—¡Eres su dama de compañía! —reclamó Franco, se puso de pie.
Roxana tembló y retrocedió.
—No soy la niñera de la señorita Susan para estar tras de ella.
Franco resopló y abrió sus ojos de par en par, jamás una de las empleadas se atrevía a responderle de esa forma, y comprendió por qué Susan la había escogido: eran tal para cual, con la lengua afilada.
—Soy tu jefe Roxana. —Se aproximó a ella como una fiera, la agarró de los hombros. —¿La ayudaste a escapar? —preguntó a gritos, y sacudió a la chica.
—¡Suéltala! —gritó Giovanni, respirando exaltado, empujó a su hermano con toda su furia. —¡Estás loco! —reclamó y luego giró y miró a Roxana pálida, y asustada. —¿Estás bien?
La chica asintió, se agarró los hombros.
—Gracias —susurró bajito.
—¿Te hizo daño? —indagó Giovanni, le q
