Despertar a la realidad

1065 Words
“Estamos muy cerca de despertar cuando soñamos que soñamos.” Novalis –Despierta Adry, despierta– le dice Micaela. –¿Qué, qué ocurre?– se levanta sobresaltada. –Ya va a ser hora de arreglarnos. En veinte minutos inicia el Show. Se restriega los ojos con las manos para estar segura de que no es uno de esos sueños recurrentes, donde es despertada repentinamente en su ataúd. Se levanta de la cama, estira sus brazos, su torso y piernas para terminar de despertarse. Arregla su largo cabello. Se mira al espejo. Otra noche más de desvelos. No es fácil para ella desde que su abuela murió, enfrentar la vida nuevamente sola. Un buen baño la ayudará. Se desviste y camina rumbo a la ducha mientras Micaela la observa, observa el vaivén de sus caderas. No en vano, Adry es una de las preferidas por los clientes. Corre la cortina, entra a la bañera, abre la ducha. El agua recorre su piel, se desliza por las laderas de su cuerpo. Se siente relajada, el agua tibia es su descanso corporal. Sus músculos se relajan y puede ver como su piel se eriza y sus pezones erguidos reclaman sus caricias. Coloca jabón líquido en una de sus manos, luego frota con la otra y desliza por sus caderas, su entrepierna, sus muslos, su pecho. Evita mojar su cabellera, no tendrá tiempo para arreglarla. –¡Date una apuradita, reina! Me toca a mí –dice la mujer del otro lado de la puerta. –¡Ya salgo! No me dejas ni lavar la c... –Lávala bien entonces. Pero rápido. –¡Hummmm! Sale de la regadera, toma la toalla, se envuelve en ella. Abre la puerta, Micaela la espera de brazos cruzados, moviendo su pierna izquierda. –¡Ya pasa, termina de pasar! –le dice Adriana, mientras se hace a un lado de la puerta. La otra chica entra al baño. Adriana oye la puerta cerrarse, se quita la toalla para secarse bien. Ha visto los gestos y miradas lasciva que le da su compañera, cuando están cerca una de la otra. Esto la incómoda un poco; pero Micaela ha sido, desde que ella llegó a aquel lugar, la única amiga que tiene y en quien puede refugiarse cuando alguna noche las sombras del pasado la visitan o cuando recuerda por qué está en ese lugar. Peina su cabello largo y voluptuoso, se recoge una cola, se sienta en su cama, toma el estuche de maquillaje y comienza a colocarse en el rostro base suficiente para ocultar sus ojeras. Aunque tiene veintidós años aparenta tener unos treinta. El trajín del estrasnocho, los tragos para no dejar que el sueño te venza, el insomnio matutino luego de una jornada extra, son suficientes para envejecer su mirada. Después de maquillarse, va hasta el guardarropas, abre entre los ganchos para escoger uno de sus atuendos de fin de semana. Es normal que esos días tenga destinado sus mejores trajes. Aquel de rojo fuego, es su preferido. Los encajes sobre su blanca piel, resaltan sus lunares y pecas. Abrocha los gafetes uno a uno y su cintura se vuelve más estrecha, sus caderas se pronuncian más y sus senos parecen brotar como dos pompones aterciopelados. Se coloca la pantie que complementan el exótico vestuario. Toma uno de los antifaces de blonda negra, y suelta su cabellera. Es hora de interpretar su mejor papel. Ese que ha ido perfeccionando desde hace cuatro años. Las palabras de su abuela, siempre le brindan esa fuerza necesaria “es posible que todos tengamos un destino ya marcado, pero el viaje hasta él, dependerá de ti” Respira profundamente, asiente con la cabeza como un gesto de, ¡Ya es hora! Oye la voz que la presentan como “La Dama del Bourlesque” Su seudónimo es parte de su estrategia ya estudiada. Nadie se resiste a una historia con una chica francesa. De pronto, ve todo oscuro mientras camina hasta la tarima. Las luces se encienden en rojo y ella se dirige hacia el centro con una singular seguridad que debe haber heredado de su madre, quien al parirla, sacrificó su vida. Suena el tema de Cinthya Hayka “Canción bourlesque”. La luz se enfoca al lado izquierdo y está la silla dispuesta como accesorio para su presentación. Sutil, firme y sensualmente camina cruzando sus piernas hasta el lugar. Sube su pierna derecha sobre el asiento y con el pie la arrastra hacia ella, para luego caer a horcajadas como una buena jinete. El aplauso de quienes la observan no se hace esperar. Ella se levanta apoya las manos en el espaldar de la silla y mueve sus caderas de lado a lado, al ritmo sinuoso y sensual de aquel tema. Gira la silla de lado contrario, se recuesta, apoya la espaldas en el asiento y la pierna derecha en el piso, levanta sus pierna izquierda. Lo largo de sus piernas permite que cada figura y movimiento que hace, se vea perfecto y sofisticado. Mientras la música continúa sonando, ella ejecuta su coreografía con total naturalidad, mas su mente vuela al pasado. Se ve entonces, acostada sobre el piso de la terraza, acompañada de Oswaldo, contemplando la negritud del cielo y las estrellas que como escarcha, brillantes y hermosas, lo decoran. Recuerda aquel instante en que sus labios se unieron a los suyos y el calor que recorrió todo su cuerpo al sentir su contacto. Se estremece desde adentro y sus manos se trasladan a ese instante de pasión, recorren sus caderas y piernas como él lo hiciera aquella noche. Una sonrisa se dibuja en su rostro al pensar en su sueño juvenil de ser bailarina de musical de broadway. Esta es la oportunidad que la vida le dió para hacerlo, aunque sin el caché de una artista de la envergadura de Catherine Zeta-Jones. Aún así, ella siente que es uno de su sueños logrados, tal vez no como lo soñó exactamente; mas los sueños a veces, suelen ser diferentes a como los creas en tu mente. Algunos superan las expectativas otros, se aproximan y otros simplemente, están muy distantes de ser lo que soñaste. Termina su baile y sus pensamientos se desvanecen al encenderse las luces del escenario y oír el aplauso efusivo del público que la acompaña esa noche. Despertar y ver la realidad, eso es todo.
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