CAPÍTULO 5

1365 Words
NICOLAU —Le dije ayer en el almacén donde fueron los movió—. Le dije a Marco. —Sigo revisando solo espera un minuto— Me dijo—Veo el camión aquí. —Las subastas en unos meses, y sé quién podría estar allí. —Angelo.— Marco dijo. —Voy a matar a ese... ¡Papá!— Luna dijo cortándome la entrada a mi oficina. Mierda. Le colgué a Marco y metí mi pistola en uno de los cajones. —Lu.— Dije alegremente mientras ella saltaba a mi regazo dándome un fuerte abrazo. —¿Qué tal el entrenamiento de karate de hoy?— le pregunté. —Estuvo bien, la señora Wright dice que soy mejor que cualquier otro alumno que haya tenido—. Ella sonrió. —Seguro que lo eres—. Le dije. Oí la puerta viendo a Thelma. —Le estaba haciendo algo de comer y se ha escapado aquí dentro lo siento—. Me dijo. —No pasa nada—. Le aseguré. —¿Puedes venir a jugar con nosotros?— Me preguntó. —Solo tengo que arreglar algunas cosas y luego vendré—. Le dije. —Pero estábamos jugando a disfrazarnos, no puedes perderte la primera ronda—. Me dijo. ¿Vestirse? Que clase de mierda. —Lu yo...— Empecé a decir, pero me cortó esa cosita que hace con la cara cuando se le salen los ojos. —Vale, vale. Sonrió cogiéndome de la mano arrastrándome hacia la puerta haciendo reír a Thelma. Subimos las escaleras y ella ya tenía muchos vestidos elegidos. —Vale, papá será una rana. Y Thelma será una princesa. Yo seré el hada madrina. ¿Qué coño está pasando? Cogió a Thelma de la mano y la llevó al armario para que se vistiera. Cuando salió solo llevaba puesta la tiara. —¿Dónde está el vestido? —Luna no me cabe ese vestido—. Le dijo. —Ah, claro...— Siguió agarrando a Thelma de la mano, llevándola de nuevo a la cama. —Papi ponte tu cabeza de rana—Me dijo. Le puse el sombrero de rana y ella sonrió. —Pareces tonto—. Dijo agarrando la cabeza intentando balancearla. Ella y Thelma se rieron todo el tiempo. ¿Estoy siendo el chiste del juego? Ella encendió la música de su iPad y agarró una pequeña silla de pie encima de ella. —Y el ganador del mejor vestido es...— Se interrumpió. —Thelma.— Aclamó. Thelma sonrió y fue a aceptar las cintas que tenía Luna. Me la han jugado. * Han pasado cinco rondas y todavía no he ganado ni una cinta. —¿Por qué incluirme en este juego si ella va a ganar todo el tiempo? —Papi, tus disfraces no son los mejores—. Lu me dijo. —Son más creativos—. Le dije. —Pero Thelma siempre es una princesa, me gustan las princesas—. Dijo haciéndome resoplar. —Renuncio—. Dije quitándome la cola de tigre saliendo de la habitación, escuchando como hablaban de mí a mis espaldas. Cogí algo de beber al ver llamar a Marco. —¿Dónde demonios has estado? —Vistiéndome—. Suspiré haciéndole reír. —Esas chicas te dan mil vueltas. ¿Cómo estáis Thelma y tú?—. Sonrió satisfecho haciendo que le frunciera el ceño. —No sé qué quieres decir con eso. Es la niñera nada más—. Le dije. —Ya veo como la miras. —Pues si ves como la miro a ella deberías ver cómo te miro yo a ti. Con asco—. Le dije haciendo que pusiera los ojos en blanco. —Pues la miras como si fuera la única mujer que queda en pie en esta tierra. —La única mujer importante en mi vida es mi hija—. Le dije. —Eres tan jodidamente terco—Suspiró. —Y por qué siguen los perros en el almacén Luna los echa de menos. —Se me olvidó traerlos ayer. —Los traeré mañana. Tienes que quedarte en casa con tu hija esta noche y aprender a ser amable con la mujer que pone una sonrisa en la cara de tu hija. Ya no te hace esas preguntas desde que Thelma está aquí, ¿verdad?—. Preguntó. —No—. Me di cuenta. Luna solía hacerme muchas preguntas sobre su madre, qué le había pasado o si iba a volver. Sé que estaba profundamente dolida por no tener una madre, pero nunca pude darle una respuesta directa sin decirle básicamente la verdad. Que su madre biológica era una zorra despreciable que no la merecía. Pero como buen padre le dije que su madre estaba pasando por cosas y siempre decía lo mismo sin importar cuántas veces preguntara. —Exacto—Me dijo. —Tengo que bajar al almacén, sé amable con ella—. Dijo refiriéndose a Thelma. Vi a Thelma bajar las escaleras. —Um, Luna sigue mencionando una taza rosa… ¿Sabes lo que es?—Preguntó un poco nerviosa. ¿Por qué tiene que vestirse así? Siempre me distraía. Llevaba unos pantalones blancos, pero no eran vaqueros, eran pantalones y le rodeaban la cintura, con un top azul. Y llevaba el pelo suelto, rizado y brillante como siempre. Su piel siempre parecía tan suave, y su cuerpo era simplemente una obra maestra. Siempre llevaba ropa que mostraba sus curvas y complementaba su cuerpo perfectamente. —Si.— Le dije dándole la taza del armario. —Gracias. Ella dijo. Cogió la bebida favorita de Luna de la nevera y parecía que estaba inquieta por algo. —Um...— Se apartó el pelo detrás de la oreja. —No quiero cruzar ningún límite ni nada... pero ¿Luna te ha hecho alguna vez preguntas sobre su madre?—. Preguntó. Mierda. —Lo ha hecho... ¿Por qué?— Le pregunté. —Fue solo una charla que tuvimos una noche y ella me estaba haciendo preguntas sobre mi mamá... y parecía molesta por eso. No ha dicho nada más al respecto, pero creo que realmente necesita cerrar lo que sea que haya pasado—. Me dijo. Así que sigue preguntando por su madre a veces, pero no a mí. —Ella no necesita ningún cierre. No hay nada de lo que hablar—. Le dije. —Pero obviamente lo es si hace preguntas como esa. Tiene cinco años y habla con fluidez, así que puedes saber si le pasa algo o no. Solo necesita que le hables, lo que sea que haya pasado con su mamá necesita saberlo—. Me dijo. —¿Quién coño eres tú para decirme lo que mi hija necesita saber? Su madre era una puta cazafortunas y no quiero su nombre en esta casa. Dejó a Luna, no merece que hablemos de ella—. Dije alterándome. —Yo soy la chica que lleva casi un mes con tu hija. Amo a esa niña, y como dije ella merece un cierre. Y si no puedes dárselo, ¿qué puedes hacer?—. Preguntó. —Merece saberlo. Me acerqué a ella asegurándome de que escuchaba cada una de mis palabras. —No me digas lo que mi hija necesita. Yo sé lo que necesita. Necesita un padre cariñoso y eso es lo que soy. Que se joda su madre. Estás cruzando muchos límites y lo único que te mantiene a salvo es Luna. Deja de meter las narices en asuntos que no son tuyos. ¿Entendido? Me miró con los ojos cada vez más llorosos. —¿Lo entiendes?— Repetí. —Thelma ¿conseguiste la taza?— Preguntó Luna desde arriba. —Entiendo.— Dijo cuando oí que se le quebraba un poco la voz. Me rodeó y cogió la taza de la encimera. —¿Thelma?— repitió Luna. —Ya lo tengo. Ya voy—. Le dijo a Luna mientras la veía secarse los ojos. —No quise cruzar ningún límite, solo trataba de ayudar—. Me dijo mientras subía las escaleras. Joder que acabo de hacer.
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