THELMA
El día siguiente...
—¿Vamos a salir de copas mañana por la noche?— Allie preguntó.
—Vamos a salir, ya te lo he dicho.
—Bueno, me has estado cancelando—. Ella dijo.
—Lo sé, lo siento, Luna me necesita. A veces siento que la necesito más que ella a mí—. Me encogí de hombros.
—Dios mío, ¿qué le han hecho a mi amiga? Toda tu vida se ha convertido en esa niña—. Ella dijo
—Luna. Su nombre es Luna—. Le dije.
—Sí, claro. Pero como dije, deberíamos emborracharnos en serio mañana—. Ella sonrió haciéndome encoger de hombros.
—No he estado de humor para ir de fiesta.
—Eso es porque no has estado saliendo—. Me dijo.
—Bueno, estaba concentrado en cosas importantes—. Le dije.
—Bueno, la atracción s****l también es importante—. Me dijo.
—No es lo más importante.
—Pero es necesario en la vida—. Dijo haciendo que me encogiera de hombros. —¿Cómo van las cosas con el padre?
—Todavía no le caigo bien. Ayer casi me ve llorar.
—¿Llorar? ¿De qué?— Me preguntó.
—Es que estaba cruzando demasiados límites, no fue culpa suya—. Me encogí de hombros.
—Pero ese gilipollas te hizo llorar—dijo y yo me quedé callado. —Ese hijo de puta. Lo habría dejado en el acto.
—Supongo que él es así. No tiene facilidad de palabra. Y yo no puedo renunciar, no puedo dejar a Luna—. Le dije.
—Pues entonces tienes que aprender a ponerte firme. Como más, sé que tienes descaro así que quiero que lo uses más. No dejes que te pisotee como si lo necesitaras cuando realmente te necesita—. Me dijo.
—Lo sé... tienes razón.
—Siempre la tengo.— Dijo haciéndome poner los ojos en blanco. Terminé de maquillarme y me despedí de Allie mientras bajaba las escaleras viendo a Marco.
—Bueno buenos días a ti—. Me dijo.
—¿Por qué estás aquí tan temprano?
—¿Es que no me echas de menos?— Jadeó haciéndome poner los ojos en blanco.
—Por supuesto que sí—. Le dije.
—Acabo de traer a los perros—. Me dijo.
—¿Los perros?— Repetí.
—Un cane corso, un pastor alemán y un galgo italiano—. Me dijo.
—¿Dónde están?— Le pregunté.
—En el patio trasero, ¿quieres ir a ver?—. Preguntó haciéndome asentir emocionado. Me llevó al patio trasero deslizando la puerta. Había olvidado lo grande que era su patio. Aquí es también donde Luna hace su entrenamiento de karate.
Vi a los tres perros persiguiendo a Luna mientras se reía. Se revolcó en la hierba y empezaron a lamerla. También vi a Nicolau hablando por teléfono mientras ponía la comida a los perros.
—Confía en mí, son buenos. Te olisquean un rato para comprobar si eres bueno o no.
—¿Cuánto hace que los tienes?— pregunté.
—Nicolau los tiene desde hace tiempo. Suele llevarlos al almacén, aunque otros perros se quedan aquí para proteger la casa—. Me dijo.
—¿Cuántos más hay?— le pregunté.
—Cuatro—. Me dijo.
Luna corrió con sus patitas hacia mí junto con los perros que la seguían. Antes de que pudiera alcanzarme los perros corrieron delante de ella sin dejarla pasar.
No me di cuenta de lo fuerte que tragué mientras uno de ellos se acercaba a mí olisqueándome.
—¿Qué hacen?
—Tienen que revisarte primero, así que no dejarán pasar a Luna hasta que sepan que no eres ningún peligro para ella.
—Oh...— Me quedé sin palabras. —¡Oh!— jadeé sintiendo como el perro olisqueaba un poco más arriba de la cuenta, haciéndome retroceder un poco y haciendo reír a Marco. Empezaron a lamerme la mano y dejaron pasar a Luna.
—Thelma mira los perros han vuelto—. Sonrió—Estos son Alfio, Bronzo y Enfasi—Me dijo.
—¿Les pusiste nombre a todos?— Le pregunté.
Asintió con la cabeza.
—Papá me dejó elegir los nombres—. Nos cogió de la mano a Marco y a mí para que jugáramos con los perros. —Les gusta placar, así que tienes que correr—Me dijo, pero era demasiado tarde los tres saltaron sobre mi haciéndome caer al suelo.
—Te dije que corrieras—. Dijo Luna haciéndome reír.
—Tal vez un poco de ventaja ayudaría—. Le dije.
—Tienes que ser más rápido que eso—. Marco me dijo haciéndome poner los ojos en blanco juguetonamente.
*
Eran las 9 de la noche y acababa de meter a Luna en la cama. Tuve que ir a decirle a su padre que tenía un pequeño sarpullido en su estómago para que no se escandalizara cuando lo viera él mismo.
—Te quiero, Thelma—. Dijo soñolienta mientras la arropaba. Sonreí por sus palabras al ver sus ojitos casi cerrados.
—Yo también te quiero, Luna—. Le dije. Le di un beso en la frente y salí de su habitación asegurándome de que la puerta estaba cerrada.
Bajé las escaleras y me dirigí a la parte de atrás donde estaba su despacho llamando a la puerta.
—¿Qué pasa?— Preguntó cuando abrí la puerta del todo. No le había dicho nada desde el altercado que tuvimos ayer.
—Solo quería decirte que Luna tiene sarpullido en la barriga... cuando la estaba lavando me di cuenta y no encontré crema—. Le dije.
—Probablemente, sea de la hierba, le dije que no se revolcara tanto en ella. Debe haber un poco en mi baño se la pondré antes de acostarme—. Me dijo.
—Vale—. Fue todo lo que dije.
—Thelma.— Me llamó haciéndome girar.
—¿Hm?
—Yo... Quería... Quería...— Continuó respirando profundamente. —Quería disculparme por lo de ayer. No quería levantarte la voz, sé que solo intentabas ayudar—. Me dijo.
—No pasa nada—. Le dije.
—No lo está. Sé que Luna y tú os habéis hecho muy amigas y supongo que por eso me he enfadado. Es como si conocieras a mi hija más que yo y no podía aceptarlo—. Admitió.
—Lo comprendo—. Le aseguré.
Asintió con la cabeza.
—Buenas noches.
—Buenas noches—. Sonreí saliendo. ¿Se disculpó?
Al menos estábamos llegando a algo.