Siempre hermanos

1351 Words
“Nevó también el año pasado: hice um muñeco de nieve y mi hermano lo rompió y cuando lo vi nos peleamos y luego tomamos el té.” Dylan Thomas –¿Qué tal tu noche? Se nota que te fue bien. –¿Qué hora es? –pregunta Sebastián frotando sus ojos y estirándose. –Ya casi mediodía. ¿A dónde fuiste? ¿Con alguna nenita de turno? –No mi hermanito, eso sólo deja cansancio y estrés. Las mujeres son demasiado complicadas. Sí las llamas mucho, fastidias y si no las llamas es porque no las quieres o tienes otra. –En eso te apoyo, hay cada tóxica a la vuelta de la esquina, él que se la consiga, se la gana –responde Ignacio, mientras Sebastián deja escapar una carcajada. –La única tóxica que aguantaría es la bailarina de anoche. ¡Wow! No había visto una mujer tan exuberante, sensual y pícara. –¿Estuviste en un bar? –¡Sí! No tiene nada de malo o sí. Ignacio se encoje de hombros, mientras sale de la habitación de su hermano, baja las escaleras y se encuentra con su madre. –¡Hola mi amor! –dice la mujer de algunos cincuenta años, delgada, rubia y muy conservada para su edad. –¡Bendición mamá! –responde a Sofia, se inclina un poco para besarla en la frente. –¿Dónde está el sin oficio de tu hermano? –En su habitación. Aún no se levanta. –¡Dios mío! –suplica elevando las manos– ¿Cuando va a crear conciencia este muchacho? –¡Déjalo mamá, apenas cumplirá los veinte. –Cuando tú tenías veinte, ya estabas por graduarte en la universidad y eso sin mencionar que te encargaste de los negocios familiares luego que Enrique... Permanece en silencio, con la mirada triste. –¡Ya pasó mamá! Tienes que olvidar eso. La vida no es siempre como la soñamos. La abraza fuertemente. –¡Qué escena tan tierna! –comenta con sarcasmo Sebastián, quien baja las escaleras vestido de manera informal, con un pantalón bermuda a cuadros y la camisa en su hombro, mostrando su pecho y abdomen definidos. Sofía levanta la mirada y frunce el ceño al ver el atuendo de su hijo. –¡Ponte la bendita camisa, Sebastián! Es hora de almorzar. El chico, rodea los ojos, se detiene en el primer escalón. Se coloca la camisa y camina hacia donde está su madre y su hermano. Coloca el brazo sobre el hombro de su madre y le da un beso en la mejilla. –¡Vamos mamita, vamos a almorzar! Me levanté con un apetito voraz. Ignacio les da paso y camina detrás de ellos, negando con su cabeza. Sabe que esa muestra de cariño viene acompañada de un favor a cambio; generalmente económico. Entran al comedor, delicadamente decorado con lámparas muy vanguardista, la mesa de vidrio cuyo soporte es de mármol y con una forma abstracta, es la evidencia del buen gusto de Sofia. Fue su última adquisición en la Expo 2021 en el Shoping Aventura a unos kilómetros de donde viven hace un año en Bal Harbour. Sebastián hala la silla caballerosamente para que su madre se siente. –¡Gracias lindo! –responde su madre con una amplia sonrisa. Ignacio observa pensativo a su hermano. ¿Qué estará tramando este? Entra Yolanda, la sirvienta que contrataron meses atrás de origen cubano, coloca los platos que ha preparado para el almuerzo: una buena paella, el plato favorito de Sofia, cuyo gusto por la gastronomía española es el resultado de sus años vividos al lado de Enrique. Cuando Sofia conoció a Enrique Rossi en la Universidad Central de Venezuela, ella era apenas una estudiante de Derecho Internacional y él un prestigioso Doctor en Tratados Internacionales. Ella quedó encantada con el porte de aquel hombre, alto, rubio, corpulento, ojos pequeños que hacían juego perfecto con su nariz aguileña y labios gruesos. Él estaba en el podio, hacía su ponencia sobre Jurisprudencia Internacional. Nunca sintió tanto interés por un tema como aquella tarde. El acento madrileño era bastante marcado igual a su sexy sonrisa. Tal cual él, es Ignacio, a diferencia de que él, tiene su cabello oscuro y ondulado. Sebastián por el contrario, es más parecido a ella. Alto, pero no como Ignacio, delgado pero con músculos definidos y sus ojos son grandes y saltones, rubio y pecoso. Cualquiera que los ve juntos no imaginan que son de la dinastía Rossi Martínez. –Madre, necesito un favorcito tuyo –dice Sebastián en un tono cariñoso. –Dime hijo, ¿cuánto necesitas? –Por eso te amo mamita, sabes siempre lo que necesito. Ignacio carraspea la garganta. Y mira a su madre desconcertado. –Tranquilo nacho, tu hermano también deberá hacerme un favor. –¿Un favor má? –pregunta algo sorprendido. Hasta ahora su madre no le pone excusas para darle lo que le pide. –Necesito que me lleves de compras, no quiero manejar. Últimamente me he sentido algo cansada. –Deberías ir al médico madre –increpa Ignacio. –Lo haré cariño, cuando termine de cerrar el trato con los inversionistas de Geocomputer. –¡Sabes que yo puedo encargarme! –Lo sé, pero quiero hacerlo yo. No quiero sentirme inútil. Aún soy joven. –Disculpa, no era mi intención. Sebastián los observa mientras devora su plato de comida. –Bueno, tengan buen provecho. Debo regresar a la oficina. Tengo una junta muy importante con el CFO y la CMO. –Me enorgullece que seas el CEO de nuestra empresa mi amado. Él extiende su mano. Sujeta la de su madre y la besa caballerosamente. –¿Me das un aventón al club? –pregunta Sebastián a su hermano, quien va saliendo rumbo a la puerta principal. Ignacio voltea y le lanza una mirada fulminante. –¿No entendiste, que debes acompañar a mamá? –¿Es hoy mamá? –pregunta haciendo gestos infantiles y de malcriadez. –¡Sí hijo! Pero ve, mañana puedo hacer las compras. Ignacio apreta los puños con impotencia, su hermano siempre suele salirse con la suya y manipular a su madre. Desde que su padre los abandonó, su hermano se volvió más controlador y rebelde, pues culpaba a su madre de haberlo echado de casa, luego de descubrir que tenía una amante, Claudia, la estilista de Sofia. Sale apresuradamente de la casa y sube a su Aston Martin Vantage V8 plateado. Sebastián corre para alcanzarlo y sube al auto. –¡Estás muy apurado? –le pregunta en um tono de voz agitado y de respiración rápida y entrecortada. –Tengo una reunión importante hermanito. Así que te dejo a uma cuadra del club, no puedo desviarme. –¡Eres el jefe! Ellos deben esperarte, aparte de ser el hijo de la dueña. –Sabes que nunca me ha gustado usar el apellido Rossi para alcanzar mis objetivos. Todo lo hago a pulso, con dedicación y constancia. –Ya hermanito, yo sólo decía. De vez en cuando hay que hacerles saber quién es el jefe. –¿Cuando te entregan tu auto? –Justo para eso le pedí la plata a mamá. Es bastante incómodo tener que pedirte un aventón. Ignacio le golpea en la cabeza. A pesar de que su hermano es rebelde y manipulador, lo quiere demasiado. Siempre lo ha cuidado. Desde que nació cinco años después que él, ha sido su protector. –Llegamos, baja del auto. –No seas tan malo, hermanito. Aún tengo resaca de anoche. Llévame hasta la entrada y si quieres esta noche te llevo al bar donde estuve anoche. ¡Hay cada mamacita! –¡Tú de verdad jodes! Gira a la izquierda para llevar a su hermano hasta la puerta del club –¡Uy, te amo, bomboncito! –le dice a su hermano, mientras le lanza un beso y baja del auto. Camina y entra al Club, Ignacio lo sigue con la mirada. Después de ver que ya está dentro, continúa su camino hacia la empresa de la familia Rossi’s Digital Service.
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