THELMA
Han pasado casi dos días y no me ha dicho ni una palabra. Parece que todo ha vuelto a la normalidad. No me gustaba la normalidad. No podía dejar de pensar en esa noche, la forma en que su cuerpo apretó de nuevo las minas, sus labios suaves, la forma en que agarró mi pelo entre sus manos.
Sentía como si me protegiera de cualquier cosa, como si me dijera que le pertenecía. Sus besos en mi cuello hacían que mi cuerpo se sintiera como si estuviera ardiendo.
No podía olvidar esa sensación por mucho que lo intentara. He estado hablando más con Marco y los otros hombres e intentando cosas nuevas con Luna para distraerme. También Kai ha estado queriendo llevarme a algún sitio, sugirió un paseo por el parque, pero lo rechacé.
No sentía nada cuando hablaba con él o estaba con él.
He estado bastante aburrida desde que Luna se durmió, tosía mucho y su médico personal nos dijo que solo necesitaba descansar. Estaba sentada en mi habitación viendo la tele dirigiéndome a Allie por teléfono
—Perra, ¿me estás escuchando?
—S-Si, lo siento— Le dije.
—Que se joda. ¿Besó a mi chica y quiere actuar como si nada hubiera pasado? Es un gilipollas. Dale una oportunidad a Kai— Me dijo.
—No me gusta Kai en ese sentido. No es realmente... interesante, y no quiero engañar a nadie—Le dije haciendo que pusiera los ojos en blanco.
—¿Cómo está el chico?— Preguntó.
—Todavía está dormida, que es exactamente por lo que estoy aburrida—. Suspiré.
—Yo digo que te folles a uno de los hombres que trabajan para él—. Allie dijo haciéndome jadear.
—Allie.
—Solo digo.— Dijo en defensa.
—Espera, tengo que ir a ver a Luna—. Le dije mientras me levantaba. Caminé hacia la habitación de Luna viéndola aún dormida. Me acerqué a ella viendo las gotas de sudor en su frente.
—Dios, Luna, estás ardiendo—. Dije desabrigándola de las sábanas, sorprendentemente no se despertó. Vi como sus brazos también estaban sudados.
—Luna.— Dije tratando de levantarla. Ella estaba súper caliente y no se despertaba haciéndome entrar en pánico. —Luna.—Repetí, pero ella estaba completamente desmayada.
—No, no, no.— Repetí volviendo a mi habitación cogiendo mi teléfono.
—¿Qué pasó?— Allie preguntó.
—Tengo que llamarte—. Dije rápidamente. Volví corriendo a la habitación de Luna mientras llamaba a su padre, ya que me dio su número para llamar si pasaba algo.
Me puse el teléfono en la oreja y cogí a Luna llevándola escaleras abajo.
—¿Qué pasa?— Contestó.
—Luna no se despierta—. Dije completamente en pánico que sentí lágrimas formarse en mis ojos. Saqué algo frío del congelador intentando ponérselo en los brazos y en la frente.
—¡¿Qué?!— Preguntó.
—E-está ardiendo y no se despierta—. Olfateé.
—Enseguida voy—. Colgó y traté de calentarla o enfriarla constantemente para que dejara de sudar, pero parecía que se había desmayado por completo.
Esto no puede estar pasando.
*
La enfermera estaba aquí junto con Nicolau y Marco. Han pasado casi veinte minutos y Nicolau no ha bajado a decirnos nada todavía, ya que la enfermera seguía arriba con ellos.
—¿Estás bien?— Me preguntó Marco.
—No se despertaba—. Dije en voz baja.
—Es una niña dura Thelma. Sé que está bien—. Me aseguró.
—No debería haberla dejado en su habitación... Debería haber estado allí con ella—. Le dije.
—No es culpa tuya. Llamaste justo a tiempo, eso es lo que importa.
Nicolau bajó junto con la enfermera. La enfermera se fue y él se acercó a Marco. Hablaron un ratito y Marco se fue al despacho.
No sabía qué decir.
No lo culparía si me despidiera.
—¿Está bien?— Pregunté finalmente pudiendo decir algo.
—Ella está bien... su temperatura era muy alta. Tiene una gripe muy fuerte, podría durar una semana. La enfermera dijo que ha estado rondando por otras familias de por aquí también—. Me dijo.
Bajé la mirada intentando secarme las lágrimas.
—Me alegro de que me hayas llamado.
—No se despertaba... Entiendo que no quieras que la cuide más, pero quiero a Luna. Lo siento, debí vigilarla de cerca, no debí dejarla sola en la habitación—. Le dije.
Se acercó a mí encarándome mientras me levantaba la barbilla.
—Esto no es culpa tuya. Me llamaste, la sacaste de la cama, intentaste calmarla, intentaste despertarla, hiciste todo lo que se suponía que tenías que hacer. La mayoría de la gente entraría en pánico y saldría corriendo.
Me secó los ojos y me di cuenta de que era la primera vez que lo veía realmente preocupado.
Se acercó e intentó besarme, pero bajé la cabeza. No puedo caer otra vez.
—No puedo.— Le dije haciéndole parecer confuso. —La otra noche... pasó algo y luego volviste a ignorarme como si nada.
Suspiró haciéndome encararlo.
—No soy buena admitiendo mis sentimientos. Cuando me llamaste antes, oí en tu voz el pánico y la preocupación por mi hija. Me dijo todo lo que necesitaba saber.
Vi en sus ojos que era completamente sincero. Me mordí el labio y lo rodeé con mis brazos, uniendo mis labios a los suyos.
Se apartó dándome otro suave beso.
—Tengo que encargarme de algo—. Me dijo.
Asentí con la cabeza.
—Vale.
—Subiré en un minuto, ¿podrías quedarte en mi habitación con Luna hasta que termine? —Me dijo haciéndome asentir.
—Por supuesto.—Le dije. Se fue a su despacho y sentí como si me acabara de quitar un enorme peso de encima.