*** —¿Qué haces aquí? —preguntó César, cansado. No necesitaba más problemas ni estrés. Giulia era su prima, pero a veces podía ser insoportable. —Vine porque supe lo de tu esposa. No esperaba encontrarte aquí —dijo ella, acercándose. Su caro perfume invadió el aire—. ¿Dónde has estado? Intenté comunicarme contigo varias veces, pero fue inútil. —No es asunto tuyo —replicó César, su tono cortante—. ¿Desde cuándo te interesa el estado de mi esposa? Ella te detesta. —Oh, lo sé. No lo hago por ella, sino por mis tíos... —le dedicó una mirada afectuosa—. Y por ti, claro. Después de todo, el bebé que lleva es tuyo. Giulia era así: directa y sin rodeos. Mostraba sin reservas quién era y qué quería. Esa franqueza era algo que César apreciaba en la gente. Siempre transparente sin necesidad de o