Franco dejó de reír y se metió a la cabina para sostenerla entre sus brazos, cayendo en la trampa de ella, enseguida Susan como pudo alcanzó la manguera que él soltó, y el agua de la ducha fría cayó sobre el hombre, mojando su impecable traje de diseñador y sus zapatos caros. —¡Susan! —bramó—. Estos zapatos son italianos, muy costosos. —Se quejó, mientras retiraba el agua de su rostro, también se le erizó la piel, al sentir el agua fría. —Pues quítatelos —propuso ella—, o requieres ayuda. —Antes de acercarse, logró abrir el grifo del agua caliente, y enseguida se aproximó a él, lo miró a los ojos y le retiró el saco, lo lanzó fuera de la cabina. Y luego ella se retiró su blusa, y también la prenda fue a parar sobre algún lado del tocador. —Estás jugando con fuego Susan —advirtió Fr