Lía llegó hasta la cocina, resopló, miró a Roxana, y arrugó el ceño. —Desde ahora solo trabajas con la señorita Susan —indicó—, no te vayas a creer importante, solo serás su mucama de confianza. Roxana se puso de pie, se mordió los labios, suspiró agradecida de recibir órdenes solo de Susan. —¿En serio? —indagó. —¿Acaso me estoy riendo? —bufó con ironía, se dirigió al resto de empleadas—. Requiero que todas vayan al salón principal de la casa, la fiesta de esta noche se celebrará ahí. La cocinera de la impresión dejó caer la tapa de una olla, el ruido sobresaltó a todos. —La señora Susan lo abrió, y ahí se hará la reunión, y espero nadie cuestione su decisión. Las empleadas antiguas no comprendieron nada, se miraron entre ellas, pero nadie abrió la boca. Las empleadas encarga