Apretaba su mano contra la otra, la mirada de ese hombre le aterraba. Pero debía explicarle bien las cosas, porque por la cara que mostraba, lo dicho no lo había convencido.
—La mujer de la clínica es mi madre. Mi abuela fue empleada fiel de los Martinek, por lo tanto, mamá creció siendo empleada de ellos—, hizo una pausa —Cuando tenía diecisiete, Oliver la tomó por la fuerza y la obligó a ser su amante. Ella no quería—, la voz se le quebró, pero en vez de llorar sonrió —Pero la abuela la obligó…
—¡No me interesa la trágica vida de tu madre! —, dijo con quemí importísmo —Lo que quiero que me digas es, ¿por qué suplantaste a Luzmila?
—Ya se lo dije—, apretó los labios —Me obligaron. Tengo a mi madre con cáncer terminal en el hospital—, parpadeó —Es muy joven para morir. Ella tampoco quería morir, por eso aceptó el tratamiento, para durar unos años más—, en esta vez sus ojos se iluminaron, las lágrimas formaban fila para emprender la caída, pero Ada era una joven que no le gustaba llorar delante de nadie, menos lo haría delante de Nathan. Por ello pasó sus manos por las mejillas evitando que el brillo de sus ojos se natara, inhaló profundo y soltó el aire —Ese tratamiento lo paga mi padre. Y si no me casaba con usted, si no suplantaba a Luzmila, dejaría de pagarlo y mi madre moriría.
—¿No crees que es demasiado cruel de tu parte mantenerla con vida sabiendo el sufrimiento por el que está pasando?
—Mi madre es lo más importante. Es la única persona que tengo en mi vida. Y no quiero dejarla partir.
—¿Sin importarte como se encuentre? ¡Que egoísta!
Adamari bajó la mirada, mordió el lado interno de sus labios hasta que la sangre se mezcló con la saliva. Deseaba llorar hasta que no le quedaran lágrimas, pero se aguantaba las ganas para no quedar como una debilucha delante de ese hombre.
—Cuando se ama a alguien, no se quiere perder—, levantó la mirada y pasó la palma de la mano por la mejilla —Llámeme egoísta o todo lo que quiera, pero tengo miedo perder a mi madre—, ya no pudo contener las lágrimas, las dejó salir como agua de fuente, seguido se levantó y salió corriendo del despacho.
Su madre era tan joven, se le hacía injusto que muriera con tan solo treinta y seis años de edad. Se suponía que iba a vivir hasta que fuera una adulta, formara una familia y le diera muchos nietos. Al menos eso era lo que le decía cada noche y día. Sin embargo, un cáncer de mama la tenía postrada en el hospital, y cada día la consumía más.
Ella quería dejarla ir, pero su madre no quería. Su madre quería mantenerse con vida hasta verla casada. Así moriría tranquila, sabiendo que su pequeña no estaría sola el resto de la vida.
Adamari se sentó debajo de las gradas que conectaban el jardín con el segundo piso. Abrazó sus piernas y ocultó su rostro en ellas.
Deseaba con toda el alma dejar de ser egoísta, pero no podía. Lo dicho en el despacho era cierto, tenía miedo, miedo de quedarse sola. Una parte quería dejarla ir, otra quería mantenerla con vida. Aunque no pudiera levantarse, a pesar de que no pudiera verla caminar como antes, ella se contentaba con ver sus ojos mirándola con ternura cada día.
Nathan se quedó con la mirada posada en la pared, vagos recuerdos le agitaron el pecho. Inhaló profundo y soltó el aire, se levantó del asiento y se paró frente a los grandes ventanales de su despacho, sacó su teléfono y marcó un número.
—Prepara todo para mañana.
Cuando la noche llegó, Adamari no bajo al comedor. Se quedó encerrada en su habitación, ahí cenó, y después de bañarse se acostó, apenas cerró los ojos pudo dormir plácidamente.
Por la mañana, la puerta de su habitación se abrió, varias empleadas ingresaron, abrieron las cortinas y le descubrieron el cuerpo —¿Qué hacen?
—Debe levantarse.
—Es muy temprano. Quiero seguir durmiendo—, agarró la cobija y volvió a cubrirse, pero al segundo siguiente las empleadas le arrebataron la cobija.
—Bueno, ¿cuál es el problema de ustedes? ¿Por qué no me dejan dormir?
—Porque debe prepararse.
—¿Para qué?
—Para su boda.
—¿Qué boda? —, las mujeres no respondieron más, solo llevaron la mirada al jardín. Adamari se levantó y observó varias personas ordenando ahí abajo.
—Hoy se casa con el señor Nathan.
Adamari pensó que el tiempo se había retrocedido, corrió al candelario y observó la fecha, al ver que no era la misma en la que se casó, se aturdió más.
—Pero ya nos casamos.
—No como Adamari Roster.
—No… no puede…
Salió de la habitación y bajó a toda prisa las gradas, fue hasta el único lugar donde suponía se encontraba, abrió la puerta y lo encontró sentado.
—Te estaba esperando.
—Dígame que no está hablando en serio.
—Veo que mis empleadas te hicieron llegar el recado—, se levantó, salió de entre el escritorio y el asiento, se paró al costado y refutó —Pues sí, nos casaremos con tus verdaderos nombres.
—Querías ser mi esposa, ¿No? Pues ahora te daré la oportunidad de que te conviertas.
—Yo no quería, ya se lo dije anoche, me obligaron. Me amenazaron con asesinar a mi madre.
—Debiste dejar que lo hicieran, de todos modos va a morir. ¿Qué pensaste? ¿Qué ocupando el lugar de tu hermanastra podrías salvarla? —, enganchó los definidos dedos en la barbilla y le levantó la cabeza —Va a morir, es mejor que te resignes—, se dio la vuelta y volvió a su asiento —Te convertirás en mi esposa legítima, a cambio de eso te perdono la vida.
—Si quiere asesinarme, asesíneme. No quiero seguir viviendo, más si me quedaré sola.
—No estarás sola. Me tendrás a mí—, volvió a ir a ella —Tú vida cambiará por completo. Tendrás la oportunidad de vengarte de quienes lastimaron a tu madre, incluso a ti. Siendo la señora de Pinheiro, tendrás el poder absoluto para hacerlo. También serás la dueña de la productora de tu padre. Porque pienso quedarme con ella, voy a dejarlos en la calle, haré que se arrastren ante mí, no tendrán paz hasta el último segundo de vida. ¿No quieres ser parte de esta destrucción? —, Adamari negó —Tienes dos opciones; unirte a ellos y pasar los últimos años de tu vida en el infierno. O unirte a mí—, se acomodó en el asiento —Tienes media hora para bajar al jardín. Si no apareces en media hora, estarás sentenciada al igual que tu familia.
—Pero, ¿por qué quiere casarse conmigo? ¿no era su propósito Luzmila?
—Tú te cruzaste en mi camino. Te metiste a mi casa ocupando el lugar de esa desagradable mujer. Cómo sabrás, mi familia supo de mi matrimonio, comprenderás que no puedo quedarme sin esposa.
—¿Qué fue lo que le hizo Luzmila?
—A mí nada, pero se metió con alguien importante en mi vida. Y no puedo permitir que se quede sin recibir su castigo.
—¿Y quién es usted para castigar a las personas?
—Yo, soy, Nathan Pinheiro, el señor del inframundo, castigador de los pecadores. Y tú serás mi esposa. La esposa sustituta del señor inframundo. No pierdas más el tiempo. Si quieres una nueva vida, sube a la habitación y prepárate.