Virgen y fugitiva Pensé que después de que me había dejado viringa y antojada por lo menos pasaría por la habitación para intentar buscar una solución. Pero no, no se digno siquiera a darme la cara. Mientras anochecía leí un poco mi libro y entonces se me ocurrió que podía salir a pasear por la ciudad. Pero era evidente que si pedía permiso no me iba a permitir. Así que me vestí deportiva y me puse unas gomas. Debía salir del palacio con la excusa que iba a trotar. Guardé mi teléfono en los bolsillos y puse varios euros en mis calcetas y le pedí a una empleada que me indicara la salida porque iba a trotar. No me entendía y entonces llamó a Zhuam. Él me indico el lugar por el cual podía correr. Y así sin que sospechara mis verdaderos planes salí de la urbanización. No podía desperdicia