Regreso al palacio No pude pegar el ojo en toda la noche, les escuchaba quejarse, roncar, pasar al baño cada cierto tiempo, era una eternidad de lamentos y de pasos pesados. ¡Qué crueldad! Los más ágiles eran los que dormían en los segundos y terceros pisos de jaulas. Allí encerrados con sus emociones y sus achaques terminaban de pasar los últimos días. Era como ver un orfanato pero debían pagar su propia estadía y resolver su alimentación pidiendo en las calles o trabajando como recicladores. Y estamos hablando de una de las ciudades más ricas del mundo, pero ser viejo aquí, los hace convertirse en un desecho que no aporta nada. ¿Y los hijos a los que criaron? Talvez ya no se acuerdan de ellos. ¿Será qué yo me estoy convirtiendo en eso que tanto aborrezco ahora mismo? ¡No! Cuando reg