Relata Adamari.
Estiró su definida mano, la cual contemplé por unos segundos, seguido subí la mirada y la conecté con sus ojos en los cuales me perdí, y sin tener dominio de mi cuerpo fui llevando mi mano hacia la suya. Al hacer contacto, mi cuerpo se ergio, en cuanto él, solo me observaba fijamente sin pestañar. En un movimiento rápido tiró de mí mano y me sentó en su regazo. Me quedé petrificada y gruesa saliva rodó de mi garganta. Fueron segundos en los cuales me quedé gélida, segundos después me empujé para alejarme, pero sus fuertes brazos me ajustaron más. —Me… me está apretando—, el calor de su cuerpo empezaba a asfixiarme. Era la primera vez que me sentaba en las piernas de un hombre, más aún, lo tenía tan cerca.
Este hombre no había aparecido durante las dos semanas, llegué a pensar que él era el hombre con el rostro desfigurado, sin embargo, su rostro estaba tan perfecto, la piel parecía como la misma seda, se notaba la suavidad —Estás temblando, esposa—, curvó sus delgados labios —¿Por qué tiemblas? —, llevó su mano tras mi nuca y la agarró, me acercó más él logrando que mi respiración se detenga —¿Es por lo que se dice de mí? —, las comisuras se curvaron más. Mi garganta se secó —Soy así con las personas que me mienten, ¿tú me has mentido? ¿es por eso que me temes? —, ladeé la cabeza y traté de salir de su agarre.
—Es… es por qué me tiene así—, enganchó sus dedos en mi barbilla, me obligó a mirarlo. Cuando conecté la mirada con sus preciosos ojos verdes dijo.
—Soy tu esposo, puedo abrazarte y hacerte muchas cosas más—, bajó las pestañas y centró la mirada entre mis senos…
—Señor Pinheiro—, regulé la respiración —Tenerme en sus piernas le ha de resultar incómodo.
—¿A quién? ¿A mí? —, asentí —¿Tú crees? —, agarró una de mis manos y la direccionó a sus piernas, y me obligó a tocarlas —¿Crees que algo inerte sienta incomodidad? — Aunque había una sonrisa en sus labios, su mirada era profunda y extraña —¿Cuántos años tienes?
Esa pregunta me dejó en trance por unos segundos —Veintisiete—, dije, sus definidas cejas se fruncieron y su mirada se oscureció, me llené de terror al sentir como su mano apretaba mi cadera.
Nathan me tiró a un costado y solicitó al chofer que acelerara. Inmediatamente el auto aceleró. Recostó la cabeza en la cabecera del asiento y sus ojos se cerraron.
Aproveché que estaba con los ojos cerrados para alejarme, me senté en la esquina más alejada de él, desde ahí contemplé su hermoso rostro.
—Mañana le haremos una visita a tus padres—, dijo mientras estaba con los ojos cerrados —Hay detalles que no dejamos claros—, después de eso no habló, se mantuvo así hasta que llegamos a casa.
Cuando el auto se detuvo, me acerqué de prisa a la puerta y apenas esta se abrió bajé, no esperé que lo bajaran, yo simplemente corrí porque quería estar lejos de ese hombre.
Subí a toda prisa por el pasillo, llegué a la habitación y coloqué seguro. No sabía a qué le temía más, si a ese pasillo ruidoso o el regreso de Nathan.
Él quería visitar a mis padres, no tenía como avisarles que Nathan Pinheiro los pasaría visitando mañana. Estaba segura que si llegaba sin avisar se molestaría conmigo. No temía por mí, temía por la vida de mi madre.
Me quedé recostada en la puerta pensando en lo que iba a suceder el día de mañana, de pronto tocaron la puerta y salté de esta —Señora, el señor Pinheiro la espera en el comedor.
—En un momento estoy ahí—, caminé al baño, me miré al espejo, lavé el rostro y después de secarlo bajé. Antes de llegar al comedor respiré profundo, una vez que me llené de valor ingresé. Nathan se encontraba con el rostro cubierto por un periódico, supuse estaba leyendo noticias o cubriendo su rostro para no verme. Ignoró mi presencia hasta que sirvieron la cena.
Quería preguntar muchas cosas, pero no sabía si le molestaba que hablara en la cena. Después de pensarlo bien, que me importaba si se molestaba, yo tenía que sacar las dudas que tenía, y si no lo hacía ahora, no podría hacerlo después.
Formando un puño en mi mano derecha y colocándolo frente de mis labios, aclaré la garganta.
Sus espesas pestañas se levantaron y aquella verdosa mirada me petrifico. Tenía mucho por preguntar, no obstante, cuando obtuve su atención las oraciones se esfumaron —Te vez demasiado niña para tener veintisiete años—, sin desconectar su mirada trozó un pedazo de carne y lo llevó a su boca. Mientras me miraba fijamente molía la comida —¿Ibas a decir algo? —, asentí.
—¿Por qué no estuvo en la boda? —, una pregunta estúpida, pero necesitaba saber dónde se encontraba y porque no se presentó.
—Porque estuve fuera de la ciudad realizando asuntos importantes. ¿Alguna otra pregunta? —, asentí.
—¿Por qué quiso casarse con una Martinek?
—¿Una Martinek? ¿Es que acaso hay más de una? —, apreté los labios e inmediatamente respondí.
—No… solo no formulé bien la pregunta. ¿Por qué me eligió a mí? —, curvó las comisuras y bajó las espesas pestañas, las volvió a levantar y aquellos ojos estaban escurecidos.
—¿En serio no sabes por qué te elegí? —, su pregunta me sonó extraña, pero de igual negué —Bueno, tu padre estaba en banca rota, necesitaba mucho dinero y a cambio de ayudarlo debía darme su hija, o sea, tú—, lo dijo con algo de ironía.
—¿Y por qué yo? ¿por qué no alguien más?
—No sé, respóndete tú misma, ¿por qué tú?
Tenía más preguntas que hacerle, pero él presionó el botón de la silla de ruedas y se alejó dejándome con muchas preguntas sin respuesta. La que más me interesaba era, ¿dónde iba a dormir?
Me levanté y fui tras de él, lo alcancé en la sala y pregunté —No compartiremos habitación, ¿verdad? —, no respondió nada, se marchó sin siquiera volverme a ver, quise seguirlo, no obstante, el guardaespaldas me detuvo.
—No puede molestar al señor Nathan.
Di media vuelta y subí a la habitación. Cómo cada día corrí por el pasillo y me metí debajo de las sábanas. Esa noche no escuché nada, pude dormir tranquilamente.
Cuando abrí los ojos me encontré con Nathan a mi costado —¿Cómo entró? —, había dejado con seguro, y ahora resultaba que su esposo estaba dentro.
—Saldremos en un momento a casa de tus padres.
—Pero es muy de mañana.
—Desayunaremos allá.
Sin decir más se fue. Sin poder hacer nada para evitar que eso sucediera, me arreglé, una vez lista bajé.
Nathan me esperaba al pie de las gradas, al momento que me vio echó una mirada rápida y empujó su silla hasta el coche. Tres hombres le ayudaron a subir, una vez que lo acomodaron ingresé.
El silencio perduró en el camino. Volvió a cerrar sus ojos y dormir, mientras tanto yo, pues yo solo contemplaba su hermoso rostro, era divino, parecía una pintura perfecta.
Al llegar a casa de mis padres, estos se mostraron impresionados con nuestra presencia, pero actuaron cariñosamente como si me amaran de verdad. Y todo era para dejar una buena impresión a Nathan, y que no descubriera sobre la sustitución.