Había desprecio en su tono de voz. Se dio la vuelta y se alejó, dejando tras ella un fuerte olor a perfume. Se dirigió hacia la puerta por la que había entrado. —¡Lareen! ¡Espera!— exclamó Ian, y corrió tras ella. Varia le vio cogerla del brazo y guiarla hacia la puerta. El iba hablando con gran animación, mientras que Lareen se encogía de hombros con evidente aspereza. —Es una muchacha muy hermosa— dijo Varia con admiración. —Es una perversa zorra— replicó madame Rene. Varia la miró sorprendida. —Conozco bien a Lareen. Debe su fama únicamente al señor Myles— aseguró la mujer—, la descubrió en un insignificante concurso de belleza de Birmingham o en Manchester, no recuerdo donde, la trajo a Londres, le enseñó a andar, a hablar y a lucir la ropa. Madame Rene lanzó un leve bufido. —