La voz irónica de Lorenzo lo detuvo en seco, justo en el peor momento, en el instante que estaba por perder la paciencia, o quizás lo que había perdido era la cabeza por Susan y lo que hervía en sus venas eran los celos. —¿Qué quieres? —cuestionó tenso. —Pero qué genio, yo solo venía a saludarte, y por supuesto conocer a tu nueva novia, mi mamá, y mi esposa están en la casa con el tío Donato, se dicen muchas cosas de tu nueva adquisición. —Sonrió con esa expresión de cinismo que exasperaba a Franco. Franco se aproximó a su primo de manera amenazante, lo agarró del cuello. —Susan no es una adquisición, no es un objeto —rebatió, plantó su vista llena de ira sobre su primo—, no te metas con ella —expuso en un tono amenazante. Lorenzo también lo avistó con esos ojos llenos de resenti