Susan tembló ante la cercanía de él, se estremeció al contemplar sus ojos llenos de arrepentimiento, el corazón se le aceleró. Ella pegó su rostro en la palma de él, y cerró sus ojos. —Franco, ¿por qué todo es tan complicado contigo? —cuestionó casi en un susurro. Él frunció los labios. —Quizás porque tengo demonios dentro de los cuales debo irme exorcizando —comunicó y por primera vez aceptó que tenía problemas—, no me perdonaría lastimarte. —Volvió a rozarle los labios. —¿Me perdonas? —indagó una vez más. Susan inhaló profundo, se reflejó en los ojos de Franco. —Entiendo que lo de ayer fue un golpe terrible para ti, que te descontrolaste y perdiste la cabeza porque se trataba de tu mamá —comunicó—, pero no siempre voy a andar justificando tus faltas, ni voy a pasar por alto q