi hermano, seguro fue la desquiciada de tu novia. Franco resopló, ignoró el comentario de su tía. —Voy por Susan —musitó, cuando dio vuelta, llegaron los hermanos de Sarah, junto con ella. —Franco, buenas noches —saludaron con seriedad. —Bienvenidos —respondió él. Sarah lo ignoró por completo, miró el salón, y a Franco con el rostro lleno de seriedad. «Espero esa mujer no aparezca» pensó y notó como los caballeros plantaban su vista en la parte alta de la mansión. Y de pronto las miradas de l