—Mis padres nos están mirando —musitó Susan. Franco comprendió, entonces agarró de la mano a la chica, besó su dorso. Susan fingió una sonrisa, todo era parte de aquel teatro. —Debes venir a cenar esta noche, es lo más correcto. Franco jadeó, esbozó una sonrisa fingida. —No abuses, yo soy un hombre ocupado. Susan resopló, mientras le dolía la mandíbula de fingir reír como una idiota. —Si no lo haces, mis padres van a empezar a sospechar, y si se enteran, mi papá armará un escándalo, no te conviene, querido. —Le acarició la mejilla. Franco apretó los dientes. —Está bien, querida —musitó en tono de ironía—, llegaré a cenar, pero algo tarde. —Lo importante es que vengas, y me traigas flores, pero no te diré cuáles son mis favoritas, debes descubrirlo. —Lo miró atenta. —Ser