La noche de anoche

1029 Words
“Cuando dos personas se enamoran, el pasado y el futuro desaparecen.” Paulo Coelho —¡Te la pasaste bien anoche, por lo visto! —comenta Sebastián a Ignacio, quien conduce rumbo a su casa. —¡Pues sí! No lo niego. Es una mujer muy especial, Mi Dama Bourlesque. —¡Ufff! ¿Debo preocuparme? —¿Preocuparte por qué? —No sé hermanito, te veo muy motivado desde anoche cuando se presentó la bailarina y ahora suspiras a cada momento. Creo que debes recordar de quién se trata. Ignacio voltea y le lanza una mirada fulminante, sus palabras son tan ofensivas, y aunque sabe qué es verdad lo que refiere, no menos cierto que por primera vez, siente rabia al ver que insultan a su dama. Cuando descubrió la traición de Giovanna, escuchó hablar cosas terribles de quien era su prometida y en ese momento poco le importó, la manera despectiva y ofensiva que utilizaban en contra de ella. Pero, algo diferente ocurre en su interior cuando se trata de La Dama Bourlesque. Permanece callado, reflexionando sobre sus acciones y aquello tan ilógico que siente por aquella mujer que apenas conoce y que trabaja en un bar. —No quiero que te refieras a ella de esa forma; no delante de mí. —¡Uyyy que miedo! Mejor acelera para llegar rápido a casa. Tengo mucho sueño y jaqueca. —Pensé que habías disfrutado tu noche con la... —Sí, disfruté bailando, tomando con ella. Me emborraché tanto, que no pude follármela. Ignacio deja escapar una carcajada. Su hermano lo mira de reojos, mientras tapa sus oídos, pidiéndole a Ignacio que se calle porque no soporta el dolor de cabeza. Llegan a la mansión. Ambos bajan del auto. La sonrisa imborrable de Ignacio, le ilumina el rostro. Pero repentinamente desaparece cuando tira la vista hacia el jardín y ve a su madre sentada con Giovanna. Intenta ocultarse de ambas mujeres, mas la voz de su madre, lo detiene en seco, cuando le dice: —¡Querido! Mira quién vino a visitarme. Ignacio, le sonrié a su madre y desde la puerta de entrada le grita: —¡Qué bien madre! Disfruta de tan maravillosa compañía —su sarcasmo es tan evidente, que Giovanna se gira para verlo. Él desvía la mirada, sube las escaleras, abre la puerta y entra a su casa. Sebastián sin embargo, aprovechó la cortina que le hizo su hermano para pasar desapercibido delante de Sofia y su visita. El cambio repentino de Ignacio, se hace evidente, sube las escaleras abre la puerta de su habitación y la azota con fuerza. Se lanza de espaldas sobre la cama. No puede creer que en apenas fracciones de segundos la presencia de su ex lo irrite de tal manera y lo haga caer nuevamente en el mismo abismo. ¿Por qué tenía que aparecer? ¿Por qué nuevamente le abría la herida y colocaba puños de sal dentro de ella? ¿Por qué podía desatar en él aquellas emociones de dolor, tristeza, ira, miedo, todas a la vez y con la misma intensidad? Golpea una y otra vez con los puños el colchón, para tratar de liberar la tensión acumulada. Pero como un flash retorna a su mente, la imagen de la chica del bar. Ella es tan distinta a Giovanna, no sólo físicamente, sino en esa forma de estremecerlo sin hacerle daño. Tocan a la puerta. No desea contestar, ni menos hablar con alguien. —Hijo, soy yo. ¿Puedo pasar? Tengo algo que preguntarte. Respira profundamente, se sienta en la cama, responde um tanto ya más calmado: —¡Sí madre, pasa! Sofía abre la puerta, entra y cierra. Va hasta donde está su hijo sentado, se sienta también. Le acaricia el cabello. —¿Por qué no conversas con Giovanna? Ya pasó un mes desde esa última conversación entre ustedes. —No tengo nada que conversar con ella, madre. —Sí la vieras, está muy arrepentida. La vi llorar desconsoladamente. Ella asume su error y quiere que la perdones. Irritado por las palabras de su madre, se levanta de la cama, camina hacia la ventana, observa hacia el jardín. Desde allí, puede ver a su ex. Ella está hablando por su celular y no parece estar triste en lo absoluto. —Deberías asomarte y ver lo constreñida que está por mi ausencia. Sofía se pone de pie y va hacia la ventana. Justo al asomarse, ya Giovanna no tiene el celular en su mano. Esta sentada y parece pensativa. —Deberías darle una oportunidad a Giovanna. Deberían darse una oportunidad juntos. Como mujer te puedo asegurar que está sufriendo por su separación. —Madre, puedo complacerte en todo lo que me pides, pero esta vez, no creo poder cumplirte, no hoy. Tal vez en otro momento lo habría hecho, pues necesitaba que me convenciera de que aquello no era cierto. Que Roberto mi mejor amigo, la forzó. Todo se lo habría creído. ¡Madre esa mujer me hirió en lo más profundo! Sofia lo abraza como cuando de niño, perdió a su perro Droppy. Lo consuela, siente el dolor de su hijo, pero tiene fe de que él se reconcilie con Giovanna y vuelva a ser el hombre risueño y alegre que fue meses atrás. —Voy a darme un baño y dormir un poco. La noche fue larga. —¿Qué tal te fue anoche? Aunque tarda segundos para responderle a su madre, ella puede ver la luz en sus ojos y su sonrisa más prominente. —¡Bien, supongo que bien! —responde explayando su sonrisa aún más. —Veo que sí. El rostro te cambio en un cerrar y abrir de ojos. —Mamita, me voy a duchar. Ve a atender a la farsa de mujer que tuve. Sofia, se retira de la habitación, mientras él, se desviste y camina rumbo al baño. Abre la ducha, el agua cae y se desliza por su piel que se eriza repentinamente al recordar las manos y las caricias suaves, pero a la vez intensas, de Adriana. ¿Cuál es su nombre? Piensa mientras, recuerda la noche anterior y sonríe de felicidad.
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