Llegué a la oficina, dejé el maletín sobre el escritorio y rodeé este, me acomodé en el gran sillón de cuero y esperé que ingresará Doyun, mi sustituto. —Mr Pinheiro, ¡hwan-yeonghabnida! —¡Gracias! —, se sentó y continuó hablándome en coreano, lo hacía tan rápido que casi no lograba entenderle —Háblame en portugués, francés, español, italiano, inglés, pero deja de lado tu idioma—, solicité. Estaba en su tierra, pero a pesar de ser mi cuñado era mi empleado y debía regirse a los idiomas que más manejaba. Mientras me daba un informe completo sobre estás semanas que no había asistido, revisaba la pantalla del ordenador. Mantuve la mirada fija en aquella toalla que envolvía su silueta, la cual cayó dejando completamente desnudo su cuerpo. Aparté la mirada y la dirigí a Doyun. —Organiza u